lunes, 31 de agosto de 2015

El vuelo de infarto de Kika

ACCIDENTE

Su vida no corre peligro y ya se recupera en el hospital
  • 'José está muerto y yo no sé pilotar, ayúdame por favor'

  • La increíble historia de la mujer que, sin conocimientos de pilotaje, logró controlar y aterrizar el ultraligero en el que viajaba con su pareja, fallecido de un infarto en pleno vuelo

  • Un amigo al que llamó por teléfono la auxilió con otra aeronave. Llegó a alcanzar más de 10.000 pies, 10 veces la altura a la que debía volar


GRÁFICO: 75 minutos hacia la salvación.
Mientras el ultraligero que nunca había pilotado ascendía sin control a miles de pies, lo primero que hizo Kika fue llamar al teléfono móvil de su amigo Antonio Toscano. "Antonio, José está muerto y yo no sé pilotar. Ayúdame, por favor", le espetó la mujer, notablemente afectada y nerviosa.
Eran las 12.39 minutos del domingo pasado 23 de agosto. En el móvil de Antonio aún está registrada aquella primera llamada de una Kika que, sin licencia de vuelo, había entrado en pánico por el fallecimiento de El Chino, como apodaban a su pareja José por sus ojos achinados.
En torno a nueve minutos antes (12.30), ella y José Antonio, un experimentado piloto ex campeón de España en ultraligero pendular que se había ganado la vida como programador informático, habían partido del aeródromo de Trebujena, en Cádiz, en dirección al de Alcalá del Río, en Sevilla. Una hora antes, aproximadamente, ambos habían hecho el recorrido contrario, el cual se suele tardar en cubrir 35 minutos. Él, aunque le dijo a Kika que se sentía fatigado antes de volverse a montar en su avioneta, decidió emprender el camino de vuelta.
Desde el aire siguieron el serpenteo del río Guadalquivir en su ascensión hacia Sevilla. Pero al poco de despegar desde Trebujena y alcanzar los 1.000 -una altura adecuada de vuelo para estas aeronaves-, un indispuesto José cayó desvanecido sobre los mandos de su aeronave, modelo Sinus de la marca eslovena Pipistrel, que quedó a merced de las corrientes de viento.
Kika, al ver cómo su pareja perdía el conocimiento, trató de reanimarlo dándole palmadas en el rostro y echándole agua en la cabeza. De nada sirvió. Fueron cinco minutos agónicos, el tiempo suficiente para comprender que el amor de su vida, el hombre con el que había volado antes centenares de veces durante sus dos décadas juntos, había fallecido a bordo de su avioneta. Un infarto se lo había llevado desde los cielos que tanto amaba desde joven, cuando empezó a volar en ala delta a principio de los años 80.
"¡José está muerto! ¡Ayúdame, por favor!". Kika repetía y repetía lo mismo en esa primera llamada desesperada pidiendo auxilio a su amigo, con el que habían coincidido en Trebujena, pero quien partió hacia Alcalá un rato antes que la pareja y ya había tomado tierra con su avión.
"Sólo pude tranquilizarla y decirle que partía de inmediato en su busca", rememora este jueves el propio Antonio, convertido en ángel de la guarda de la mujer que, sin apenas conocimientos de vuelo, logró salvar la vida pilotando durante hora y cuarto el ultraligero de su acompañante muerto.
Antonio, que había guardado su avioneta en el hangar del aeródromo de Alcalá del Río pocos minutos antes de recibir la llamada de Kika, le pidió el ultraligero a su amigo Juan, que tenía más combustible que él en el depósito y todavía no había encerrado su aeronave.
"Salimos sin pensarlo dos veces, aunque no sabíamos su ubicación exacta", cuenta Antonio. "Juan pilotaba mientras yo me encargaba de avisar de lo sucedido a la torre de control aéreo, de darle instrucciones a Kika por teléfono y por radio, y de la navegación para tratar de dar con ella", explica este experimentado piloto, que antes de la muerte de José había compartido con la pareja multitud de viajes en ultraligero. "No tenían hijos. Sólo se tenían el uno al otro", sentencia este amigo, quien cuenta que este verano la pareja había estado en Huesca para sobrevolar Los Pirineos con su ultraligero.
Kika, de 62 años, y José, unos años menor en una cena. 'Sólo se tenían el uno al otro'.
A la primera avioneta se unió una segunda, en la que iban a bordo otros dos socios del aeródromo de Alcalá, el Ilipa Magna, y un helicóptero de Tráfico. A su vez se cerró el aeropuerto de Sevilla, donde se pensó que, en caso de un accidentado aterrizaje por parte de Kika, su evacuación sería más ágil. Las autoridades aéreas obligaron a que se desviaran varios vuelos hacia otros aeropuertos, como el que traía a Sevilla al Villarreal CF, quien esa noche jugaba contra el Betis y acabó aterrizando en Jerez.
El ultraligero en el que volaban Antonio y Juan dio con la aeronave de la mujer al norte de Carmona, sobrevolando la carretera que une esta población sevillana con Lora del Río. Gracias a las indicaciones por radio de Antonio, Kika había logrado descender de los 10.300 pies que llegó a alcanzar, hasta los 5.000. Por encima de los 12.000, el oxígeno comienza a ser insuficiente para el ser humano y se corre el riesgo de morir asfixiado.
A una decena de millas de llegar al aeropuerto de San Pablo, el avión en el que iban Antonio y Juan se situó delante del de Kika. "Le dije que me siguiera en todo momento. Pero se puso nerviosa", explica Antonio. Al final, la mujer, presa de los nervios y tras varios virajes en redondo, cayó sobre unos terrenos de naranjos, a sólo dos millas de la pista 27. Con la aeronave en llamas, un guardia civil que iba en el helicóptero de Tráfico la salvó de morir ardiendo.
Ahora, Francisca Molina, Kika para los amigos, se recupera en el hospital Virgen del Rocío. La mujer, de 62 años y vecina de la población sevillana de Guillena, donde vivía con José Antonio Cuadrado, varios años menor que ella, sufre quemaduras en varias partes del cuerpo y roturas en pies y costillas. Su vida en ningún momento corrió peligro tras el accidente.
El miércoles, Kika pasó por quirófano y durante toda la semana ha recibido numerosas visitas de muchos amigos también aficionados a los ultraligeros. Su único hermano es quien la está cuidando. "Creo que ninguno de los dos tenían familiares cercanos. Sólo se tenían el uno al otro... El uno al otro", vuelve a repetir su amigo Antonio Toscano.
En 1993, Canal Sur, la televisión autonómica andaluza, emitía un reportaje sobre aficionados al deporte del ala delta. José Antonio era su protagonista. En pleno vuelo, un periodista le pregunta a El Chino: "Hay mucha gente que dice que estáis locos. ¿Tú qué les dirías?". Él respondió: "Que no saben la locura que se pierden". Con José Antonio sólo pudo un infarto. Al menos le cogió haciendo lo que más le gustaba: volar.

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