martes, 25 de agosto de 2015

El polvorín de los SWAT vascos

 

  • Han vuelto a aflorar las viejas rencillas entre el jefe del grupo, agentes y sindicatos

  • Sólo un policía superó las últimas pruebas en Intervención por la alta exigencia física


Agentes del Grupo Especial de Intervención de la Ertzaintza durante...
Agentes del Grupo Especial de Intervención de la Ertzaintza durante una exhibición. EL MUNDO

«Son nuestros hombres de Harrelson», bromea un antiguo alto mando de la Ertzaintza sobre la unidad de Intervención del cuerpo. Son unos SWAT que aquí son conocidos como Grupo Especial de Intervención en castellano (GEI) o Berrozi Berezi Taldea en euskara (BBT). Es la élite policial, la encargada de arrestar comandos terroristas, de resolver una crisis con rehenes o de abatir a un francotirador. Pero desde hace varios años esta unidad de una treintena de efectivos es un polvorín.
Al frente del grupo, el Harrelson vasco es un veterano mando muy considerado por sus superiores y abiertamente criticado por los subordinados. Unos y otros coinciden en que es un ejemplo de perfeccionismo y de dedicación al trabajo. Les diferencia que no comparten el criterio de hasta qué punto la exigencia física y horaria es excesiva en Intervención.
El sindicato Euspel pone como ejemplo que, en las últimas pruebas físicas para acceder a la unidad, de todos los aspirantes sólo uno logró el aprobado.
Este verano todas esas viejas rencillas entre el responsable del grupo, algunos de sus agentes y ex agentes y los sindicatos implicados han vuelto a aflorar. ¿El motivo? El robo de una pistola y de una placa de uno de esos ertzainas durante unas maniobras que realizaban, a plena luz del día, en un concurrido pantano a las afueras de Vitoria.
El material fue sustraído del interior de uno de los vehículos camuflados que emplea el equipo de Intervención, que estaba aparcado sin vigilancia en una zona donde en verano es habitual que actúen los cacos. Esos mismos vehículos, por cierto, fueron aparcados a la vista de miles de ciudadanos en un reciente operativo desarrollado en el centro de Vitoria, cuando este equipo se desplegó para reducir a un hombre que esgrimió un arma desde un balcón.
De momento, ya se ha abierto una doble vía para esclarecer lo ocurrido. Por un lado, como ante cualquier denuncia por robo, personal de Investigación trata de localizar el arma y la placa. Por otro, Asuntos Internos ha vuelto a posar sus ojos sobre Intervención. ¿Quién fue el responsable de la negligencia?
Y no es la primera vez que la unidad está en el ojo del huracán. Los problemas se remontan a un operativo conjunto con unidades especializadas de la Policía Nacional, la Guardia Civil y los Mossos d'Esquadra para detener en Vitoria a una banda de peligrosos atracadores que llegó a matar a una mujer en Cambrils (Tarragona) en el asalto de un banco, ocurrido en octubre 2010. Aquel intento de arrestar a la banda de criminales casi se va al traste cuando una docena de los agentes, en protesta contra su capitán, acudieron al lugar indicado vestidos todos iguales, con llamativos (para la ciudad) pantalones de camuflaje militar. A punto estuvieron de ser identificados como policías.
El entonces viceconsejero de Seguridad, Miguel Buen, formalizó la que quizás sea la decisión disciplinaria más severa de la historia de la Ertzaintza. 12 de ellos fueron expulsados de Berrozi y no lo fueron del cuerpo por muy poco. Desde luego, no fue por falta de ganas de la cúpula policial, que redactó duros informes en ese sentido. «La expulsión estaba plenamente justificada porque se puso en riesgo efectivo la vida no sólo de ertzainas, sino de agentes de otros cuerpos policiales y de varios ciudadanos», explican las fuentes internas consultadas.
Finalmente, en una insólita reunión improvisada en el aparcamiento de la base de Erandio, frente a las dependencias de la Viceconsejería de Seguridad, los afectados firmaron un escrito asumiendo los hechos y solicitando su baja voluntaria de Intervención para regresar a sus puestos anteriores. Finalmente, la dirección política de la Ertzaintza aceptó que el hecho de que aquella docena de agentes que realizaron la protesta no volvieran a Berrozi era castigo suficiente.
Aquel episodio parecía olvidado, pero esta semana se ha reabierto la caja de los truenos. Al hilo del robo del arma, el sindicato Sipe ha vuelto a culpar de lo sucedido al jefe de la unidad y le ha reprochado la expulsión de aquellos agentes. El sindicato Euspel, mayoritario en Berrozi, prefiere más bien enfocar sus críticas en los problemas diarios en Intervención e insiste en que el hecho de que sólo un agente superara las pruebas es el mejor ejemplo de que la unidad necesita aire fresco.
De momento, lleva varios días circulando en Whatsapp una instrucción oficial que ordena a una patrulla uniformada vigilar los entrenamientos fuera de recintos oficiales. El documento es auténtico. En Intervención se ha interpretado como una maniobra para controlarles. Desde la dirección de la Ertzaintza se enmarcan estas contravigilancias dentro de la normalidad, aunque asumen que es lógico que, tras el robo, se trate de «andar con más cuidado».

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