sábado, 1 de agosto de 2015

Las incógnitas sobre el crimen de los marqueses de Urquijo

Gente

Día 01/08/2015 - 02.56h

Treinta y cinco años después, aún se desconoce si el autor del asesinato actuó solo o en compañía

No importa que hayan pasado 35 años, ni que se haya contado y escrito prácticamente todo. Las incógnitas continúan revoloteando, como si nada, en torno a uno de los crímenes más sonados de la crónica negra de España. Un matrimonio de aristócratas asesinado a sangre fría, un mayordomo deslenguado, un yerno incómodo y muchos sospechosos alrededor. Al asesinato de los marqueses de Urquijo no le faltaba ningún ingrediente para permanecer imborrable en la memoria colectiva.
1 de agosto de 1980. En plena canícula estival las noticias escasean, pero está a punto de perpetrarse un asesinato que despertaría de un tortazo a la opinión pública. Tres disparos precisos acabaron con la vida de Manuel de la Sierra y Torres y su esposa, María Lourdes Urquijo y Morenés, marqueses de Urquijo, mientras dormían en su chalé de Somosaguas (Madrid).
El personal de servicio descubrió los cadáveres, el del marqués con un tiro en la nuca y el de su esposa con dos disparos, uno en la boca y otro en la yugular. Cuando la policía llegó al lugar del crimen, los cadáveres de los marqueses habían sido lavados
Las primeras investigaciones conducen a un presunto culpable, Rafael Escobedo, ex marido de Miriam de la Sierra, hija mayor de los marqueses de Urquijo. El padre nunca tragó a Escobedo, ni a él ni a su entorno. Y la chispa del matrimonio se apagó pronto. Seis meses después de casarse se separan y Miriam emprende un nuevo camino junto a Dick Rew, un norteamericano de quien se enamoró a primera vista. El nuevo amor de Myriam desató la furia de Escobedo y acentuó el odio ya de por sí existente hacia la familia.
Por si fuera poco, el arma con la que se perpetró el crimen, una pistola marca Star, modelo F, calibre 22, número de fabricación 219.444, figuraba inscrita a nombre de Miguel Escobedo Gómez-Martín, consuegro de los Urquijo y socio de la Federación Nacional de Tiro Olímpico. Demasiadas pruebas en la misma dirección.
En el mes de abril de 1981, ocho meses después del crimen, se producía la detención de Escobedo. Fue condenado a 53 años de cárcel como autor del doble asesinato, una pena que no cumplió porque justo cinco años después de la condena (el 27 de julio de 1988) se suicidó en la cárcel de El Dueso (Cantabria). La muerte de Escobedo tampoco aparece exenta de polémica. Tras un primer reconocimiento se consolidó la hipótesis de la muerte por asfixia. Sin embargo, días después el Instituto Nacional de Toxicología de Madrid remitió un informe en el que confirmaba un dato inquietante: el hallazgo de catorce miligramos de cianuro en los pulmones. El veneno, por tanto, se había introducido por vía aérea. ¿Se suicidó? ¿Le asesinaron? La respuesta se desconoce. Lo único claro es que Escobedo se llevó a la tumba el secreto de si había actuado sólo o acompañado.

Posible cómplices

En octubre de 1983 se abre un segundo sumario del caso tras unas declaraciones de Mauricio López-Roberts, marqués de Torrehermosa y amigo de Escobedo, que condujeron a su propia detención y a la de Javier Anastasio de Espona, ambos procesados luego como presuntos encubridor y coautor, respectivamente. Tras su imputación judicial, López-Roberts quedó en libertad provisional bajo fianza de medio millón de pesetas, mientras que Anastasio ingresó en la prisión de Carabanchel (Madrid) de donde salió en libertad provisional en marzo de 1987, año en el que huyó de España.
Pero éstos no son los únicos sospechosos en el caso. Muchas hipótesis y muchos personajes pululan alrededor de una de las mayores fortunas de España, custodiada por un marqués más bien tacaño. Poco después del juicio, el foco se pondría sobre el mayordomo, Vicente Díez Romero, quien recomienda buscar a los cómplices de los asesinatos dentro de la finca de Somosaguas. En varias entrevistas afirmó que el verdadero cerebro del crimen era Juan de la Sierra, hijo del matrimonio Urquijo, que tenía 22 años cuando sus padres fueron asesinados. Según Díez, Juan había sido quien «manda a Rafi que se cargue a su padre». El mayordomo tenía su propia versión de la autoría del asesinato de los Urquijo. Para él, la muerte de sus jefes era una obra colectiva de su propio hijo, aliado con Escobedo, Mauricio López y Roberts.
El día en que se cumple el 35 aniversario del truculento caso la pregunta sigue siendo la misma: ¿quién mató a los Urquijo? Probablemente nunca sepamos la respuesta.

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