jueves, 2 de julio de 2015

RECOMENDACION LITERARIA POR JOSE LUIS APARISI


Buenas tardes, Damas y Caballeros Custodios.

Con relación a la magnífica herramienta de comunicación y punto de encuentro que supone la web...ya en perfecto estado operativo, quiero recordar que mantenerla "viva" depende de todos y cada uno de los que nos sentimos partícipes del nexo común que nos une, sea el que sea.

En ocasiones, dada la fabulosa "pluma"... en la acepción literaria de la expresión, que tienen algunos de nuestros intervinientes, es difícil aventurarse a escribir algo...por ello, mi cobarde y perezosa mente se atreve a sugerir que se incluya en la web un apartado donde podamos recomendar Lectura de interés...lo cual, convendréis conmigo en que resulta más fácil que escribir algo "de puño y letra".

Para ello, y para comprometer algo a quién recomienda cada libro, se le podría exigir al que lo haga, una referencia o breve comentario del mismo o por qué se recomienda.

Empiezo yo con el "Manual de Guerreros de La Luz", de Paulo Coelho.

Y lo recomiendo, sencillamente por su ágil lectura que nos permite cogerlo, dejarlo y retomarlo cuantas veces sea sin perder el hilo conductor...ya que dicho hilo que hilvana su lectura, no es otro distinto de la vida misma con sus particulares avatares para cada cual.

A disfrutar...y a meditar.

José Luis Aparisi
 

Título: Manual del Guerrero de la Luz
Título original: O Manual do Guerreiro da Luz
Autor: Paulo Coelho
Año de primera publicación: 1997

 


Un guerrero de la luz, antes de entrar en un combate importante, se pregunta a sí mismo: "¿Hasta qué punto desarrollé mi habilidad?"

Él sabe que las batallas que trabó en el pasado siempre terminan por enseñar algo.

No obstante, muchas de estas enseñanzas le hicieron sufrir más de lo necesario. Más de una vez perdió su tiempo luchando por causa de una mentira. Y sufrió por personas que no estaban a la altura de su amor.
Los victoriosos no repiten el mismo error. Por eso el guerrero sólo arriesga su corazón por algo que vale la pena.

Un guerrero de la luz sabe que ciertos momentos se repiten. Con frecuencia se ve ante los mismos problemas y situaciones que ya había afrontado; entonces se deprime, pensando que es incapaz de progresar en la vida, ya que los momentos difíciles reaparecen. 

¡Ya pasé por esto!, se queja él a su corazón.

"Realmente tú ya lo pasaste —responde el corazón—, pero nunca lo sobrepasaste".

El guerrero entonces comprende que las experiencias repetidas tienen una única finalidad: enseñarle lo que no quiere aprender.

Un guerrero de la luz estudia con mucho cuidado la posición que pretende conquistar.

Por más difícil que sea su objetivo, siempre existe una manera de superar los obstáculos. Él verifica los caminos alternativos, afila su espada, procura llenar su corazón con la perseverancia necesaria para enfrentarse al desafío. Pero a medida que avanza, el guerrero se da cuenta de que existen dificultades con las cuales no contaba.

Si permanece esperando el momento ideal, nunca saldrá del lugar; es preciso un poco de locura para dar el próximo paso.

El guerrero usa un poco de locura. Porque en la guerra y en el amor, no es posible preverlo todo.

Todo guerrero de la luz ya tuvo alguna vez miedo de entrar en combate.

Todo guerrero de la luz ya traicionó y mintió en el pasado.

Todo guerrero de la luz ya recorrió un camino que no le pertenecía.

Todo guerrero de la luz ya sufrió por cosas sin importancia.

Todo guerrero de la luz ya creyó que no era un guerrero de la luz.

Todo guerrero de la luz ya falló en sus obligaciones espirituales.

Todo guerrero de la luz ya dijo sí cuando quería decir no.

Todo guerrero de la luz ya hirió a alguien a quien amaba.

Por eso es un guerrero de la luz; porque pasó por todo eso y no perdió la esperanza de ser mejor de lo que era.

Un guerrero de la luz no posterga sus decisiones.

Él reflexiona bastante antes de actuar; sopesa su entrenamiento, su responsabilidad y su deber como maestro. Procura mantener la serenidad y analiza cada paso como si fuese lo más importante.

No obstante, en el momento en que toma una decisión, el guerrero sigue adelante: ya no tiene más dudas sobre lo que escogió, ni cambia de ruta si las circunstancias fueran diferentes a lo que imaginaba.

Si su decisión fue correcta, vencerá en el combate, aun cuando dure más de lo previsto. Si su decisión fue equivocada, él será derrotado y tendrá que recomenzar todo otra vez, pero lo hará con más sabiduría.

Pero un guerrero de la luz, cuando comienza, llega hasta el final.

Para el guerrero, no existe amor imposible.

Él no se deja intimidar por el silencio, por la indiferencia o por el rechazo.

Sabe que, tras la máscara de hielo que usan las personas, existe un corazón de fuego.

Por eso el guerrero arriesga más que los otros. Busca incesantemente el amor de alguien, aun cuando esto signifique escuchar muchas veces la palabra "no", regresar a casa derrotado, sentirse rechazado en cuerpo y alma.

Un guerrero no se deja asustar cuando busca lo que necesita. Sin amor, él no es nada.

El guerrero sabe que de vez en cuando el combate se interrumpe. De nada sirve forzar la lucha; es necesario tener paciencia, esperar que las fuerzas entren nuevamente en choque. En el silencio del campo de batalla, escucha los latidos de su corazón. Percibe que está tenso. Que tiene miedo.

El guerrero hace un balance de su vida: comprueba si la espada está afilada, el corazón satisfecho, la fe incendiando el alma. Sabe que el mantenimiento es tan importante como la acción.

El guerrero de la luz, sin querer, da un paso en falso y se hunde en el abismo. Los fantasmas le asustan, la soledad le atormenta. Como había buscado el Buen Combate, no pensaba que esto pudiera sucederle nunca a él; pero sucedió. Rodeando de oscuridad, se comunica con su maestro.

—Maestro, caí en el abismo —dice—.

Las aguas son hondas y oscuras.

—Recuerda esto —responde el Maestro —: lo que ahoga a alguien no es la inmersión, sino el hecho de permanecer bajo el agua.

Y el guerrero usa sus fuerzas para salir de la situación en la que se encuentra.

El guerrero pocas veces sabe el resultado de una batalla cuando ésta termina.

El movimiento de la lucha generó mucha energía a su alrededor, y existe un momento en el que tanto la victoria como la derrota son posibles. El tiempo dirá quién venció o perdió; pero él sabe que, a partir de ese instante, ya no puede hacer nada más: el destino de aquella lucha está en las manos de Dios.

En esos momentos, el guerrero de la luz no se queda preocupado por los resultados. Examina su corazón y se pregunta: “¿Combatí el Buen Combate?”

Si la respuesta es positiva, él descansa. Si la respuesta es negativa, toma su espada y empieza a entrenarse de nuevo.

El guerrero de la luz se cuida de las personas que piensan conocer el camino.

Están siempre tan confiados en su capacidad de decisión que no perciben la ironía con que el destino escribe la vida de cada uno; y siempre se quejan cuando lo inevitable golpea en su puerta.

El guerrero de la luz tiene sueños. Sus sueños le llevan hacia adelante.

 Pero él jamás comete el error de pensar que el Universo funciona como funciona la alquimia: solve et coagula, decían los maestros. “Concentra y dispersa tus energías de acuerdo con la situación”.

Existen momentos para actuar y momentos para aceptar. El guerrero sabe hacer la distinción.

El guerrero de la luz conoce el valor de la persistencia y del coraje.

Muchas veces, durante el combate, él recibe golpes que no esperaba. Y comprende que, durante la guerra, el enemigo vencerá algunas batallas.

Cuando esto sucede, él llora sus penas y descansa para recuperar un poco las energías. Pero inmediatamente después vuelve a luchar por sus sueños. Porque cuanto más tiempo permanezca alejado, mayores son las posibilidades de sentirse débil, miedoso, intimidado. Cuando un jinete cae del caballo y no vuelve a montarlo al minuto siguiente, jamás tendrá el valor de hacerlo nuevamente.

El guerrero de la luz sabe perder.

Él no trata a la derrota como algo indiferente, usando frases tales como “Bien, esto no era tan importante” o “A decir verdad, yo no quería realmente esto”. Acepta la derrota como una derrota, sin intentar transformarla en victoria. Amarga el dolor de las heridas, la indiferencia de los amigos, la soledad de la pérdida. En estos momentos se dice a sí mismo: “Luché por algo y no lo conseguí. Perdí mi primera batalla”. Esta frase le da nuevas fuerzas.

Él sabe que nadie gana siempre, y sabe distinguir sus aciertos de sus errores.

El guerrero de la luz conoce una vieja expresión popular: “Si el arrepentimiento matase...” Y sabe que el arrepentimiento mata; va lentamente corroyendo el alma a quien hizo algo mal, y lleva a la autodestrucción.

El guerrero no quiere morir de esta manera. Cuando actúa con perversidad o maldad —porque es un hombre lleno de defectos— no se avergüenza de pedir perdón.  Si aún es posible, usa sus esfuerzos para reparar el mal que hizo. Si la persona que lo recibió ya está muerta, él hace el bien a un extraño y dedica esa acción al alma de su víctima.

Un guerrero de la luz no se arrepiente, porque el arrepentimiento mata.

Él se humilla e intenta reparar el mal que causó.

A veces, en medio de una batalla que parece interminable, el guerrero tiene una idea y consigue vencer en pocos segundos. Entonces piensa: “¿Por qué sufrí tanto tiempo en un combate que ya podía haber sido resuelto con la mitad de la energía que gasté?”

En verdad, cualquier problema, una vez ya resuelto, parece simple. La gran victoria que hoy parece fácil fue el resultado de pequeñas victorias que pasaron desapercibidas.

Entonces el guerrero entiende lo que sucedió y duerme tranquilo. En vez de culparse por haber tardado tanto tiempo en llegar, se alegra por saber que terminó llegando.

Un guerrero sabe que los fines no justifican los medios.

Porque no existen fines; existen solamente medios. La vida le lleva desde lo desconocido hacia lo desconocido. Cada minuto está revestido de este apasionante misterio: el guerrero no sabe de dónde vino ni hacia dónde va.

Pero no está aquí por casualidad. Y se alegra con la sorpresa, se encanta con los paisajes nuevos. Muchas veces siente miedo, pero esto es normal en un guerrero.

Si sólo piensa en la meta, no conseguirá prestar atención a las señales del camino; si se concentra solamente en una pregunta, perderá varias respuestas que están a su lado.

El guerrero de la luz sabe que no es valiente quien no tiene miedo, si no quien a pesar de tenerlo se enfrenta a el.

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