Lo confieso. En medio de esta canícula veraniega del mes de Julio, feroz como pocas se recuerdan, las reflexiones del General Dávila en torno a Annual, por lo certeras e irrefutables, me han revuelto el alma transportándome a escenarios pretéritos de tan hondo significado militar e incluso político que, como dilucidaba el complejo “Expediente Picasso” señalaba responsabilidades de todo tipo; desde las puramente militares hasta las de Gobierno e incluso del Estado. El desastre militar fue de tal magnitud, que no solo arrostró la ingente pérdida de efectivos, con su Comandante General al frente, sino que supuso la caída del fugaz Gobierno presidido por el Sr. Allendesalazar. La tramitación en el Parlamento de las conclusiones de la investigación del General Picasso propiciaron el golpe militar del General Primo de Rivera, que tolerado por el rey Alfonso XIII, arrostraría finalmente su renuncia y exilio, aunque no la abdicación de sus derechos dinásticos.
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Monte Arruit. La posición de Monte Arruit tal como se la encontraron los españoles cuando se recuperó.
No es mi propósito apostillar la vibrante descripción del General Dávila, pero me niego a dejar el relato en el punto en el que él lo dejó:  la alevosa masacre de cerca de 3.000 militares españoles en Monte Arruit que culminó aquel desastroso “desastre de Annual”, sin continuar la reflexión y arrojar un punto de esperanza ante tales desmanes. Me gustaría reivindicar en este momento – insisto en lo de este momento – las palabras del TCOL Valenzuela, que sustituyó a Millán Astray en el mando de La Legión, y operando con ella, encontraría gloriosa muerte en las peñas del monte Tahuarda , precisamente en la recuperación de todo lo que en Annual se había perdido: “Nuestra Raza aún no ha muerto”. Pero no adelantemos acontecimientos. Imagen1
“Primero fue Abarrán, algo sin importancia… después el desastre” sintetizaba el General Dávila al final de su serie sobre Annual. En efecto, habíamos tocado fondo. En lo que a la parte oriental del Protectorado se refiere, la desfondada Comandancia General de Melilla, a la que se había trasladado con urgencia el Alto comisario, General Berenguer, tenía que hacer frente a un angustioso dilema: socorrer a los sitiados en Monte Arruit o concentrarse en la defensa de la plaza, abierta en aquel momento y sin apenas guarnición. En una muy cuestionable decisión, al menos desde el punto de vista militar, se decidió por esto último. 3.000 soldados españoles fueron masacrados o hechos prisioneros.
El Rif impone su ley. Históricamente todas las agresiones contra la plaza de Melilla han tenido lugar en el verano, al finalizar la recogida de las cosechas. Y el Mar de Alborán también impone la suya: los refuerzos desde la Península llegan tarde, improvisados y los efectivos que acuden han de dividirse entre los necesarios para acantonar a las propias unidades, con los servicios de guarnición y los que quedan para operar. Así sucedió también en esta ocasión. Desde Madrid, se toman decisiones para sostener Melilla cuanto antes. Al amanecer del día 24, tres días después de la orden de retirada en Annual, llega a la plaza desde Almería un Batallón del Rgto. de La Corona muy mermado de personal y equipo. Decepción entre la población. La I y II Banderas de Legión, con los Regulares de Ceuta, llegan unas horas más tarde a bordo del vapor de Cádiz. Imagen1 Pero su periplo hasta la angustiada plaza ha sido diferente. Los legionarios se encontraban operando en la Cabila de Beni Aros, zona occidental del Protectorado, prestos a caer sobre Tazarut, la fortaleza de El Raisuni. ¿Recuerdan? El que desafió al General Silvestre. En el campamento  Rokba el Gozal su jefe, el TCOL Millán Astray, recibe la orden de “acudir al fuego” tienen que realizar una titánica marcha de 100 kms en  jornada y media hasta llegar a Tetuan, sin manifestar si están cansados, aunque muchos lleguen reventados. Sin quejarse de fatiga, ni de dolor, ni de hambre, ni de sed ni de sueño. De allí en ferrocarril se trasladan a Ceuta se juntan los legionarios de la I y II Banderas y con los regulares de Ceuta embarcan la noche del 23 y a mediodía del 24 desembarca en Melilla. Una vibrante arenga del Jefe de La legión nada más atracar en el puerto de Melilla, seguida por el desfile de aquellos soldados, de sudorosos rostros, con sus uniformes diferentes, marchando decididamente por las calles de la ciudad, levanta definitivamente las esperanzas y el ánimo de la población. Tras ocupar las posiciones que cierran los accesos a Melilla y establecer los servicios de seguridad, regresan por la noche a la ciudad. Así lo cuenta el comandante Franco en su “Diario de una Bandera”
  • Al regresar esta noche, cruzamos por la población regulares y legionarios, los jefes en cabeza, juntos, y los soldados, uniendo sus filas han constituido una columna de a ocho. Así desfilan ante el pueblo, los que hermanados combaten” –
Lo demás es historia que pueden consultar en cualquier obra al respecto. Lo que quería yo poner aquí de manifiesto es que la moral no suple a las ametralladoras, pero sí que actúa como multiplicador de hombres, de raciones o de municiones. En definitiva, de eficacia. En el combate como en la vida.
La población española, pasada la conmoción, reaccionó de manera muy vigorosa. De forma muy diferente a su reacción tras la pérdida de Cuba y Filipinas apenas dos décadas antes, o de los episodios del Barranco del Lobo de 1909. Por doquier se producen donaciones para ayudar a solventar la situación de los heridos y reforzar la guarnición de Melilla, en los espectáculos, corridas de toros, tómbolas benéficas. Puede decirse que hubo una respuesta unánime. Desde los vascos, que financiaron la adquisición de un “tanque vizcaíno”  pasando por los catalanes que abrieron una oficina de enganche para el “Tercio de voluntarios catalanes” hasta la aristocracia donó edificios para acoger heridos o acudió con servicios personales, como la Duquesa de la Victoria, que se puso al frente de una suerte de cuerpo de enfermeras; el pueblo español se volcó. Diríase que la población española había alcanzado “la línea de máxima resistencia” de la que hablaba el Teniente general Alamán en un agudo artículo en este mismo blog hace un par de meses.
El nuevo gobierno de Antonio Maura, con su nuevo Ministro de Defensa Juan de La Cierva, hicieron lo ímprobo por reforzar la Comandancia General de Melilla, que en poco tiempo acumuló hasta 60.000 efectivos, pero de nuevo con todo tipo de improvisaciones: ametralladoras, tiendas de campaña, ¡agua! En fin, la historia se repite. Con ocasión de la “Crisis de Perejil” en 2002 ¡también en el mes de Julio! Hubo que llevar en helicóptero a las islas y Peñones alambre de espino e incluso arena, para llenar los sacos terreros con los que mejorar sus disposiciones defensivas.
Puede resultar un ejercicio ocioso determinar ahora lo que se pudo haber hecho y no se hizo para evitar el desastre. Es un ejercicio que exige muchos ¿por qué? : En cualquier caso, tal ejercicio no se puede extraer de su contexto histórico y social. Errores militares, desde luego, exhaustivamente recogidos las responsabilidades en el expediente Picasso: ¿Por qué se decidió cruzar el Río Amekrán? ¿De qué manera se ocupó Abarran? ¿Por qué no se socorrió adecuadamente Igueriben? ¿Cómo se ordenó retirada? Y lo que es peor, ¿cómo se abandonaron a los sitiados en Monte Arruit? Pero las responsabilidades alcanzaban más alto, mucho más alto. ¿qué situación de precariedad, efectivos y recursos padecían las Comandancias Generales para abordar la misión que se les había confiado de pacificar el Protectorado? ¿Cómo interferían las Juntas de Defensa en las decisiones de la cadena de mando? ¿Cómo afectaba todo ello a la disciplina, a la moral de unas tropas de cuota  a las que se les había quebrado la más mínima justicia social?
Hoy es 21 de Julio. Triste nonagésimo cuarto aniversario del día que comenzó todo aquello. Ocasiones para el recuerdo y la reflexión a las que nos ha traído de la mano el Gral. Dávila. Yo he pretendido, al hilo de tales reflexiones, encarar la más dura de todas. ¿Tan torpe e in efectivo era el Ejercito Español de entonces?
Lo cierto es que no estaba articulado, equipado ni  instruido para hacer frente a esa guerra tan cruel – sin cuartel – que las harcas rebeldes plantearon después de Annual y Monte Arruit. ¡Qué razón tenía el TCOL Valenzuela. “¡Nuestra raza aún no ha muerto!  La vigorosa , aunque apresurada reacción del gobierno y toda la nación detrás;  con los legionarios y regulares en punta de vanguardia de un nuevo modelo de servir y de operar, esta vez sí, se encargaron de ponerlo de manifiesto. Imagen2 Pero aún hubo de transcurrir otro penoso lustro para que finalmente, uniendo los viejos axiomas de Voluntad de vencer, acción de conjunto y sorpresa, se diera con la solución al problema de la insurrección del Rif, precisamente llevando la acción militar a su centro de Gravedad: La Cabila de Benurriaguel en la Bahía de Alhucemas. Esta vez en septiembre, claro que entonces no eran los rifeños quienes tomaron la iniciativa. Imagen3  Fue el Gobierno de la Nación, encabezado por su presidente, El Gral. Primo de Rivera, teniendo en cuenta el concierto internacional, con la elaboración de un ambicioso, creativo y no exento de riesgo plan de operaciones. Y por supuesto, con los legionarios y regulares en vanguardia.
Pero esa es ya otra historia. En cualquier caso, no quería dejarles con la angustia y la desazón de Annual y Monte Arruit, sino con la idea que de que el problema tenía solución. Y los militares aportaron lo suyo a ella.
Que disfruten de su bien ganado descanso veraniego y que descansen en paz los protagonistas de estas historias donde quiera que se encuentren: en el Panteón Militar de la Campaña en el Cementerio de Melilla o en las ardientes tierras del Rif. Ojalá que, además, en su recuerdo y su corazón. Imagen4
Adolfo Coloma
General de Brigada (R) del ET