España
Día 02/07/2015 - 08.13h
Historia de las 9.000 mujeres policías contada por ellas: «Nos imponíamos demostrar que valíamos tres veces más»
EFE
«Nos imponíamos a nosotras mismas demostrar tres veces más que nuestros compañeros, pero nadie nos lo exigía. Nunca me han tratado de forma diferente por ser una mujer y el respeto cuando he sido jefa ha sido absoluto». La inspectora jefa Inmaculada Leis, actual coordinadora nacional de Planes de Prevención del CNP, lleva 25 años en la Policía, catorce de ellos destinada en Información, en terrorismo islamista. Ha cambiado la maleta detrás de la puerta por un despacho. «Me encanta coger malos», admite con un atisbo de nostalgia. «Son etapas. Y ahora toca esta». Leis es una de las 153 inspectoras jefas que tiene el Cuerpo. Cuando ingresó solo había dos. Ayer en el Senado se homenajeó a las casi 9.000 agentes «con coleta» que suponen el 13 por ciento de la plantilla total y que visten su uniforme con indisimulado orgullo. La palabra vocación, inicial o tardía, se repite en todas ellas.
Concha Ramos pertenece a la segunda promoción. Pionera absoluta. Ella ingresó en 1980. Un año antes por primera vez se admitió a mujeres en una institución armada en nuestro país: eran 42 alumnas en la Escuela General de Policía. Estudiaba Derecho. Ahora es comisaria (son 20 en total) y ejerce con polivalencia en el Gabinete del director general de la Policía, Ignació Cosidó. Durante más de dos décadas perteneció a la escolta y a la sección de contravigilancias de Casa Real. Su trabajo era proteger a las entonces Infantas Doña Elena y Doña Cristina. Esta mujer, madre de dos hijos, admite que no ingresó por vocación sino como una oportunidad de futuro. «Ahora la Policía es mi vida. Me ha permitido experiencias increíbles, desde dormir en un palacio -pese a mi origen humilde- hasta conocer a todo tipo de personas».
Isabel es policía y lleva 22 años en la Unidad de Intervención Policial (UIP), subida a un furgón con su pelo rubio y sus modales de «camionero», dice entre risas, como uno más. De los 620 agentes con que cuenta la UIP en Madrid, solo diez son mujeres. La llaman «la mama» y «la rubia». «Los compañeros nos querían proteger al principio como si fuéramos débiles. Era paternalismo más que rechazo. Novedad», argumenta en clara coincidencia con la comisaria. Para Isabel, que fue jardinera municipal y trabajó en un hospital psiquiátrico antes de aprobar la oposición, el uniforme y las botas forman parte de ella. «Mis compañeros son mi familia. Esas furgonetas se saben nuestras vidas», dice.
Vidas de cuadrantes imposibles, de tirar de los padres o los hermanos o una canguro esporádica, de no llegar a las notas o a la función del cole. La inspectora jefa Carmen Pastor sabe mucho de esos no horarios. Media vida en «la Pringue», como se conoce a la Policía Judicial. Es la jefa de la Sección de Homicidios y Desaparecidos del CNP. Su último gran caso fue el del asesino José Bretón. Ella hablaba a diario con Ruth Ortiz, la madre de las criaturas. En 2002 tras diez años en el grupo de Homicidios de Madrid cambió de vida. Un delincuente de permiso asesinó a su pareja profesional de una década. Lleva en la Policía desde 1982. Es difícil verla perder la sonrisa o la calma pese a la rugosidad de cada caso que pasa por su mesa. «Las mujeres somos muy necesarias en el Cuerpo. Hay interrogatorios, vigilancias, determinados hechos donde es mejor que estemos. Nos complementamos perfectamente».
Tres de las cuatro son madres. Ninguna se queja de la conciliación ni de discriminación, aunque de refilón reconocen que a veces te encuentras un tufillo machista, por ejemplo cuando tu hijo enferma y te llaman del colegio. No más que en otras profesiones. «Yo tengo a los compañeros como una vela. Pero el respeto es absoluto», insiste Isabel. Ese es el mensaje que se traslució ayer en el Senado en la «I Jornada de Mujer, Igualdad y Conciliación en la Policía Nacional», inaugurada por el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz y a la que asistió el director general del Cuerpo, Ignacio Cosidó y el presidente del Senado, Pío García-Escudero.
Cuatro décadas con rostro de mujer en las que se ha pasado de 605 mujeres a 6.500 policías, un millar de oficiales, más de 500 subinspectoras, casi 650 inspectoras, 153 inspectoras jefas, 20 comisarias, algunas jefas superiores como María Marcos, al frente de la Jefatura de León, y una comisaria principal, Pilar Allúe, al frente de la Comisaría General de Policía Científica. Han llegado a casi todas las especialidades y han imprimido mando. Ya solo falta una directora de la Policía. O una número dos. En Senegal, ya ha ocurrido.
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