
Entendemos el liderazgo como la capacidad personal del que dirige un grupo humano para influir en sus componentes de forma que estos trabajen cohesionados y con entusiasmo en la consecución de objetivos supeditados a un fin común y superior.
“Yo tuve constancia por primera vez de la importancia del liderazgo cuando en una madrugada del mes de noviembre del año 1975 me encontraba al mando de una sección de infantes de marina en la península de la Sarga, cerca de Villa Cisneros,( Sáhara español), con la misión de impedir el tráfico de armas para el Frente Polisario. En un momento determinado recibimos aviso de la Corbeta Villa de Bilbao de la aproximación a toda velocidad de dos embarcaciones hacia mi posición. Inmediatamente desplegamos y en un momento, que nunca olvidaré, se me acercó un infante de marina y me dijo: mi teniente, ¿ahora qué hacemos?
Sentí sobre mis hombros la mirada de mis soldados, es decir todo su mundo dependía en esos momentos de la decisión que yo tomara.”

Desde mi experiencia ya digo que las dos cosas sin duda.
La autoridad de un líder emana de su personalidad y carácter pero también se forja con la práctica, la experiencia y desde luego con la competencia profesional. Emana, desde luego, del reconocimiento como tal por parte de sus subordinados y se sustenta en la convicción y en la entrega voluntaria de las personas que dirige.
Pero en los ejércitos la autoridad indiscutida dimana del empleo militar y del cargo que se ejerce. Es decir, la autoridad tiene un sustento legal y que no proviene de la personalidad específica de cada uno; de aquí la importancia de que la autoridad legal, la que deriva de lo establecido, se refuerce con el liderazgo personal.
Liderazgo es la traducción literal de la inglesa “leadership” y debo decir que no fue hasta muy avanzada mi carrera militar cuando oí este término por primera vez.
¿Quiere esto decir que los hoy “veteranos” no estudiamos esta disciplina en su momento y el cómo aplicarla?
No, sucede que lo que hoy conocemos como liderazgo se llamaba otrora don de mando y el arte de mandar; de hecho las propias RROO de la Real Armada de 1793 ya dedicaban un capítulo entero a desarrollar esta importante materia cuya lectura aconsejo a todo aquél interesado en esta importante disciplina. Difícilmente encontrará algo mejor.
Y de aquellos tiempos recojo algunas frases de los clásicos que nos obligaban a los entonces guardiamarinas a aprender, que tienen validez permanente y cuya lectura sosegada aconsejo igualmente:

El Mariscal Foch decía; “que en el campo de batalla se hace sencillamente lo que se puede para aplicar lo que se sabe y desde luego para poder allí un poco es necesario saber mucho”.
“Hay que dirigir a los hombres con mano de hierro en guante de terciopelo”. Napoleón.
“Más tendréis que aprender en mi ejemplo que en mis órdenes”. Hernán Cortés.
“El mando no descansa nunca en la fuerza sino en la superioridad moral de quien lo ejerce”. Generalísimo Franco.
“Cuando te halles querido de las tropas, serás bien servido por ellas. La recompensa del capitán no está en las notas de su jefe sino en la mirada de sus hombres”. Marqués de Santa Cruz de Marcenado.
Ser capaces de absorber estos pensamientos y actuar conforme a ellos está muy ligado a determinadas cualidades que el jefe debe poseer y desde luego adquirir, porque para que la autoridad sea verdadera hay que convenir que debe manifestarse en todo la superioridad del líder, del jefe, bien entendido que ésta queda circunscrita a la moral, las dotes de mando y a la pericia o competencia profesional. Dando por supuestas las dos primeras destaca hoy más que nunca la de la competencia profesional que se deriva de la capacidad intelectual y de los conocimientos adecuados.

Desde luego la situación no estaba para bromas y había que hacer las cosas bien. Mi plana mayor trabajaba a destajo y todos los días a última hora de la tarde se preparaban las órdenes del día siguiente. He de decir que casi siempre no me quedaba más remedio que corregir muchas de ellas con el evidente disgusto de mis oficiales de la plana mayor pero mantengo que, además de ser el jefe, mis conocimientos tácticos eran superiores al de mis jóvenes subordinados siquiera fuera por veteranía y estudios. Cuando, poco a poco, aquellos constataron que mis disposiciones eran casi siempre las correctas noté como las caras largas del principio desaparecieron y se acrecentó su confianza en mi persona.”
A ver, el que no sabe no puede mandar. Ya las propias RROO de la Armada de 1793 decían: ” a las propias cualidades que los oficiales de mis ejércitos deben poseer, debe el de Marina añadir y sobremanera la del conocimiento teniendo en cuenta que si no sabe no sabrá acometer su misión y lo que es peor se encontrará siempre ante el desaire de darse a conocer ante sus subordinados”.
Definitivamente, si en todas las profesiones se hace imprescindible el saber, en las Fuerzas Armadas esta necesidad se agudiza aún más.
Los hombres por instinto natural siguen siempre a aquél que intuyen les va a llevar a la victoria, a aquél que les va a sacar del atolladero en condiciones extremas como las del combate, en definitiva al que sabe lo que tiene que hacer.
Por supuesto que doy un valor inmenso a las cualidades morales que debe tener un jefe, un líder, pero las doy por supuestas; sin embargo me detendré a hablar de un aspecto de ellas: la ejemplaridad.

La imitación es inclinación instintiva en todos los seres y especialmente en la especie humana. Al hombre le mueven muchas veces, más que las ideas que le conculcan, el ejemplo que emana de la conducta de las personas que reconoce superiores. Y siendo esto así, es evidente que todo jefe, por el mero hecho de serlo, se convierte en una estampa observada y analizada, y de ahí que sus actos deban ser cuidados, pues ejercen una influencia decisiva sobre el carácter y comportamiento de sus subordinados.
El jefe, el líder, tiene que estar permanentemente dando ejemplo. Y en todas las circunstancias.
“Paso de nuevo a relatar una experiencia personal y me traslado ahora a 1978 a bordo de un buque de la VI Flota en el Mediterráneo con ocasión de unos ejercicios anfibios con fuerzas especiales de la Armada de los EEUU.

A partir de ese día nuestro hasta entonces respetado mando dejó de ser informalmente nuestro líder. Siguió siendo nuestro pero jefe pero ya había perdido todo nuestro respeto.
Sí, el ejemplo es vital para tener el respeto y cariño de nuestros subordinados.
Y termino reflexionando acerca de si los retos del liderazgo de unidades en estos tiempos difiere de los de antaño. Creo honradamente que son los mismos de siempre si bien con una dificultad añadida y es la que se deriva de la cada vez mejor preparación de nuestros subordinados que hacen cada vez más difícil el convencimiento y la práctica de las virtudes de las que aquí hemos hablado.
Hasta aquí lo que son sólo unos someros pero importantes apuntes derivados de la experiencia personal que resumiría en tres: superioridad moral, competencia profesional y ejemplaridad.
General de División de Infantería (R.) de Marina Juan Chicharro Ortega
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