HK G36: El fusil que jubiló al Cetme
Publicado por Esteban Villarejo el abr 30, 2014
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Estamos en Oberndorf, un pueblo de 13.000 habitantes donde radica también una de las factorías del gigante armamentístico alemán Rheinmetall, especializado en cañones. «En esta ciudad fabricamos máquinas. Y dentro de las máquinas nos especializamos en hacer armas», nos explica, a nuestra llegada a la moderna fábrica de HK, su director de marketing, Andy Falcone, quien nos guía en la visita. Toda una declaración de intenciones de este rincón de la fábrica europea que es Alemania.
Es aquí donde se fabrica el HK G36, el fusil del Ejército de Tierra español que rivaliza en el mundo entero con el archiconocido «kalashnikov»… el AK-47. Su ligereza, con 3,4 kilogramos de peso, y su estructura compuesta casi en su totalidad por polímero (plástico muy resistente) le hacen valedor del apodo de «toy gun» o «arma de juguete», sobre todo entre las tropas estadounidenses que prefieren armas que pesen más, como su M16.
Fábrica en Arabia Saudí
«Quieren sentir el metal, es psicológico. Los militares estadounidenses tienen otra cultura de armas», nos explica un exmilitar de las KSK, unidad de operaciones especiales alemanas, que ahora se encarga de las demostraciones de Heckler & Koch en países como Arabia Saudí, donde esta empresa abrió factoría en 2006, con una producción de mil rifles al mes. En todas sus variantes de armas, HK abastece actualmente a ejércitos de 60 países y 200 cuerpos de seguridad, entre ellos la Policía Nacional, la Guardia Civil o la Ertzaintza.
En 1999, tras un exhaustivo concurso con otros diez fusiles, el Ministerio de Defensa español decidió adquirir los primeros 11.000 fusiles HK G36 -fabricados en Oberndorf- que entraron inmediatamente en servicio para sustituir a los insatisfactorios Cetme L, heredero último de la saga Cetme, con los que hizo la mili media España. Por tanto, ya no hay fusiles Cetme en el Ejército español salvo para formación, así como en la Armada para este motivo.
Entre 1999 y 2010 se completaron las necesidades de estos fusiles en el Ejército español, con un total de 70.000 unidades. Esta última partida de fusiles fue fabricada en La Coruña por Santa Bárbara Sistemas, una factoría que cerró recientemente por la crisis.
El HK 36G, que también emplea la Fuerza de Guerra Naval Especial de la Armada, tiene un alcance de 4.000 metros, aunque su distancia eficaz es de 500 metros; y su calibre, el reglamentario de la OTAN (5,56 x 40 mm).
La relación de Oberndorf con el Ejército viene de lejos, aquí se fabricaron también los Mauser M93 con los que la Infantería española se batió en Filipinas o Cuba y que sobrevivieron a la Guerra Civil, con otros modelos.
Fundada sobre las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, en 1949, HK fue creada por tres ingenieros mecánicos e industriales empleados en la anterior factoría Mauser, uno de los graneros armamentísticos del Tercer Reich y desmantelada tras la II Guerra Mundial.
Hilmar Rein, encargado de la parte técnica del departamento de ventas, nos introduce en el sofisticado proceso de fabricación del HK G36 en seis distintas fases. Olvídense de los forjadores de Vulcano, de fraguas o de chispazo alguno. Aquí todo el trabajo lo hacen sofisticadas fresadoras manejadas por un operario. «La tecnología es revolucionaria. Lo que antes hacían siete máquinas ahora lo hace solo una», explica Rein.
Procesos electroquímicos, soldadura a láser, tratamientos térmicos a láser, control de una humedad del 40% y una temperatura de 20º C… van modelando poco a poco las piezas del HK G36, cuyas primeras partes se extraen de cilindros de dos kilos de acero francés.
Tan solo hay dos procesos artesanales: el enderezamiento de los cañones (es decir, comprobar cada uno de los tubos y su sistema de visión) y el montaje final de las piezas, las cinco partes en que se divide el fusil: empuñadura, guardamanos, cargador, cierre y cajón de mecanismos con cañón.
Desde la compra de la materia prima hasta la producción del fusil HK G36 se tardan seis meses. En total tiene 90 piezas diferentes. Al final, se le incluye un número de serie único para su venta.
A Hilmar Rein, en la factoría desde los años 80, le hacemos la típica pregunta en estos casos: ¿qué se siente al fabricar armas que se usarán para matar personas? Nos responde automáticamente: «El arma en sí no mata. No piensa ni es independiente. Es accionada por un ser humano. Y en el caso de nuestros clientes, son profesionales: ejércitos y cuerpos de seguridad del Estado».
Precisamente, en Alemania se eleva ahora el debate de la exportación de armas a países que no sean del ámbito de la OTAN, cuyos presupuestos se han visto afectados por la crisis. «Nuestro futuro pasa por la exportación a otras zonas geográficas». Ya se han dado los primeros pasos. La industria del armamento alemán ha vuelto a despertar. Pide despojarse definitivamente de no tan viejos tabúes.
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