¿tiene la clase alta tendencias inmorales?
La triste verdad que esconde la desaparición de una atractiva camarera en Puerto Banús
La joven camarera letona Agnese Klavina desapareció tras pasar una noche de juerga en Marbella. La policía la da por muerta y cree saber quienes son los responsables
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La noche del 6 de septiembre del año pasado la joven letona Agnese Klavina salió de fiesta con unos amigos por Aqwa Mist, una de las discotecas más exclusivas de la zona más lujosa de Marbella: Puerto Banús. Fue la última vez que se la vio con vida.
Como explicó en su día el diario Sur, sus amigos fueron abandonando el local y dejaron a Agnese sola en la discoteca. Uno de sus colegas aseguró que en el momento en el que se marchaba vio a la joven charlando con otra muchacha a quien sus amigos no conocían. Desde entonces nadie volvió a verla.
Después de siete meses de investigaciones, el pasado abril la Policía Nacional estrechó el lazo sobre los posibles responsables de la desaparición de la joven, que como cuenta La Opinión de Málaga, acaban de ser imputados. Los expatriados británicos Westley Capper y Craig Porter admitieron ante el Juzgado de Instrucción número 5 de Marbella, que investiga el caso, que abandonaron la discoteca de Puerto Banús con Klavina en el coche. Porter insiste en que se durmió nada más subir al coche y Capper afirma que dejó a la joven cerca de su apartamento en Marbella. Ambos se negaron a responder al resto de preguntas.
Pero, según asegura The Daily Mail, la Policía, que ya da por muerta a la joven, tiene una versión muy distinta de los hechos. Según el diario, los investigadores creen que Klavina fue forzada a entrar en el vehículo y los británicos la llevaron a un yate que la familia Capper tiene en Murcia. Allí, según el tabloide británico, Klavina fue asesinada y su cadáver arrojado al mar. Una versión que comparte el abogado de la joven, Fernando Scornik, que dio en TVE su versión de los hechos: "¿Cómo puede desaparecer un cuerpo sin dejar rastro? ¿Dónde está? La respuesta es obvia. Está en el mar. Su cuerpo ha sido arrojado al mar".
Hasta que el juez dicte sentencia, lo que parece claro es que, según se puede observar en la grabación del parking de la discoteca, Klavina abandonó el lugar en el coche de Capper y Porter, al parecer a la fuerza. La instrucción sigue su curso y está a la espera de los resultados de diferentes pruebas, entre ellas el análisis de los restos de ADN hallados poco después de la desaparición de Agnese en el coche y el barco de Capper.
Como deja claro el tabloide británico, Westley Capper no era un expatriado británico cualquiera –de esos que, según la BBC, están abandonando nuestro país porque “España ya no tiene nada más que ofrecer”–, su padre, John Capper, es un conocido multimillonario que se dedica a la compraventa de propiedades de lujo en todo el mundo. Una fuente de la investigación (que cita The Daily Mail) insinúa que el adinerado joven no es trigo limpio: “Westley podría no parecer el hijo de un multimillonario, pero nunca nadie le ha pedido cuentas por nada”.
Nada más salir del juzgado para declarar, los fotógrafos pillaron a los dos sospechosos aparcando en una plaza de minusválidos para tomarse un refresco. Las normas no van con ellos.
La relación entre riqueza, crimen y ética ha sido bien explorada por los psicólogos. Acumular mucho dinero no tiene por qué llevar a nadie a comportarse de forma inmoral, pero la educación y los valores que rodean a muchos hijos de multimillonarios les predispone a ser personas narcisistas, y esta sí es una característica común de los criminales, que suelen sentirse por encima del bien y del mal.
Bien es cierto que recordamos mejor los crímenes cometidos por personajes adinerados y famosos que aquellos perpetrados por individuos desconocidos y humildes, pero en el mundo hay muchos más pobres que ricos y, pese a ello, la lista de millonarios –y, sobre todo, “hijos de”– que han cometido asesinatos es alargada.
No cabe duda de que los ricos tienen más medios para defenderse, pero no siempre se salen con la suya
En Estados Unidos acaba de reditarse, con tremendo éxito, la novela de Meyer Lebin, Compulsion, que narra uno de los asesinatos icónicos de la historia criminal (que sirvió de inspiración a Hitchcock en su película La soga). En 1924, Nathan Leopold y Richard Loeb, dos hijos de multimillonarios que tenían sólo 19 y 18 años, secuestraron y asesinaron a uno de sus compañeros de colegio, de 14 años. Los jóvenes criminales cometieron muchísimos fallos, pero la policía no podía creer que la víctima, Robert Frank, otro niño de clase alta, hubiera muerto en manos de dos de sus adinerados vecinos. Aparentemente, su único objetivo era demostrar que podían hacerlo. Y lo hicieron.
Está claro que no existe nada de novedoso en las tendencias criminales de los niños ricos, pero en la actualidad los casos se cuentan a puñados. En 2013 el hijo del multimillonario brasileño Eike Batista, Thor, atropelló a un ciclista mientras conducía un deportivo de su padre. Le retiraron el carnet de conducir y le obligaron a pagar una indemnización de 350.000 dólares. Nunca abonó el dinero y varios medios le fotografiaron conduciendo todo tipo de coches de lujo. No importó. El pasado febrero la corte de Río anuló su condena.
No cabe duda de que los ricos tienen más medios para defenderse, pero no siempre los millonarios se salen con la suya. Menos suerte tuvo Antonio Boparan (y aún menos sus víctimas). Este hijo de una de las familias más ricas de Birmigham fue encarcelado por haber provocado una lesión de por vida a un bebé en un accidente de tráfico. Nada más salir de la cárcel se metió en una pelea en un bar, le sacó un ojo a un cliente y fue de nuevo privado de libertad.
El último de la larga lista de millonarios homicidas que podría acabar en la cárcel es Robert A. Durst, miembro de una de los más poderosos clanes inmobiliarios de Nueva York, y viejo conocido de los juzgados estadounidenses. En 1982 desapareció su primera mujer, que fue declarada muerta, y en 2003 fue absuelto de una acusación de asesinato. Estos días, está siendo juzgado por acabar con su amiga Susan Berman y todo apunta a que, en esta ocasión, no va a librarse.
¿Tienen los ricos una moral más laxa?
El psicólogo Paul K. Piff, profesor en la Universidad de California en Invirne, ha estudiado en profundidad como la jerarquía social y la desigualdad modelan las relaciones entre individuos y grupos. En un estudio de 2012, publicado en la revista PNAS, constató que las personas de una clase social alta tienen una mayor propensión a comportarse de forma poco ética.
Como explican Piff y sus colegas en el estudio, “las personas de clase alta cuentan con mayores recursos, libertad y independencia, lo que da lugar a tendencias sociocognitivas egocéntricas que facilitan el comportamiento poco ético”. Según demostraron estudios anteriores citados por Piff, las personas con un alto estatus socioeconómico se preocupan menos por los demás y tienen muchas más dificultades para identificar lo que siente el resto de la gente.
Todo esto no quiere decir que la gente rica tenga siempre una mayor predisposición al crimen, pero sí que les resulta más fácil delinquir. Y a la vista está. De confirmarse que Capper está detrás de la desaparición de Klavina, su crimen pasará a formar parte de la larga lista de hijos de millonarios que, creyéndose más listos que el resto, abusaron de las personas más débiles que les rodeaban, pensando, claro está, que nunca les pillarían.
Como explicó en su día el diario Sur, sus amigos fueron abandonando el local y dejaron a Agnese sola en la discoteca. Uno de sus colegas aseguró que en el momento en el que se marchaba vio a la joven charlando con otra muchacha a quien sus amigos no conocían. Desde entonces nadie volvió a verla.
Después de siete meses de investigaciones, el pasado abril la Policía Nacional estrechó el lazo sobre los posibles responsables de la desaparición de la joven, que como cuenta La Opinión de Málaga, acaban de ser imputados. Los expatriados británicos Westley Capper y Craig Porter admitieron ante el Juzgado de Instrucción número 5 de Marbella, que investiga el caso, que abandonaron la discoteca de Puerto Banús con Klavina en el coche. Porter insiste en que se durmió nada más subir al coche y Capper afirma que dejó a la joven cerca de su apartamento en Marbella. Ambos se negaron a responder al resto de preguntas.
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Hasta que el juez dicte sentencia, lo que parece claro es que, según se puede observar en la grabación del parking de la discoteca, Klavina abandonó el lugar en el coche de Capper y Porter, al parecer a la fuerza. La instrucción sigue su curso y está a la espera de los resultados de diferentes pruebas, entre ellas el análisis de los restos de ADN hallados poco después de la desaparición de Agnese en el coche y el barco de Capper.
La historia se repite
Aunque aún se desconocen muchos detalles sobre la desaparición de Klavina, parece que su historia la hemos vivido muchas veces: una joven guapa empieza a trabajar en los ambientes nocturnos de la gente pudiente, desaparece de la noche a la mañana y nadie sabe nada. Según cuenta The Daily Mail, uno de los porteros de la discoteca llegó a ser detenido por obstruir a la justicia, aunque sus cargos fueron retirados después de que reconstruyera los hechos acontecidos la noche de la desaparición de la joven.Como deja claro el tabloide británico, Westley Capper no era un expatriado británico cualquiera –de esos que, según la BBC, están abandonando nuestro país porque “España ya no tiene nada más que ofrecer”–, su padre, John Capper, es un conocido multimillonario que se dedica a la compraventa de propiedades de lujo en todo el mundo. Una fuente de la investigación (que cita The Daily Mail) insinúa que el adinerado joven no es trigo limpio: “Westley podría no parecer el hijo de un multimillonario, pero nunca nadie le ha pedido cuentas por nada”.
Nada más salir del juzgado para declarar, los fotógrafos pillaron a los dos sospechosos aparcando en una plaza de minusválidos para tomarse un refresco. Las normas no van con ellos.
Riqueza y crimen
Sería lógico pensar que las personas más adineradas tienen más que perder cometiendo un crimen que la gente humilde, quien se agarra a la delincuencia como último recurso. Pero la realidad es bien distinta.La relación entre riqueza, crimen y ética ha sido bien explorada por los psicólogos. Acumular mucho dinero no tiene por qué llevar a nadie a comportarse de forma inmoral, pero la educación y los valores que rodean a muchos hijos de multimillonarios les predispone a ser personas narcisistas, y esta sí es una característica común de los criminales, que suelen sentirse por encima del bien y del mal.
Bien es cierto que recordamos mejor los crímenes cometidos por personajes adinerados y famosos que aquellos perpetrados por individuos desconocidos y humildes, pero en el mundo hay muchos más pobres que ricos y, pese a ello, la lista de millonarios –y, sobre todo, “hijos de”– que han cometido asesinatos es alargada.
No cabe duda de que los ricos tienen más medios para defenderse, pero no siempre se salen con la suya
En Estados Unidos acaba de reditarse, con tremendo éxito, la novela de Meyer Lebin, Compulsion, que narra uno de los asesinatos icónicos de la historia criminal (que sirvió de inspiración a Hitchcock en su película La soga). En 1924, Nathan Leopold y Richard Loeb, dos hijos de multimillonarios que tenían sólo 19 y 18 años, secuestraron y asesinaron a uno de sus compañeros de colegio, de 14 años. Los jóvenes criminales cometieron muchísimos fallos, pero la policía no podía creer que la víctima, Robert Frank, otro niño de clase alta, hubiera muerto en manos de dos de sus adinerados vecinos. Aparentemente, su único objetivo era demostrar que podían hacerlo. Y lo hicieron.
Está claro que no existe nada de novedoso en las tendencias criminales de los niños ricos, pero en la actualidad los casos se cuentan a puñados. En 2013 el hijo del multimillonario brasileño Eike Batista, Thor, atropelló a un ciclista mientras conducía un deportivo de su padre. Le retiraron el carnet de conducir y le obligaron a pagar una indemnización de 350.000 dólares. Nunca abonó el dinero y varios medios le fotografiaron conduciendo todo tipo de coches de lujo. No importó. El pasado febrero la corte de Río anuló su condena.
Vïdeo: El caso de Thor Batista
Más calamitoso incluso fue el conocido como 'caso Aflluenza'. En 2013, Ethan Couch, un joven de 16 años, fue absuelto de un asesinato imprudente, que el mismo confesó, debido a su falta de autocontrol y su nula disciplina, fruto de una “educación permisiva”.No cabe duda de que los ricos tienen más medios para defenderse, pero no siempre los millonarios se salen con la suya. Menos suerte tuvo Antonio Boparan (y aún menos sus víctimas). Este hijo de una de las familias más ricas de Birmigham fue encarcelado por haber provocado una lesión de por vida a un bebé en un accidente de tráfico. Nada más salir de la cárcel se metió en una pelea en un bar, le sacó un ojo a un cliente y fue de nuevo privado de libertad.
El último de la larga lista de millonarios homicidas que podría acabar en la cárcel es Robert A. Durst, miembro de una de los más poderosos clanes inmobiliarios de Nueva York, y viejo conocido de los juzgados estadounidenses. En 1982 desapareció su primera mujer, que fue declarada muerta, y en 2003 fue absuelto de una acusación de asesinato. Estos días, está siendo juzgado por acabar con su amiga Susan Berman y todo apunta a que, en esta ocasión, no va a librarse.
¿Tienen los ricos una moral más laxa?
El psicólogo Paul K. Piff, profesor en la Universidad de California en Invirne, ha estudiado en profundidad como la jerarquía social y la desigualdad modelan las relaciones entre individuos y grupos. En un estudio de 2012, publicado en la revista PNAS, constató que las personas de una clase social alta tienen una mayor propensión a comportarse de forma poco ética.
Vídeo: El psicólogo Paul Piff explica como la riqueza cambia la forma en que se comporta la gente
En un conjunto de siete experimentos, Piff comprobó que las personas de clase alta tienen una tendencia mayor a quebrantar las leyes de circulación, adoptar decisiones poco éticas, hacerse con bienes preciados de otras personas, mentir en una negociación, hacer trampas para incrementar sus posibilidades de ganar un premio y respaldar comportamientos moralmente reprobables en el trabajo.Como explican Piff y sus colegas en el estudio, “las personas de clase alta cuentan con mayores recursos, libertad y independencia, lo que da lugar a tendencias sociocognitivas egocéntricas que facilitan el comportamiento poco ético”. Según demostraron estudios anteriores citados por Piff, las personas con un alto estatus socioeconómico se preocupan menos por los demás y tienen muchas más dificultades para identificar lo que siente el resto de la gente.
Todo esto no quiere decir que la gente rica tenga siempre una mayor predisposición al crimen, pero sí que les resulta más fácil delinquir. Y a la vista está. De confirmarse que Capper está detrás de la desaparición de Klavina, su crimen pasará a formar parte de la larga lista de hijos de millonarios que, creyéndose más listos que el resto, abusaron de las personas más débiles que les rodeaban, pensando, claro está, que nunca les pillarían.
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