domingo, 26 de julio de 2015

'Operación Púnica' El arte de tocarse los huevos

VIDAS.ZIP

 

Jose Miguel Moreno, ex diputado del Partido Popular en Madrid,...
Jose Miguel Moreno, ex diputado del Partido Popular en Madrid, imputado en el caso Punica, en la AN. OLMO CALVO
Ahora que lo sabemos todos, es casi inevitable retrotraerse al momento en el que lo supo el primero. Qué pensaría ese o esa guardia civil que escuchaba el teléfono pinchado cuando el héroe de este cuento soltó la frase que lo retratará para siempre:
-Prepárame pasta, que me voy de vacaciones.
Tampoco hay que ser demasiado imaginativo. Pensaría lo mismo que pensamos todos los contribuyentes que lo averiguamos bajo el calor canicular de este fin de semana de julio. El tipo que recibe el pedimento no pone la pasta que el pedigüeño, diputado autonómico y ex alcalde para más señas, le reclama para poder hacer frente a sus gastos de recreo, dado que, según su propia confesión, se funde todo lo que gana. Esa pasta, previamente sisada de contratos públicos adjudicados a precios indebidos, gracias a la connivencia con, entre otros, el manirroto parlamentario, la ponemos todos y cada uno de los que abonamos los múltiples impuestos que gravan nuestra existencia. El albañil o el administrativo o el ingeniero que entrega al fisco una parte de su jornal; el ciudadano o ciudadana que palma el 21% de IVA sobre casi todas sus facturas, lo mismo si tiene capacidad contributiva como si no; la viuda que no llega a fin de mes pero tiene que apartar para pagar el IBI de su piso.
Cuando el diputado le dice al conseguidor que le prepare la pasta, en realidad nos interpela a todos los que día a día, con el sudor de la frente o el desgaste de nuestras meninges, llenamos la hucha de donde el que lo compró saca los euros para pagar su mordida. Nos pide, y sin oírle ni ser conscientes de ello le concedemos la petición, que le alleguemos la pasta que necesita para sus vicios, tras fundirse la que cobra por representarnos.
Por representarnos... Valga la licencia poética.
Y es que en la misma conversación desliza otra perla con la que terminará de grabar su nombre, no precisamente en letras de oro, en los anales de la democracia hispana y planetaria:
- Aquí estoy, tocándome los huevos, que para eso me hice diputado.
Con sólo tres palabras, nuestro héroe ha culminado una proeza homérica: la de echar abajo el discurso levantado durante décadas por cientos (o miles) de candidatos y diputados electos. Las promesas de todos ellos de dejarse la piel por sus conciudadanos, la retórica sobre la importancia de la labor legislativa, la solemnidad con que se dicen portavoces del pueblo o padres de la patria quienes ocupan un escaño, el aura que en razón de esa condición los reviste y lleva a otorgarles tratamiento de señoría, aforamientos, dietas, prebendas y honores sin cuento.
Todo ese blablablá, gracias a la intimidad y la franqueza de una conversación que no debía ser escuchada, y menos aún grabada, y menos aún difundida a los cuatro vientos, queda refutado por la contundente descripción del trabajo del diputado como el arte de tocarse los huevos. Ahora vendrán sus pares, empezando por los que fueron elegidos bajo sus mismas siglas, a rasgarse las vestiduras, hacer toda clase de aspavientos y marcar toda la distancia posible con el indeseable, al que le negarán incluso la mención de su nombre y apellidos para degradarle a la más ominosa categoría concebible: la de 'ese señor'.
De nada servirá. Los secretos lo son, solamente, hasta que el primer bocazas los echa al aire. O los cuenta por un teléfono que sólo un necio, con lo que está cayendo, no se imagina que haya podido ser intervenido. Ahora ya está dicho, y también escuchado. Ahora ya nadie puede borrar que un patán semejante se permitió jactarse de tocarse los huevos mientras teóricamente nos representaba y en realidad se aplicaba a robarnos.
Fallo del sistema. No bastará con ponerle un parche

No hay comentarios:

Publicar un comentario