En las últimas elecciones municipales, en ningún otro sitio como en el Ayuntamiento de Madrid se ha retratado mejor el declive de las dos grandes fuerzas políticas, la crisis del bipartidismo
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Andan dando tumbos por los pasillos del ayuntamiento y por las tertulias, símbolos del deterioro de sus partidos antes que símbolos de sí mismos, acaso porque ellos ya no simbolizan más que eso, el declive de aquellos a los que representan. Deterioro de causas mayores que si les afecta en lo personal, en lo que son y en lo que han sido, es porque ninguno de los dos es capaz de comprender el momento preciso en el que la dignidad radica en un portazo, una retirada o una de esas verdades ocultas que producen el efecto de una patada a la mesa. Son Esperanza Aguirre y Antonio Miguel Carmona, dos almas en pena que vagan por el ayuntamiento de Madrid como símbolos de decadencia política de las dos formaciones a las que representan y que no saben, o no pueden, abandonar la inercia que ha dinamitado el bipartidismo en España.
Esperanza Aguirre, por ejemplo, sigue lanzando golpes al aire, contra Carmena, como un boxeador noqueado, como si se hubiera quedado pillada en la noche electoral. Desde entonces, desde que se cerraron las urnas, y eso fue el 24 de mayo, no hace otra cosa que intentar disimular el fracaso estrepitoso de su regreso, que iba a ser triunfal y acabó en pifia por sus propios errores de estrategia. Su fracaso tiene nombre y apellidos, Manuela Carmena, y por eso se ha convertido en obsesión desalojarla de la Alcaldía. No le importa que cualquier otra persona sea el alcalde, mientras que no sea su ‘bestia negra’. Primero dio un paso atrás, se autoexcluyó como alcaldesa, aunque había ganado por un concejal las elecciones, y luego le ha ofrecido el puesto a todos los que tiene alrededor, primero al candidato del PSOE y ahora a la portavoz de Ciudadanos.
Esperanza Aguirre sigue lanzando golpes al aire contra Carmena como un boxeador noqueado, como si se hubiera quedado pillada en la noche electoral
Como ya no hay más alternativas que explorar en la oposición, sólo nos queda ver si en el futuro no acaba proponiéndole el cargo a alguien de la propia candidatura de la alcaldesa, de ‘Ahora Madrid’, con tal de hacerle la cama a la alcaldesa. En fin, que a Esperanza Aguirre se le ha atravesado Manuela Carmena en el final de su carrera política y, desde que eso ocurrió, la presidenta de los populares madrileños no hace más que dar tumbos. Ni sombra de la que era, como todo aquel que se queda colgado de una obsesión. Tan claro debió verlo Manuela Carmena que, como ella misma ha contado, rechazó formalmente la propuesta de Pablo Iglesias y sólo reconsideró su decisión cuando oyó que el Partido Popular iba a presentar a Esperanza Aguirre para la alcaldía. “Ya tengo la campaña hecha”, debió pensar Carmena, y así ha sucedido. La catapultó en la campaña electoral a base de descalificaciones gruesas, desatinadas y siempre exageradas, apocalípticas, y sigue salvándole la gestión como alcaldesa, con propuestas y declaraciones del mismo calado que tapan cualquier pifia en la gestión.
¿Y Antonio Miguel Carmona, el destituido portavoz del PSOE? Anda el hombre repitiendo en cada entrevista que lo suyo, al no aceptar un cargo en el Senado, ha sido un acto de dignidad porque él no tiene precio. “Me han ofrecido dejar de ser portavoz y a cambio ser senador. Pero he dicho que no: hay personas que tienen valor y otras que no tienen precio y yo no tengo precio”, repite siempre. Lo dice una y otra vez como una frase ingeniosa, brillante, y no se da cuenta de que en una sola frase está retratando lo peor de la política y lo peor del Senado. Todo lo que sospechan los ciudadanos, y detestan. El mercadeo de la política y la inutilidad del Senado. Que se oye a Carmona decir estas cosas y el Senado queda a la altura de un viaje al Caribe con todos los gastos pagados, de ahí que se lo hayan vendido con un regalo envenenado que él ha rechazo por dignidad.
Carmona: si ésa es la política, la dignidad quizá está en el portazo. Y si ése es su partido, que no respeta ni primarias ni elecciones, la dignidad está en la salida
Si ésa es la política, la dignidad quizá está en el portazo. Y si ése es su partido, que no respeta ni primarias ni elecciones, la dignidad está en la salida. ¿Para qué sirven unas elecciones primarias en el PSOE si siempre se impone el ‘ordeno y mando’ de la ejecutiva federal? Está bien que cada partido elija su modo de organización, y hasta se puede entender que unas organizaciones tan complejas no se puedan conducir con un movimiento asambleario, pero entonces, si es así, que se admita abiertamente. Sin esta hipocresía que se demuestra en el deterioro de la Federación Socialista Madrileña.
Machado escribió aquello de “Madrid, rompeolas de todas las Españas” y con aquellos versos reflejó bien el carácter de esta ciudad, que tantas veces actúa como espejo de vicios y virtudes repartidos por todo el país, potenciándolos, exagerándolos. Machado lo escribió en circunstancias trágicas, en plena Guerra Civil, cuando todos abandonaban la capital, a él mismo le aconsejaban que lo hiciera, pero se resistía porque veía en Madrid una última esperanza de España. De ahí el verso, “Madrid, Madrid, ¡qué bien tu nombre suena/ rompeolas de todas las Españas!/ La tierra se desgarra, el cielo truena,/ tú sonríes con plomo en las entrañas”.
En las últimas elecciones municipales, en ningún otro sitio como en el Ayuntamiento de Madrid se retrató el declive de las dos grandes fuerzas políticas, la crisis del bipartidismo. ‘Ahora Madrid’, la candidatura de Carmena que auspició Podemos, engulló a la izquierda casi al completo, y redujo al PSOE a una escuálida representación de nueve concejales de un total de cincuenta y siete. Izquierda Unida desapareció del pleno, como UPyD, que se la tragó Ciudadanos. Pasadas las elecciones, el deterioro continúa. El Partido Popular de Madrid, embarrado en la corrupción de la ‘Púnica’, y la Federación Socialista Madrileña, enmarañada en una crisis que parece letal. Y al frente de ambos, Esperanza Aguirre y Antonio Miguel Carmona, símbolos del declive que representan.
Esperanza Aguirre, por ejemplo, sigue lanzando golpes al aire, contra Carmena, como un boxeador noqueado, como si se hubiera quedado pillada en la noche electoral. Desde entonces, desde que se cerraron las urnas, y eso fue el 24 de mayo, no hace otra cosa que intentar disimular el fracaso estrepitoso de su regreso, que iba a ser triunfal y acabó en pifia por sus propios errores de estrategia. Su fracaso tiene nombre y apellidos, Manuela Carmena, y por eso se ha convertido en obsesión desalojarla de la Alcaldía. No le importa que cualquier otra persona sea el alcalde, mientras que no sea su ‘bestia negra’. Primero dio un paso atrás, se autoexcluyó como alcaldesa, aunque había ganado por un concejal las elecciones, y luego le ha ofrecido el puesto a todos los que tiene alrededor, primero al candidato del PSOE y ahora a la portavoz de Ciudadanos.
Esperanza Aguirre sigue lanzando golpes al aire contra Carmena como un boxeador noqueado, como si se hubiera quedado pillada en la noche electoral
Como ya no hay más alternativas que explorar en la oposición, sólo nos queda ver si en el futuro no acaba proponiéndole el cargo a alguien de la propia candidatura de la alcaldesa, de ‘Ahora Madrid’, con tal de hacerle la cama a la alcaldesa. En fin, que a Esperanza Aguirre se le ha atravesado Manuela Carmena en el final de su carrera política y, desde que eso ocurrió, la presidenta de los populares madrileños no hace más que dar tumbos. Ni sombra de la que era, como todo aquel que se queda colgado de una obsesión. Tan claro debió verlo Manuela Carmena que, como ella misma ha contado, rechazó formalmente la propuesta de Pablo Iglesias y sólo reconsideró su decisión cuando oyó que el Partido Popular iba a presentar a Esperanza Aguirre para la alcaldía. “Ya tengo la campaña hecha”, debió pensar Carmena, y así ha sucedido. La catapultó en la campaña electoral a base de descalificaciones gruesas, desatinadas y siempre exageradas, apocalípticas, y sigue salvándole la gestión como alcaldesa, con propuestas y declaraciones del mismo calado que tapan cualquier pifia en la gestión.
¿Y Antonio Miguel Carmona, el destituido portavoz del PSOE? Anda el hombre repitiendo en cada entrevista que lo suyo, al no aceptar un cargo en el Senado, ha sido un acto de dignidad porque él no tiene precio. “Me han ofrecido dejar de ser portavoz y a cambio ser senador. Pero he dicho que no: hay personas que tienen valor y otras que no tienen precio y yo no tengo precio”, repite siempre. Lo dice una y otra vez como una frase ingeniosa, brillante, y no se da cuenta de que en una sola frase está retratando lo peor de la política y lo peor del Senado. Todo lo que sospechan los ciudadanos, y detestan. El mercadeo de la política y la inutilidad del Senado. Que se oye a Carmona decir estas cosas y el Senado queda a la altura de un viaje al Caribe con todos los gastos pagados, de ahí que se lo hayan vendido con un regalo envenenado que él ha rechazo por dignidad.
Carmona: si ésa es la política, la dignidad quizá está en el portazo. Y si ése es su partido, que no respeta ni primarias ni elecciones, la dignidad está en la salida
Si ésa es la política, la dignidad quizá está en el portazo. Y si ése es su partido, que no respeta ni primarias ni elecciones, la dignidad está en la salida. ¿Para qué sirven unas elecciones primarias en el PSOE si siempre se impone el ‘ordeno y mando’ de la ejecutiva federal? Está bien que cada partido elija su modo de organización, y hasta se puede entender que unas organizaciones tan complejas no se puedan conducir con un movimiento asambleario, pero entonces, si es así, que se admita abiertamente. Sin esta hipocresía que se demuestra en el deterioro de la Federación Socialista Madrileña.
Machado escribió aquello de “Madrid, rompeolas de todas las Españas” y con aquellos versos reflejó bien el carácter de esta ciudad, que tantas veces actúa como espejo de vicios y virtudes repartidos por todo el país, potenciándolos, exagerándolos. Machado lo escribió en circunstancias trágicas, en plena Guerra Civil, cuando todos abandonaban la capital, a él mismo le aconsejaban que lo hiciera, pero se resistía porque veía en Madrid una última esperanza de España. De ahí el verso, “Madrid, Madrid, ¡qué bien tu nombre suena/ rompeolas de todas las Españas!/ La tierra se desgarra, el cielo truena,/ tú sonríes con plomo en las entrañas”.
En las últimas elecciones municipales, en ningún otro sitio como en el Ayuntamiento de Madrid se retrató el declive de las dos grandes fuerzas políticas, la crisis del bipartidismo. ‘Ahora Madrid’, la candidatura de Carmena que auspició Podemos, engulló a la izquierda casi al completo, y redujo al PSOE a una escuálida representación de nueve concejales de un total de cincuenta y siete. Izquierda Unida desapareció del pleno, como UPyD, que se la tragó Ciudadanos. Pasadas las elecciones, el deterioro continúa. El Partido Popular de Madrid, embarrado en la corrupción de la ‘Púnica’, y la Federación Socialista Madrileña, enmarañada en una crisis que parece letal. Y al frente de ambos, Esperanza Aguirre y Antonio Miguel Carmona, símbolos del declive que representan.
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