

Me extrañaba el interés por mantener la Academia de Talarn.

Diplocat se llama el consejo de diplomacia pública de Cataluña. Organiza cosas, conferencias, independentismo; gente listilla que le saca partido a esas cosillas: Tú ve poniendo más dinero…
Sin fuerzas armadas no hay independencia. Se lo ha dicho el profesor Malcom Chalmer (miembro de un think tank londinense especializado en defensa) en una conferencia organizada por Diplocat, diplomacia pública (¿), en Cambridge.
¿Has oído? Corre, corre… Y al Talarn que se han ido. ¡Rápido!, llama a la asamblea nacional catalana y organiza una conferencia. Epicentro de Tremp, 17 de julio, y pongamos el título:
‹‹Futuro y oportunidades de la Academia General Básica de Suboficiales de Talarn en el Estado Catalán moderno››. Decidles, que se enteren bien, que el futuro de un Talarn español es muy negativo, mientras que en Cataluña independiente es brillante.
¿Lo entienden ahora? ¡El Talarn ni tocarlo, eh!

Podría habérmelo inventado pero es una realidad. La conferencia, la mesa redonda y la estupidez humana, que no tiene límites.
Mientras en otro lugar los responsables del paisaje dialogaban, incluso parecían discutir y defender acaloradamente aquello de las lindes soberanas, de la Constitución, llegaron los bandidos y se colaron en la viña. Avisó el guarda, pero cuando quisieron darse cuenta ya el paisaje era otro. De aquel tan viejo y noble paisaje, a España servir hasta morir, había desaparecido España. Ya no hacía falta servir ni, por tanto, morir. No existía España.

Se está celebrando el acto de inauguración de la Academia Militar Catalana. Forman los recién llegados aspirantes a oficial. El colorido de la formación parece extraído de un cuadro de los Tercios de Flandes, gran parafernalia, guiones y banderines, largas cornetas, tambores… El sonido de la fanfarria estremece a los asistentes. Preside de uniforme el más alto cargo en el escalafón de las fuerzas armadas. Don Arturo Mas, de uniforme de gala, entra en el patio de armas y se le rinden los honores de ordenanza… Pasa revista, lento, persistente, recreándose en cada paso que avanza.

En su discurso se dirige a los nuevos aspirantes a oficial. Vibrantes palabras que va leyendo desde el atril. Hay un momento en que se detiene; absorto levanta la mirada que dirige sobre el monte Costampla medio oculto por la niebla. Aún se vislumbra la huella: ‹‹A España servir hasta morir››. Parece perdido. Enseguida se recupera y con mayor énfasis, de memoria, termina su discurso inaugural:

General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
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