El principal imputado en el caso Púnica encaja sin alterarse el tsunami de noticias que han inundado los medios después de que el juez Velasco levante el secreto del sumario
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Hace un año, el exvicepresidente del Gobierno de Madrid, Francisco Granados, preparaba su viaje a Marbella para comer con el ministro de Economía, Luis de Guindos, ir al cumpleaños del presidente de Sacyr, Manuel Manrique, y dar una vuelta en el yate de su amigo banquero en Puerto Banús. Hoy, sin embargo, se toma con deportividad el levantamiento del secreto de sumario del caso Púnica, investigación de la Guardia Civil que le sitúa como uno de los cabecillas de una trama de corrupción basada en la adjudicación de contratos públicos a cambio de mordidas y otros favores.
Granados ha recibido con normalidad desde su nueva residencia en Estremera el tsunami de noticias que vienen apareciendo en los medios desde el pasado jueves, cuando el titular del Juzgado número 6 de la Audiencia Nacional, Eloy Velasco, abrió el sumario a las partes. Un total de 60 tomos irrumpían de golpe en las redacciones de los diarios y comenzaban a ser analizados por decenas de periodistas, que hacían informaciones con el mínimo detalle novedoso de la investigación.
El principal imputado, sin embargo, ni se inmutaba desde su celda de la prisión de Estremera, donde –según fuentes penitenciarias consultadas– seguía jugando a las cartas, comiéndose todo lo que le ponían, integrado con el resto de presos y haciendo vida normal. Su abogado, Enrique Molina, le ha visitado en una ocasión desde que se levantó el secreto, gesto entendido también dentro de la normalidad de la estrategia de defensa.
El que durante muchos años se ha tratado codo con codo con los grandes empresarios y responsables políticos del país comparte ahora rejas con reclusos de todo tipo, come y duerme junto a los ronquidos de esos presos en la prisión que él mismo inauguró cuando todo le sonreía. Lejos quedan ya los paseos en el yate de Javier López Madrid y los encuentros con ministros en la playa.
Granados ha recibido con normalidad desde su nueva residencia en Estremera el tsunami de noticias que vienen apareciendo en los medios desde el pasado jueves, cuando el titular del Juzgado número 6 de la Audiencia Nacional, Eloy Velasco, abrió el sumario a las partes. Un total de 60 tomos irrumpían de golpe en las redacciones de los diarios y comenzaban a ser analizados por decenas de periodistas, que hacían informaciones con el mínimo detalle novedoso de la investigación.
El principal imputado, sin embargo, ni se inmutaba desde su celda de la prisión de Estremera, donde –según fuentes penitenciarias consultadas– seguía jugando a las cartas, comiéndose todo lo que le ponían, integrado con el resto de presos y haciendo vida normal. Su abogado, Enrique Molina, le ha visitado en una ocasión desde que se levantó el secreto, gesto entendido también dentro de la normalidad de la estrategia de defensa.
El que durante muchos años se ha tratado codo con codo con los grandes empresarios y responsables políticos del país comparte ahora rejas con reclusos de todo tipo, come y duerme junto a los ronquidos de esos presos en la prisión que él mismo inauguró cuando todo le sonreía. Lejos quedan ya los paseos en el yate de Javier López Madrid y los encuentros con ministros en la playa.
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