domingo, 30 de agosto de 2015

Viaje al búnker secreto de los Tedax


Día 30/08/2015 - 00.28h

Los artificieros de la Policía cumplen cuatro décadas y ABC muestra su «museo» con bombas terroristas

En un lugar recóndito y secreto del complejo policial de Canillas; una puerta esconde una sala que realmente funciona como museo privado. Es una colección de vitrinas y expositores donde se guardan, fundamentalmente para las visitas de las autoridades, algunas de las bombas y demás artefactos explosivos desactivados por los artificieros del Tedax. ABC se adentra en este lugar secreto, que depara muchísimas sorpresas, coincidiendo con el 40º aniversario de la creación de esta unidad de elite del CNP, en enero de 1975, trece meses después del magnicidio del almirante Luis Carrero Blanco, presidente de Gobierno.
Pese a la historia negra que tiene tatuada cada uno de estos artilugios, muchos realmente curiosos y sofisticados, lo que más eriza la piel es el grupo de fotografías de agentes fallecidos en acto de servicio. La historia de los últimos cincuenta años de España, por desgracia, no se entendería sin la lacra del terrorismo: desde el de ETA al yihadista, pasando por los Grapo.
Hay un cajón de madera con lo que parecen dos bidones de metal. También ollas a presión. Cables. Y mucha tornillería, alguna de dimensiones extraordinarias. Son los componentes de los que fatalmente se conocen como «coches-bomba» y su mortal metralla, que tantas vidas sesgaron hasta no hace mucho.
Uno de los más veteranos miembros de la rebautizada desde hace once años como unidad Tedax-NRBQ (a raíz del inicio del riesgo de ataques nucleares, biológicos y químicos) muestra una agenda, aparentemente inofensiva. Al abrirla como un libro, un hueco, una pasta azul parecida a la plastilina (pero mortal) y unos cables delatan que se trata de un explosivo. Lo mismo ocurre con una caja de puros Montecristo que fue enviada a la redacción de Sevilla y que un reconocido periodista, aficionado a los habanos, a punto estuvo de abrir en marzo de 2000. Era el «regalo» envenenado de los asesinos etarras.
Hay también lugar para curiosidades menos truculentas. Por ejemplo, granadas de mortero y distintos artefactos «rescatados» de los montes madrileños décadas después del final de la Guerra Civil. Bombas, también, que jamás llegaron a derramar sangre.

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