Palmer, con otro león
¿Sabe usted que quedan muchos menos leones africanos que elefantes (africanos o asiáticos) o que la mayor parte de las especies de ballenas? Hay unos 30.000 leones en todo el mundo, frente a unos 700.000 elefantes africanos y alrededor de 40.000 asiáticos (en ese continente, concretamente en India, hay también 400 leones de la subespecie de la que habla en la Biblia, que adorna los bajorrelieves asirios del Museo Británico y cuyos rugidos se oían a las puertas de Atenas en la época presocrática).
Así que la muerte del famoso Cecil, atraido por un cebo que le hizo salir del Parque Nacional de Hwange, en Zimbabue, donde hubiera sido ilegal matarlo, ha provocado una bronca considerable, más aun porque el león es un animal totémico. Cecil era un ejemplar totémico de una especie totémica.
Pero dejemos de lado el tótem y tratemos de mirar los hechos y pensar qué consecuencias podemos sacar del incidente. Aquí van algunas.
Primera: El cazador, un dentista de Minneapolis llamado Walter Palmer, ya puede ir pensando en cambiar de nombre. Y tal vez de empleo.
Obsérvese, si no, la página de Yelp en la que sus clientes-y los que no lo son-dan su opinión sobre la consulta del dentista, con mensajes de la talla de:
"¡Tú miserable ser humano! Es una condenada vergüenza que no haya váteres en vez de estrellas para evaluar a alguien como tú. ¿Qué te parece mi idea, Yelp?
Hay algo como el karma, señor Palmer, y tú vas a enterarte cuando tus pacientes dejen de financiar tu entretenimiento de psicópata. ¡Tendrás suerte si puedes seguir pagando la hipoteca!
¡Tendrían que tirarte en mitad de Zimbabue, para que los leones tengan su turno y hagan un poco de cacería de dentista!"
O de:
"Llevé a mi león al dentista y el resultado me horrorizó.
Bromas aparte, espero que mueras de forma dolorosa".
Lo cierto es que tampoco es para tanto. Lo que hizo Palmer es legal. Y, aunque no lo fuera, normalmente los cazadores de estos trofeos no tienen ni idea de las reglamentaciones, en buena medida porque en ciertos países (y Zimbabue, que está regalando rinocerontes a China a cambio de ayuda economica, es un ejemplo de ello) las reglamentaciones son, por así decirlo, flexibles.
Segunda: Hwange actúa como una incubadora de leones para que los cacen. Como los Parques Nacionales de Tarangire, Katavi y Serengeti en Tanzania; o Luangwa, en Zambia; o Chobe y Moremi, hasta que Botsuana prohibió la caza de leones. O Kruger, en Sudáfrica, donde este mismo año se produjo un escándalo cuando una empresa de safaris de EEUU ofreció a sus clientes cazar los leones del parque, simplemente atrayéndolos fuera de éste con cebos.
Y es que lo que hizo Palmer es normal.
Las reservas de caza no son capaces de mantener poblaciones estables de animales codiciados como trofeo, sino que 'parasitan' a los parques nacionales. Claro que también hay quien le da la vuelta, y que señala que precisamente esas reservas actúan como un colchón ('buffer') que da protección extra a los parques. Entre quienes defienden esa postura se encuentra Craig Packer, de la Universidad de Minnesota, el mayor experto en leones del mundo.
Hwange produce leones para que los maten en sus lindes. Así lo explica Andrew J. Loveridge, el biólogo de la Universidad de Oxford que hizo famoso a Cecil, en este artículo, en el que relata cómo, entre 1999 y 2004, los cazadores deportivos mataron el 72% de los leones machos que él había marcado en el Parque.
Para que una población de leones sea viable, solo puede matarse entre el 4% y el 10% de los machos cada año. En el parque Nacional de Katavi, en Tanzania, el 28,4% de los machos acaban cada año siendo 'invitados' a salir-vía cebos-a la vecina reserva de caza de Selous para ser convenientemente despachados por los cazadores.
Y ésa es la clave: los países no quieren renunciar a la pérdida de ingresos que supone la caza de leones. En Tanzania, que tiene la mayor población de estos animales del mundo, los leones solo suponen el 4% de los trofeos, pero son el 12% de los ingresos por licencias de caza. Si solo se matara el número sostenible habría muy pocas licencias. Y poco dinero.
Eso se debe a que el número de leones adultos en una población es usualmente del 40%. A su vez, el porcentaje de machos adultos es de tan solo entre el 25% y el 33%. Eso se debe a que los peores enemigos de los leones son los propios leones-sobre todo los machos-.
O sea que, de los entre 1.000 y 7.000 leones que se estima que hay en Selous, en Tanzania, solo podrían cazarse un mínimo de 4 y un máximo de 40 al año (este estudio lo eleva a 46, pero incluye la periferia de Selous). ¿Número de licencias que se conceden? 140.
Los leones han reaccionado a esa presión pariendo más machos. Pero ni por ésas. En el valle de Luangwa, en Zambia, el número de machos es de apenas el 8%. Eso hace que la población todavía se hunda más, porque tan pocos machos no son capaces de proteger sus territorios y el infanticidio se convierte en una constante.
Tercera: A Walter J. Palmer le han timado. Ha pagado 55.000 dólares (49.700 euros) por matar a un burro. El burro se llamaba Cecil, y tenía forma de león. Pero su hazaña es como pegarle un flechazo a un burro y, dos días más tarde, matarlo a tiros.
En cualquier parque africano famoso (como Hwange) los animales están cansados de ver gente. Y más los leones que, en las zonas en las que están protegidos, no tienen ningún sentido de alerta. (Por eso, precisamente, muchos antropólogos creen que el león tiene tanto atractivo para el ser humano, porque es un animal que no tiene la pose huidiza y cauta del más grande y agresivo tigre, por poner un ejemplo).
De modo que cazar leones a la puerta de un parque nacional como Hwange es muy fácil.
Y es ahí donde se les suele cazar.
Cecil, que llevaba un radiocollar, tenía que estar muy acostumbrado al ser humano. Aunque hay casos peores. A este león, protagonista de la escena televisada más famosa de la especie (a partir del minuto 2 y 12 segundos), lo mataron cuando estaba montando a una hembra a las puertas del Parque Nacional de Chobe, en Botsuana. El pobre bicho estaba tan acostumbrado a que Dereck y Beverly Joubert lo filmaran que el matarife (no es propio llamarlo cazador) ni se bajó del coche para despacharlo.
Leones machos haciendo lo que mejor saben (dormir) en Masai Mara hace siete años. Era una coalición de cinco machos que se acabó haciendo famosa y hasta tiene su página de Facebook: Notch, the Lion-King of Masai Mara and his Five Sons.
Cuarta: Es posible que la muerte de Cecil sea un ejemplo de gestión sostenible de los recursos naturales. Es una carambola, una casualidad. Pero un hecho.
Cecil tenía 13 años. A esa edad los machos están para morir. En libertad, un león macho suele vivir 12-14 años; una hembra, unos 16-18 (en cautividad duran mucho más, y el récord lo tiene, encima el macho del zoo de Kabul, Marjan, quien sobrevivió 25 años en los que le pasó de todo, como cuando le tiraron tres granadas de mano que le tiraron y que le dejaron ciego y sin un solo diente; solo la intervención de Médicos Sin Fronteras le salvó y le dio otros 7 años de vida).
Así que a Cecil le quedaba poco tiempo de vida activa para controlar el territorio y proteger a sus crías. Probablemente, éstas estaban ya en peligro, porque un macho de 13 años no está en la plenitud de su vigor para defender a su descendencia de otros machos (y, a veces, también de las hembras de otras manadas), de las hienas, de los leopardos y de los búfalos.
Si un león genera 14.800 dólares anuales en turismo (de acuerdo, en Uganda, un país que no ha pasado por la crisis política de Zimbabue, donde ha habido años en que no han tenido casi turistas por la inseguridad), resulta que Cecil ha producido en sus 13 años 192.400 dólares, a los que hay que sumar los 55.000 dólares de la licencia para que el dentista de Minneapolis Walter J. Palmer lo matara. En total, 247.400 dólares, o 223.602 euros.
Ésos son los ingresos medios de 266 ciudadanos de Zimbabue, de acuerdo con los datos del Banco Mundial.
Claro que también cabe otra opción: que Cecil estuviera todavía en control de un territorio con una o varias mandas de hembras porque precisamente toda su competencia hubiera sido tiroteada (o muerta a flechazos). Si ése fuera el caso, no es que su muerte fuera una muestra de sostenibilidad en la gestión de los recursos naturales, sino de que su existencia era una señal de que en Hwange se están quedando, como en todas partes, sin leones.
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