Un soldado español espera la llegada de los vehículos blindados junto al río Ubangui, frontera natural entre el Congo y la República Centroafricana. ALBERTO ROJAS
Un grupo de adolescentes vestidos con la dishdasha, el clásico atuendo musulmán, saca brillo a sus motos chinas Yakarta, la estrella de las carreteras africanas. Uno de ellos levanta su dedo corazón al paso de los vehículos blindados. Se escucha un grito entre el gentío del mercado: «¡Mort a la France! (¡Muerte a Francia!)». El soldado Justo, que está con las manos en la ametralladora del vehículo Lince, señala a la bandera que ondea de la antena. «¡Ne pas français! (¡No somos franceses!)». Los jóvenes se relajan al instante. «¡Viva Iker Casillas!», dice uno en perfecto español. Justo levanta el pulgar desde su torreta. La diplomacia del fútbol nunca falla.
«La población nos ha recibido muy bien, pero éste es el sitio donde menos nos quieren», dice este militar español entre las tiendas del PK5, el corazón comercial de la ciudad, un mercado lleno de puestos de madera y chapa que vuelve a latir poco a poco. En este lugar cristianos y musulmanes convivieron sin problemas hasta el año 2013. Fue en aquel momento cuando la rebelión Seleka llegada desde el norte mutó hacia una manipulada guerra religiosa.
El aire acondicionado del interior aísla a los soldados y el sargento al mando del pegajoso calor tropical, que ya duele a las 10 de la mañana. Ellos son parte del despliegue de 22 militares españoles -de un total de 60 efectivos internacionales que tiene la misión- que trabajan en la estabilización de este Estado fallido y en la fundación de su nuevo ejército.
«No voy a decir que las fuerzas armadas centroafricanas no existan, pero sí que sólo existen sobre el papel. No tienen equipo, ni mando ni instalaciones. Y el nepotismo es la regla, mientras que el mérito es la excepción. Es un ejército sin un relato», dice el coronel Martín, jefe del contingente. La misión no es fácil. Cuando llegaron los rebeldes Seleka en 2013 la tropa nacional se deshizo y huyó sin casi oponer resistencia. La mayoría de sus componentes, cautivos y desarmados, quemó el uniforme o se escondió para evitar ser ejecutada por los mercenarios musulmanes. O peor: acabó enrolada en las milicias Antibalaka (los inmunes a las balas del AK) que aún ocupan parte de la ciudad. «La situación ahora está en calma, pero eso puede cambiar en cinco minutos», afirma.
«Estamos haciendo un registro del personal con el que podemos contar. No sabemos cuántos militares están al servicio del país, ni dónde están ni en qué condiciones. Y luego hacemos un filtrado para evitar a los criminales de guerra o a aquéllos que han acabado en grupos armados. Eso llevará tiempo. Y sólo hablamos de la parte práctica. También trabajamos en la teórica: tenemos que recuperar su razón de ser, su encaje legal en la constitución, su cohesión y su orgullo como fuerzas democráticas, profesionales, multiétnicas y respetuosas con la ley», dice el coronel Martín. «A la población no le gusta ver que otros ejércitos patrullan las calles y no el suyo propio».
El convoy pasa junto al estadio nacional, construido por la FIFA. «Aquí se hizo un acto de reconciliación con la presidenta de transición que acabó con un terrible linchamiento, ante las cámaras de todos los periodistas, de un militar acusado de haber pertenecido a la rebelión. Lo mataron a patadas y la imagen que quedó fue lamentable», recuerda el coronel. En otra ocasión, los Antibalaka ocuparon las rotondas del centro de la ciudad para arrestar a cualquier musulmán que circulara por ella. «Tuvimos que acudir a desarmarlos. Cuando llegamos allí encontramos a un miliciano. Nuestro traductor le avisó de que tenía que arrojar el arma al suelo. No sólo no lo hizo, sino que levantó el arma y nos disparó. Ante esa respuesta tuvimos que abrir fuego contra sus piernas», comenta uno de los soldados.
Ya en la base, una antigua fábrica textil, los soldados vuelven a su rutina, que incluye un partido de fútbol contra los senegaleses de la ONU.
¿Qué gana España en este despliegue? «República Centroafricana está en la franja sur del Sahel. La zona limítrofe interesa a Europa por asuntos como la inmigración y el terrorismo. Somos los segundos contribuyentes en hombres y material, sólo por detrás de Francia».
- Este país se parece bastante a un auténtico desastre, coronel.
- Yo no soy capaz de negar que esto sea un desastre, pero creo que está mucho mejor que hace un año.
Un soldado español, apostado a las afueras de Bangui. | A. R.
«La población nos ha recibido muy bien, pero éste es el sitio donde menos nos quieren», dice este militar español entre las tiendas del PK5, el corazón comercial de la ciudad, un mercado lleno de puestos de madera y chapa que vuelve a latir poco a poco. En este lugar cristianos y musulmanes convivieron sin problemas hasta el año 2013. Fue en aquel momento cuando la rebelión Seleka llegada desde el norte mutó hacia una manipulada guerra religiosa.
La misión es refundar un ejército nacional vencido, desmotivado y desmovilizado
Si ese conflicto no acabó en genocidio entre las dos comunidades fue porque los españoles y los franceses, acompañados de tropas africanas de Ruanda, Congo, Burundi o Chad, lo impidieron con patrullas diarias y misiones de desarme. Aun así, en un solo día, el 5 de diciembre de 2013, hubo 3.000 muertos en las calles, los mismos que en la playa de Omaha en el desembarco de Normandía. La Avenue de France, frontera entre los barrios cristianos y musulmanes, quedó alfombrada con cientos de cuerpos mutilados a machetazos de uno y otro bando, la mayoría de ellos civiles.El aire acondicionado del interior aísla a los soldados y el sargento al mando del pegajoso calor tropical, que ya duele a las 10 de la mañana. Ellos son parte del despliegue de 22 militares españoles -de un total de 60 efectivos internacionales que tiene la misión- que trabajan en la estabilización de este Estado fallido y en la fundación de su nuevo ejército.
'Un miliciano nos disparó y tuvimos que abrir fuego contra sus piernas'
Los dos vehículos Lince atraviesan barrios enteros destruidos y se cruzan por el camino con varias pickups de la fuerza africana que, bajo la boina azul de la ONU, intentan pacificar las calles. Todas las noches hay muertos en tiroteos por toda la ciudad y las poblaciones cristiana y musulmana aún no se adentran en las zonas rivales. «Esto está lleno de armas. La población las consigue muy baratas. En el mercado del distrito 4 hay varios puestos con Kalashnikov a 10 euros, incluyendo balas», dicen los militares en sus vehículos.«Estamos haciendo un registro del personal con el que podemos contar. No sabemos cuántos militares están al servicio del país, ni dónde están ni en qué condiciones. Y luego hacemos un filtrado para evitar a los criminales de guerra o a aquéllos que han acabado en grupos armados. Eso llevará tiempo. Y sólo hablamos de la parte práctica. También trabajamos en la teórica: tenemos que recuperar su razón de ser, su encaje legal en la constitución, su cohesión y su orgullo como fuerzas democráticas, profesionales, multiétnicas y respetuosas con la ley», dice el coronel Martín. «A la población no le gusta ver que otros ejércitos patrullan las calles y no el suyo propio».
Ayuda a las tropas francesas
Uno de los incidentes más recordados por la tropa, todavía bajo la misión Eufor de estabilización de la seguridad, sucedió el pasado verano. Los españoles tuvieron que acudir en ayuda de tropas francesas de la operación Sangraris y los ruandeses de la Unión Africana, atrapados en un fuego cruzado de los Antibalaka. Cuando llegaron los españoles con tres vehículos Lince, lo primero que recibieron fue unas cuantas ráfagas de Kalashnikov como bienvenida. Uno de los españoles disparó al aire la ametralladora pesada Browning, cuyo sonido atronador es un arma psicológica. El enemigo se retiró al instante, consciente de que no tenía potencial para enfrentarse a eso.El convoy pasa junto al estadio nacional, construido por la FIFA. «Aquí se hizo un acto de reconciliación con la presidenta de transición que acabó con un terrible linchamiento, ante las cámaras de todos los periodistas, de un militar acusado de haber pertenecido a la rebelión. Lo mataron a patadas y la imagen que quedó fue lamentable», recuerda el coronel. En otra ocasión, los Antibalaka ocuparon las rotondas del centro de la ciudad para arrestar a cualquier musulmán que circulara por ella. «Tuvimos que acudir a desarmarlos. Cuando llegamos allí encontramos a un miliciano. Nuestro traductor le avisó de que tenía que arrojar el arma al suelo. No sólo no lo hizo, sino que levantó el arma y nos disparó. Ante esa respuesta tuvimos que abrir fuego contra sus piernas», comenta uno de los soldados.
Ya en la base, una antigua fábrica textil, los soldados vuelven a su rutina, que incluye un partido de fútbol contra los senegaleses de la ONU.
¿Qué gana España en este despliegue? «República Centroafricana está en la franja sur del Sahel. La zona limítrofe interesa a Europa por asuntos como la inmigración y el terrorismo. Somos los segundos contribuyentes en hombres y material, sólo por detrás de Francia».
- Este país se parece bastante a un auténtico desastre, coronel.
- Yo no soy capaz de negar que esto sea un desastre, pero creo que está mucho mejor que hace un año.
El país, en cifras
- POBLACIÓN. La República Centroafricana ocupa el centro geográfico del continente y tiene una población de 4,5 millones de personas para una extensión superior a España y Portugal juntas. Su paisaje es selvático y cuenta con importantes minas de diamantes y de oro. HISTORIA. Desde su independencia de Francia en 1960 no ha conseguido estabilizar un sistema de gobierno. Los golpes de estado se suceden cada ocho o nueve años, con dictadores tan terribles como el 'emperador' Bokassa.
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