A propuesta del Ministerio de la Guerra y de acuerdo con mi Consejo de Ministros vengo en decretar lo siguiente :
ARTÍCULO ÚNICO
Con la denominación de Tercio de Extranjeros se creará una Unidad Militar Armada cuyos efectivos, haberes y reglamento, por el cual han de regirse, serán fijados por el Ministerio de la Guerra.
Dado en Palacio, a 28 de Enero de 1920
Alfonso XIII
Con este articulado único, siendo ministro de la Guerra don José Villalba Riquelme, nació
La Legión. Hay aun muchas historias desconocidas, o casi desconocidas, de la época de la fundación, que hay que contarlas. Entre ellas está la del malogrado sargento Barros, que ya he sacado a la luz en dos ocasiones, en trabajos diferentes. Pronto nacería el término “pistolo”, ambigüo y, en la práctica, ocupante de varios estratos, nobles, discretos y despectivos, unos con ánimos de ofender, y otros no. Por ello,el término se debe a múltiples interpretaciones. Habiéndolo elevado, algunos, al rango multidisciplinar. En Smara, una mañana acudió, en los años sesenta del siglo XX, un capitán de Artillería a la VIIª Bandera. Cuando llegó, le sería anunciado inocentemente al teniente coronel que mandaba la Bandera, de la siguiente manera; “A la orden, mi teniente coronel: acaba de llegar el capitán pistolo de Artillería don … “ . Y es que una de las interpretaciones erróneas e inadecuadas del término era que había que utilizarlo para toda la plantilla que no perteneciera a La Legión , fuera del Arma o Cuerpo que fuera. Cuando se cerró la AFML (Academia de Formación de Mandos Legionarios), craso error a mi entender, la desaparición de la Escala Legionaria, los primeros suboficiales de Infantería que llegaron al Tercio fueron víctimas de sorna, por parte de la plantilla que los recibiría. Aquello, naturalmente, pasó. Con el tiempo el legionario encontró su equilibrio espiritual en el Santísimo Cristo de la Buena Muerte, contando ya como Madre y Protectora en la Virgen Inmaculada Concepción, patrona de los infantes de tierra y otros cuerpos militares. Y después llegaría la leche pantera que patentaría el genial barman Perico Chicote, acompasada con el ¡ estamos todos …!, e inventándose toda la cadena de brindis legionarios sucedáneos que vinieron tras el oficial.
Andando el tiempo comenzaron a acercarse al Tercio toda una legión de voluntarios, a partir del 20 de Septiembre de 1920, nuestra jornada más institucional, que año tras año fueron arrimándose buen número de personas que acudían ante la llamada de un Credo lleno de consignas, que a algunos hizo quedarse para siempre en sus filas, encontrando apoyo incondicional por parte de personas de toda condición y procedencia, que expresaban su apoyo a la institución, acercándose a los respectivos acuartelamientos en solemnidades y otros actos de guardar, en forma de congregaciones (como la de Mena) y otras hermandades que crearon vínculos de por vida, de todo tipo, incluyendo piquetes, escoltas, presidencias, representaciones, bandas de guerra, la propia Unidad de Música, que en solemnidades (Semana Santa, fiestas patronales) se han de multiplicar de forma asombrosa, para, así, poder cumplir con numerosos compromisos, a lo largo de toda la geografía española, y no solo en las plazas de guarnición. Mucha gente tiene en cuenta, en su agenda laboral cada año, la conmemoración del 20 de Septiembre para reservarse, vacacionalmente, ese día y acudir a su Tercio. Cuando cae la conmemoración en sábado o en domingo la afluencia al acuartelamiento se acentúa drásticamente con algarabía, pues los cinco primeros días del fín de semana son siempre los más difíciles, dicen siempre los que “empinan el codo” más de la cuenta, y hay hasta quien dice que no gana nada bebiendo, pues bebe sin ánimo de lucro, aunque, sorna aparte, en definitiva y a la postre, las tradiciones no admiten suplantación.
Hubo, creo recordar, hace unos años, un presidente del Tribunal Superior de Justicia de Andalucia que acudía felizmente a todos los actos legionarios que se celebraban en el año. Alcaldes, concejales, consejeros, directores generales, mandos policiales …que ni se ahorran acudir, ni desean ahorrárselo. Conocí a un notario, de altos vuelos, que acudía cada año a la solemnidad del 20 de Septiembre a donde lo acercaba su chófer privado, que no era legionario y , por ello, no se atrevía a llevar la camisa legionaria, aunque ganas no le faltaban. Durante el desfile de la tropa, tras el acto, he visto a una madre y esposa, desde la tribuna, echarle al hijo, vestido de legionario (de corta edad), al padre, desfilando al control de la mascota y llevando, simultáneamente, a su hijo de la mano. Eso sólo ocurre en La Legión. Acercarse, ese mismo miembro u otro cualquiera, durante la copa de vino, a la presidencia a pedirle al capitán general, u otra autoridad militar presente, a que pose para una foto con su esposa e hijos para la posteridad, contestándole el mando en cuestión : “Claro que sí. ¿ dónde nos ponemos ?”, es algo que sólo ocurre en La Legión. Se trata de vivencias legionarias, vivencias disfrutadas, vivencias dignas de conocer y dispersar, y que seguirán en capítulos siguientes para perpétua memoria de sus beneficiarios y lectores.
FRANCISCO JOSÉ GONZÁLEZ DEL PIÑAL JURADO
ARTÍCULO ÚNICO
Con la denominación de Tercio de Extranjeros se creará una Unidad Militar Armada cuyos efectivos, haberes y reglamento, por el cual han de regirse, serán fijados por el Ministerio de la Guerra.
Dado en Palacio, a 28 de Enero de 1920
Alfonso XIII
Con este articulado único, siendo ministro de la Guerra don José Villalba Riquelme, nació
La Legión. Hay aun muchas historias desconocidas, o casi desconocidas, de la época de la fundación, que hay que contarlas. Entre ellas está la del malogrado sargento Barros, que ya he sacado a la luz en dos ocasiones, en trabajos diferentes. Pronto nacería el término “pistolo”, ambigüo y, en la práctica, ocupante de varios estratos, nobles, discretos y despectivos, unos con ánimos de ofender, y otros no. Por ello,el término se debe a múltiples interpretaciones. Habiéndolo elevado, algunos, al rango multidisciplinar. En Smara, una mañana acudió, en los años sesenta del siglo XX, un capitán de Artillería a la VIIª Bandera. Cuando llegó, le sería anunciado inocentemente al teniente coronel que mandaba la Bandera, de la siguiente manera; “A la orden, mi teniente coronel: acaba de llegar el capitán pistolo de Artillería don … “ . Y es que una de las interpretaciones erróneas e inadecuadas del término era que había que utilizarlo para toda la plantilla que no perteneciera a La Legión , fuera del Arma o Cuerpo que fuera. Cuando se cerró la AFML (Academia de Formación de Mandos Legionarios), craso error a mi entender, la desaparición de la Escala Legionaria, los primeros suboficiales de Infantería que llegaron al Tercio fueron víctimas de sorna, por parte de la plantilla que los recibiría. Aquello, naturalmente, pasó. Con el tiempo el legionario encontró su equilibrio espiritual en el Santísimo Cristo de la Buena Muerte, contando ya como Madre y Protectora en la Virgen Inmaculada Concepción, patrona de los infantes de tierra y otros cuerpos militares. Y después llegaría la leche pantera que patentaría el genial barman Perico Chicote, acompasada con el ¡ estamos todos …!, e inventándose toda la cadena de brindis legionarios sucedáneos que vinieron tras el oficial.
Andando el tiempo comenzaron a acercarse al Tercio toda una legión de voluntarios, a partir del 20 de Septiembre de 1920, nuestra jornada más institucional, que año tras año fueron arrimándose buen número de personas que acudían ante la llamada de un Credo lleno de consignas, que a algunos hizo quedarse para siempre en sus filas, encontrando apoyo incondicional por parte de personas de toda condición y procedencia, que expresaban su apoyo a la institución, acercándose a los respectivos acuartelamientos en solemnidades y otros actos de guardar, en forma de congregaciones (como la de Mena) y otras hermandades que crearon vínculos de por vida, de todo tipo, incluyendo piquetes, escoltas, presidencias, representaciones, bandas de guerra, la propia Unidad de Música, que en solemnidades (Semana Santa, fiestas patronales) se han de multiplicar de forma asombrosa, para, así, poder cumplir con numerosos compromisos, a lo largo de toda la geografía española, y no solo en las plazas de guarnición. Mucha gente tiene en cuenta, en su agenda laboral cada año, la conmemoración del 20 de Septiembre para reservarse, vacacionalmente, ese día y acudir a su Tercio. Cuando cae la conmemoración en sábado o en domingo la afluencia al acuartelamiento se acentúa drásticamente con algarabía, pues los cinco primeros días del fín de semana son siempre los más difíciles, dicen siempre los que “empinan el codo” más de la cuenta, y hay hasta quien dice que no gana nada bebiendo, pues bebe sin ánimo de lucro, aunque, sorna aparte, en definitiva y a la postre, las tradiciones no admiten suplantación.
Hubo, creo recordar, hace unos años, un presidente del Tribunal Superior de Justicia de Andalucia que acudía felizmente a todos los actos legionarios que se celebraban en el año. Alcaldes, concejales, consejeros, directores generales, mandos policiales …que ni se ahorran acudir, ni desean ahorrárselo. Conocí a un notario, de altos vuelos, que acudía cada año a la solemnidad del 20 de Septiembre a donde lo acercaba su chófer privado, que no era legionario y , por ello, no se atrevía a llevar la camisa legionaria, aunque ganas no le faltaban. Durante el desfile de la tropa, tras el acto, he visto a una madre y esposa, desde la tribuna, echarle al hijo, vestido de legionario (de corta edad), al padre, desfilando al control de la mascota y llevando, simultáneamente, a su hijo de la mano. Eso sólo ocurre en La Legión. Acercarse, ese mismo miembro u otro cualquiera, durante la copa de vino, a la presidencia a pedirle al capitán general, u otra autoridad militar presente, a que pose para una foto con su esposa e hijos para la posteridad, contestándole el mando en cuestión : “Claro que sí. ¿ dónde nos ponemos ?”, es algo que sólo ocurre en La Legión. Se trata de vivencias legionarias, vivencias disfrutadas, vivencias dignas de conocer y dispersar, y que seguirán en capítulos siguientes para perpétua memoria de sus beneficiarios y lectores.
FRANCISCO JOSÉ GONZÁLEZ DEL PIÑAL JURADO
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