jueves, 23 de julio de 2015

Españoles en Londres, la “clase pobre” del paraíso anglosajón

 

 

NO ES TAN BONITO COMO LO PINTABAN

¿Qué pasa con los jóvenes que salen a buscarse la vida en una de las ciudades donde más dinero se mueve? Varios españoles emigrantes desvelan la cara más fea de la esclavitud moderna

Foto: Foto: El Confidencial
Foto: El Confidencial
Les prometieron que en el extranjero no les faltarían oportunidades, pero nadie les advirtió de la situación de “semiesclavitud” que su futuro jefe sin escrúpulos tenía preparada para ellos. Tampoco se imaginaban lo 'chungo' que sería llegar a fin de mes, tan difícil que tendrían que compartir habitación con tres personas al precio de 500 euros al mes por cabeza.
“No te preocupes, en Londres encuentras trabajo en cuatro días”. Y así fue, pero… ¿a qué precio? 54,3 horas semanales pagadas a 6,5 libras en una de las ciudades más caras de Europa es una de las ofertas más tentadoras que le ofrecieron a Sandra, una educadora infantil que decidió probar suerte en Londres para aprender inglés, como tantos otros.
Sandra y Álvaro intentan salir adelante en una de las ciudades preferidas por los españoles para emigrar.
Sandra y Álvaro intentan salir adelante en una de las ciudades preferidas por los españoles para emigrar.
La persona que la contrató para vender burritos en una camioneta mexicana aprovechó su desconocimiento del idioma para hacerle firmar un contrato de dudosa legalidad. “¿Cómo que treinta horas semanales? Si yo trabajo casi el doble...”, se indigna esta joven de 23 años. Sandra disimula sus ojeras como puede, pero no es fácil después de jornadas maratonianas de catorce horas non-stop un día sí y otro también. Acostumbrada a llegar a casa de madrugada, ya ha perdido la cuenta del número de días libres que le han negado. “Es una faena vivir con estos trabajos porque gastas lo que ganas, te pasas todo el día trabajando, comiendo el mismo burrito de mierda y cuando sales, lo único que te apetece es dormir”, cuenta con resignación.

Horas extras por la cara

Tampoco ha sido una experiencia maravillosa para Janire, una periodista que estuvo un año trabajando de dependienta para una “firma pija” con la que sacaba dinero para comer, malvivir y poco más. “Yo trabajaba entre once y doce horas diarias pero sólo me pagaban ocho. Jamás me han pagado horas extra y a mis compañeras del sector tampoco”, asegura. Totalmente bilingüe en inglés y con varios años de experiencia –como becaria– en el mundo del periodismo, la falta de oportunidades en España la empujó a buscarse la vida en una ciudad “extremadamente cara” donde “no se puede tener una vida digna” con un sueldo como el suyo.
Janire pagaba 410 libras por una cama en una habitación triple donde los huéspedes cambian casi cada semana
Tenía derecho a baño y cocina compartido con otras 20 personas. “No podía permitirme otra cosa que tirar de un tupper de macarrones para toda la semana o cenar leche con cereales para ahorrar. Tampoco te relacionas mucho porque ni siquiera te sobra dinero para ir a tomar algo”. La que sí gana lo suficiente para vivir –aunque sin grandes lujos– es Vicky, una enfermera que salió del paro gracias a la falta de mano de obra en la capital británica. “Están muy cortos de personal, es horrible… tenemos que asumir el trabajo de dos o tres personas”, relata esta madrileña de 24 años. De momento está contenta con su sueldo –1.500 euros al mes de base–, pero no con el trabajo que desempeña: “Me pusieron donde nadie quiere ir, sin darme training porque faltaban manos. Aunque soy enfermera, allí te consideran como una auxiliar: haces camas y lavados. Es un retroceso a nivel profesional”.
Sí reconoce que oportunidades no faltan, una visión que comparte Álvaro. Este universitario especializado en relaciones públicas trabaja en el sector de la hostelería, “la puerta de entrada para la gente con cualificación”. En su opinión, a los jóvenes españoles que ponen rumbo a Londres les esperan trabajos muy duros y muchas veces en condiciones infrahumanas. “Aquí son más parecidos a nosotros de lo que nos pensamos porque al final el estilo de vida es igual: lo mismo te da ganar 3.000 en España que 7.000 aquí, porque la vida es mucho más cara”. Una habitación en “un barrio decente” cuesta unas 700 libras de media.

Trabajar a golpe de teléfono

Alberto, de 27 años, vive en Reino Unido desde que tenía 22.
Alberto, de 27 años, vive en Reino Unido desde que tenía 22.
Pero lo cierto es que una buena parte de los emigrantes de nuestro país no llegan ni a 1.000 libras, como Alberto. Con más de cinco años de experiencia en hoteles y bares, se queja de que sus empleadores se queden con las propinas y le hagan trabajar “a golpe de teléfono”, como en un restaurante con terraza donde sólo le llamaban cuando hacía bueno. “No puedes planificar nada. En algunos sitios te hacen contratos de cero horas para poder disponer de ti cuando quieran. Si te quejas mucho, te dejan de llamar y ya está. No hace falta ni que te despidan”.
Esta situación es posible porque en Reino Unido los contratos son “papeles en blanco” que firma el empresario y el trabajador. “Al pactar las condiciones, quien tiene el poder es el primero. Sus empleados pueden trabajar más o menos en función de las necesidades de la empresa. La flexibilidad es absoluta”, explica Javier Santacruz, profesor de Economía de la Universidad de Essex, en una entrevista con El Confidencial.
Esta flexibilidad deja desprotegidos a los trabajadores, cuya única opción para denunciar abusos laborales es rascarse el bolsillo para pagar a un abogado “que busque entre montones de sentencias para ver si ese caso se ha llevado a tribunales antes”. Este periódico ha intentado ponerse en contacto con la embajada británica en Madrid, pero no ha obtenido respuesta.

La utopía del ahorro

“Aquí vives para trabajar y ahorrar es una utopía”, asegura Álvaro. Su novia Sandra suscribe sus palabras, pero con un matiz: “En Londres se mueve mucha pasta y los británicos dejan bastante propina. Haces 7.000 libras al día en la camioneta para que luego te paguen el salario mínimo y no te den ni un refresco para comer”.
Está claro que hay dos clases de vida: para que haya ricos tiene que haber pobres
Pero… ¿somos realmente la “clase pobre” del paraíso anglosajón? “Sí lo somos, junto con los italianos, portugueses… el sur de Europa. Los ingleses son muy elitistas y creen que no vamos a estar cualificados para según qué trabajos. Nos consideran una plaga y nos miran con desprecio”, opina Janire. Esta joven de 24 años critica la “superioridad moral” de los locales y está convencida de que la mayoría de los españoles hace el trabajo que nadie quiere desempeñar, incluso aunque tengan formación. “Casi todos los que he conocido son gente con carrera universitaria y con buen nivel de inglés, y ninguno está trabajando de lo suyo. Lo máximo que conozco es una fisioterapeuta que está de masajista cobrando cuatro perras”, explica. Santamaría estima que hay como mínimo unos 65.000 españoles en Londres. Según el INE, el año pasado emigraron 78.785 españoles. Sus destinos preferidos fueron Reino Unido, Francia y Alemania.

Los últimos de la cola

Para Álvaro, los españoles son “los últimos de la cola”, sobre todo en sectores como la hostelería. Cocinas mal aclimatadas, exceso de horas o falta de información por parte de la empresa son algunas de las carencias que denuncia: “A las empresas les interesa tenernos mal informados para que no podamos reivindicar nuestros derechos. Se aprovechan de las personas que no tienen nada en su país para exprimirlas al máximo”. Según Sandra, la mayoría de los españoles expatriados en esta ciudad responden lo mismo cuando les preguntas qué tal: “Hasta las narices”. “Antes de venir no te avisan de lo explotada que te van a tener”, se queja Vicky. En un día normal hace las funciones de enfermera, auxiliar, camarera –tiene que servir las comidas a los pacientes– y secretaria –arregla todo el papeleo–. “Haces muchas cosas que no están estipuladas en el contrato”, protesta también Janire.
Janire habla un inglés perfecto gracias a su experiencia en Londres, Los Ángeles, Montreal y Boston.
Janire habla un inglés perfecto gracias a su experiencia en Londres, Los Ángeles, Montreal y Boston.
“Sin duda, la inmensa mayoría de los emigrantes se esperaba otra cosa. Sobre todo hace unos años, cuando la gente iba convencida de que se iba a encontrar con un paraíso”, señala Santacruz, especialmente crítico con la situación de personas que no encuentran un empleo acorde a su cualificación. "La vida real no es lo que sale en Españoles por el mundo", opina Alberto. Pero muchos ya han escarmentado y ahora su único deseo es poder volver a su país algún día. ¿O no? “Por supuesto que me encantaría, pero no estoy dispuesta a volver a España sin tener un contrato decente. Aquí sé que el día de mañana voy a tener trabajo”, zanja Vicky. Janire, en cambio, ya se ha cansado de la vida londinense y cruza los dedos para que el máster que está a punto de comenzar en Madrid le abra las puertas al mercado laboral de una vez por todas.
“Prefiero la vida en España porque sales de trabajar y te vas a una terraza, te desahogas con tus amigos y pones a parir a tu jefe. Eso es impensable en Inglaterra”, opina. Todos los entrevistados confían en que el mercado laboral español sepa valorar su experiencia internacional y les brinde por fin esa oportunidad que tanto ansían. 

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