Los días 24, 25 y 26 de diciembre de 1941 se produjo una intensísima preparación artillera sobre las posiciones españolas de la División Azul, desplegada en el río Volchov, y más en concreto sobre el Segundo Batallón del Regimiento 269 que mandaba el comandante Román. Sin solución de continuidad ocho batallones soviéticos se lanzaron al asalto cruzando el río y atacando las posiciones españolas en Urdanik. La temperatura era de menos de 40º bajo cero. La noche del día 26, bajo la intensa preparación artillera citada antes, y a pesar de ser noche cerrada, se vio cruzar el río a numerosas unidades soviéticas. A las 02:00 horas del día 27 se produjo el asalto directo sobre las líneas españolas al grito de “uri, uri, uri” (hurra en ruso). La lucha fue brutal, cuerpo a cuerpo, pero, pese a la heroica resistencia, al amanecer todo Urdanik se encontraba ya en poder de los rusos a excepción del puesto de mando. A partir de ese momento, con audacia y valentía, el comandante Román hizo lo que nadie esperaba: recuperar Urdanik. Bajo su mando los pocos soldados que quedaban en pie, pertrechados con granadas de mano y munición, fueron tomando casa por casa deshaciéndose de los rusos, quienes, exhaustos tras el asalto, no esperaban un contraataque tan brutal de los españoles. Urdanik fue recuperado y el ataque rechazado.
Desde el 27 de julio de 1941, y hasta el mes de marzo de 1944, un total de 89 pilotos de combate españoles, formando lo que se conoció como “la Escuadrilla Azul”, combatieron contra el enemigo soviético en unas condiciones harto difíciles y con una eficacia digna de recordarse. La escuadrilla española no combatió en la misma zona que sus compañeros del ejército que luchaban en el norte, sino que lo hizo en la zona central y participó en la denominada Operación Tifón del asalto final a Moscú. 22 fueron los pilotos desaparecidos en combate, es decir, casi uno de cada tres, lo que da un porcentaje ciertamente elevado de caídos y recordemos que 16 de ellos fueron condecorados con la medalla militar individual, lo que da fe del heroísmo demostrado. De los archivos recogemos el dato de los 169 aviones soviéticos derribados, 4.944 servicios de guerra y 611 combates aéreos.
El 10 de enero de 1942, 206 españoles al mando del Capitán Ordás cruzaron el lago Ilmen para salvar a los heroicos defensores alemanes de Vsvad. Con unas temperaturas sobre la superficie del lago que alcanzaron unos espeluznantes 53ºC bajo cero y tras 30 km de travesía e incontables luchas, los españoles llegaron a la aldea de Ustrika, en la mañana del día 11 denero, enlazando con las fuerzas alemanas sitiadas. El día 25 de enero, el Capitán Ordás envió este escueto mensaje a su general: “Salimos 206 hombres y quedamos 12. Misión cumplida. “Arriba España”.
Un año después, el 10 de febrero de 1943, en Krasny Bor, cuatro divisiones del Ejército Soviético -33.000 hombres, incluyendo más de 800 piezas de artillería- se lanzaron en tromba contra la que consideraban la parte más débil del despliegue de las fuerzas alemanas: las posiciones ocupadas por los divisionarios españoles. Al amanecer de ese día una impresionante preparación artillera machacó literalmente las posiciones españolas y a continuación una masa de infantería se lanzó contra éstas, confiada en que habían sido anuladas por completo. La sorpresa soviética se produjo al descubrir cómo, desde la más profunda tragedia, surgían sin cesar los defensores españoles que lucharon allí hasta la muerte; algo inexplicable desde todo punto, ya que la proporción de atacantes sobre los defensores fue de 30 a 1. Cierto es que la ofensiva soviética desbordó las dos primeras líneas de defensa pero fue incapaz de progresar más allá de una tercera improvisada, momento en el que el mando soviético detuvo el ataque ante el elevado número de bajas sufridas en sus unidades. Más de 11.000 muertos. La ofensiva soviética había fracasado. La División Española había detenido el brutal ataque soviético a costa de un elevado tributo en sangre. Más de 1.500 españoles muertos en apenas unas horas. Pero sin duda una brillante victoria militar en toda regla, puesto que la misión se había cumplido.
El próximo día 13 de julio de 2016 se cumplen 75 años de la salida para el frente ruso de miles de españoles agrupados en la conocida División Azul. Fueron a luchar contra el comunismo soviético; a defender la Europa cristiana; por una Europa y una España libres de la tiranía soviética que ya esclavizaba Rusia desde la revolución de 1917 y que amenazaba a Europa occidental.
Relatar acontecimientos de lo allí acaecido es tarea relativamente fácil pues la bibliografía existente de aquella hazaña es inmensa y es lo que he hecho transcribiendo algunos de los sucesos que allí tuvieron lugar. Tan sólo cuatro de los miles que se podían escribir. Describir sentimientos y llevarlos mediante la pluma al papel es ya otra tarea y casi imposible. Intentémoslo y para ello pongámonos en situación: en condiciones sobrehumanas debidas a las bajas temperaturas –entre 20 y 30 grados bajo cero- aquellos españoles lucharon hasta la muerte con una valentía y ferocidad difícilmente entendibles; sangre, muerte, compañeros mutilados y caídos al lado; el recuerdo siempre de la añorada familia en España; lucha a la bayoneta y siempre en el cuerpo a cuerpo al arma blanca; siempre en inferioridad de condiciones y con una heroicidad difícilmente comprensible, aquellos hombres dieron un ejemplo de lo que significa combatir hasta el fin por un idea -el de una España mejor- en unas tierras lejanas a las que fueron voluntarios sin que nadie les hubiera obligado.
En alguna ocasión escribí que las ideas son discutibles y opinables pero que el heroísmo, el sacrificio, la valentía y el honor que aquellos españoles derrocharon pertenecen a la historia y trascienden a las corrientes ideológicas. Forman parte de lo mejor de la historia de España. Olvidémonos de posicionamientos partidistas. Nos pertenecen a todos los españoles y muy en especial a nuestro ejército, sea el de tierra o el del aire.
Tres cuartos de siglo desde aquella gesta es motivo para recordar y conmemorar la memoria de aquella División Española de voluntarios y así lo hacen diversos foros e instituciones particulares relacionadas con la herencia de los divisionarios; no obstante, no parece suceder lo mismo con otras que por pura justicia y orgullo deberían hacerlo pero, lamentablemente, es obvio que ni están ni se los espera.
En el año 2006 la entonces Dirección General de Relaciones Institucionales del Ministerio de Defensa publicó una obra colectiva denominada “Aproximación a la historia militar de España” donde, en un horrendo capítulo titulado “Españoles en la segunda guerra mundial” habla de la División Azul como si fuera tal que una anécdota en un “potpourri” ridículo con otras intrascendentes donde participaron algunos españoles siempre a título individual. Nada de extraño puede parecernos esto visto el tratamiento que el actual Museo del Ejército da a la División Azul donde su presencia se diluye hasta extremos absurdos, algo que por lo que a mí se refiere no me asombra pues ese museo parece de todo menos uno de tipo militar; así, y sólo a título de ejemplo, resulta curioso aprender de lo que uno ve en ese museo que en el siglo XX en el ejército español apenas tuvo relevancia – si es que existió – un General que se llamó Francisco Franco. ¡Inaudito! Se dice y alega que eso es debido al cumplimento de la Ley de Memoria Histórica, una ley que prohíbe estudiar la historia “per se”; una ley legal pero en mi opinión no legítima por ser una ley sectaria y contra todo sentido común.
Sucede que, al igual que en muchas culturas donde la tradición se transmite por vía oral, jamás podrán borrar la historia de la División y sus divisionarios pues somos muchos los españoles que no los olvidamos y seguiremos honrándolos y recordándolos y detrás de nosotros nuestros hijos y nuestros nietos. Y todo ello para la vergüenza de muchos.
Escribí hace 6 años, en un artículo que se publicó en la Tercera de ABC, siendo por aquel entonces Comandante General de la Infantería de Marina, y por lo tanto en activo, “que en cualquier caso, yo, responsable de la preparación moral de mis hombres, no dejaré nunca, cuando de autoestimularme se refiera, de recordar al General Muñoz Grandes cuando, con temperaturas gélidas y despreciando los tiros, se acercaba a los llamados «guripas» para charlar con ellos y compartir cigarrillos; no dejaré nunca, cuando de implementar liderazgo entre mis capitanes se refiera, de recordar al Capitán Ordás, que al mando de su compañía atravesó las aguas heladas del río Ilmen con 200 hombres para acudir en socorro de una posición alemana aislada; no dejaré nunca, cuando de animar al heroísmo se trate entre mis tenientes, de recordar al Teniente Galiana Garmilla, quien con desprecio de su vida, cruzó las líneas soviéticas en apoyo de unidades españolas sitiadas; no dejaré nunca, cuando de animar al sacrificio y al cumplimiento de las órdenes recibidas se refiera entre mis suboficiales y soldados, de recordar las penalidades de un sinfín de defensas numantinas cuerpo a cuerpo a menos de 40º bajo cero que soportaron con estoicismo legendario”.
Tras la publicación de este artículo debo decir que si bien nunca fui recriminado formalmente por ello, sí recuerdo haber sido advertido informalmente de haber lindado la ilegalidad por no haber pedido el permiso reglamentario y por poder entenderse que mis líneas apoyaban una tendencia política franquista, lo que contravenía la neutralidad política a la que se debe el militar en activo por ley. Recuerdo igualmente mi respuesta: “si defender y honrar a nuestros soldados que lucharon y murieron heroicamente por España es romper la neutralidad política es que hemos caído en una sinrazón”.
Lo escribí entonces y hoy lo reitero, recordando y honrando además aquí a quienes como representación de los más de 40.000 hombres que allí lucharon contra la tiranía marxista recibieron la laureada de San Fernando: los capitanes Palacio, Ruiz de Huidobro, Massip, al teniente Galiana Garmilla, al Alférez Rubio Moscoso, a los cabos Perez Castro, Generoso Ramos y al soldado Antonio Ponte Anido.
Desde este BLOG, hoy, al cumplirse 75 años de lo que fue una epopeya, yo les rindo mi homenaje y admiración. Su sacrificio no cayó en el vacío y recogemos su antorcha al servicio de nuestra patria. El que otros no lo hagan es su problema, allá ellos y su conveniencia relativista. La historia pasará por encima de ellos; al fin y al cabo nunca podrán estar a la altura moral de los hombres de los que he hablado siquiera sucintamente hoy.
General de División de Infantería de Marina (R.) Juan Chicharro Ortega
Desde el 27 de julio de 1941, y hasta el mes de marzo de 1944, un total de 89 pilotos de combate españoles, formando lo que se conoció como “la Escuadrilla Azul”, combatieron contra el enemigo soviético en unas condiciones harto difíciles y con una eficacia digna de recordarse. La escuadrilla española no combatió en la misma zona que sus compañeros del ejército que luchaban en el norte, sino que lo hizo en la zona central y participó en la denominada Operación Tifón del asalto final a Moscú. 22 fueron los pilotos desaparecidos en combate, es decir, casi uno de cada tres, lo que da un porcentaje ciertamente elevado de caídos y recordemos que 16 de ellos fueron condecorados con la medalla militar individual, lo que da fe del heroísmo demostrado. De los archivos recogemos el dato de los 169 aviones soviéticos derribados, 4.944 servicios de guerra y 611 combates aéreos.
El 10 de enero de 1942, 206 españoles al mando del Capitán Ordás cruzaron el lago Ilmen para salvar a los heroicos defensores alemanes de Vsvad. Con unas temperaturas sobre la superficie del lago que alcanzaron unos espeluznantes 53ºC bajo cero y tras 30 km de travesía e incontables luchas, los españoles llegaron a la aldea de Ustrika, en la mañana del día 11 denero, enlazando con las fuerzas alemanas sitiadas. El día 25 de enero, el Capitán Ordás envió este escueto mensaje a su general: “Salimos 206 hombres y quedamos 12. Misión cumplida. “Arriba España”.
Un año después, el 10 de febrero de 1943, en Krasny Bor, cuatro divisiones del Ejército Soviético -33.000 hombres, incluyendo más de 800 piezas de artillería- se lanzaron en tromba contra la que consideraban la parte más débil del despliegue de las fuerzas alemanas: las posiciones ocupadas por los divisionarios españoles. Al amanecer de ese día una impresionante preparación artillera machacó literalmente las posiciones españolas y a continuación una masa de infantería se lanzó contra éstas, confiada en que habían sido anuladas por completo. La sorpresa soviética se produjo al descubrir cómo, desde la más profunda tragedia, surgían sin cesar los defensores españoles que lucharon allí hasta la muerte; algo inexplicable desde todo punto, ya que la proporción de atacantes sobre los defensores fue de 30 a 1. Cierto es que la ofensiva soviética desbordó las dos primeras líneas de defensa pero fue incapaz de progresar más allá de una tercera improvisada, momento en el que el mando soviético detuvo el ataque ante el elevado número de bajas sufridas en sus unidades. Más de 11.000 muertos. La ofensiva soviética había fracasado. La División Española había detenido el brutal ataque soviético a costa de un elevado tributo en sangre. Más de 1.500 españoles muertos en apenas unas horas. Pero sin duda una brillante victoria militar en toda regla, puesto que la misión se había cumplido.
El próximo día 13 de julio de 2016 se cumplen 75 años de la salida para el frente ruso de miles de españoles agrupados en la conocida División Azul. Fueron a luchar contra el comunismo soviético; a defender la Europa cristiana; por una Europa y una España libres de la tiranía soviética que ya esclavizaba Rusia desde la revolución de 1917 y que amenazaba a Europa occidental.
Relatar acontecimientos de lo allí acaecido es tarea relativamente fácil pues la bibliografía existente de aquella hazaña es inmensa y es lo que he hecho transcribiendo algunos de los sucesos que allí tuvieron lugar. Tan sólo cuatro de los miles que se podían escribir. Describir sentimientos y llevarlos mediante la pluma al papel es ya otra tarea y casi imposible. Intentémoslo y para ello pongámonos en situación: en condiciones sobrehumanas debidas a las bajas temperaturas –entre 20 y 30 grados bajo cero- aquellos españoles lucharon hasta la muerte con una valentía y ferocidad difícilmente entendibles; sangre, muerte, compañeros mutilados y caídos al lado; el recuerdo siempre de la añorada familia en España; lucha a la bayoneta y siempre en el cuerpo a cuerpo al arma blanca; siempre en inferioridad de condiciones y con una heroicidad difícilmente comprensible, aquellos hombres dieron un ejemplo de lo que significa combatir hasta el fin por un idea -el de una España mejor- en unas tierras lejanas a las que fueron voluntarios sin que nadie les hubiera obligado.
En alguna ocasión escribí que las ideas son discutibles y opinables pero que el heroísmo, el sacrificio, la valentía y el honor que aquellos españoles derrocharon pertenecen a la historia y trascienden a las corrientes ideológicas. Forman parte de lo mejor de la historia de España. Olvidémonos de posicionamientos partidistas. Nos pertenecen a todos los españoles y muy en especial a nuestro ejército, sea el de tierra o el del aire.
Tres cuartos de siglo desde aquella gesta es motivo para recordar y conmemorar la memoria de aquella División Española de voluntarios y así lo hacen diversos foros e instituciones particulares relacionadas con la herencia de los divisionarios; no obstante, no parece suceder lo mismo con otras que por pura justicia y orgullo deberían hacerlo pero, lamentablemente, es obvio que ni están ni se los espera.
En el año 2006 la entonces Dirección General de Relaciones Institucionales del Ministerio de Defensa publicó una obra colectiva denominada “Aproximación a la historia militar de España” donde, en un horrendo capítulo titulado “Españoles en la segunda guerra mundial” habla de la División Azul como si fuera tal que una anécdota en un “potpourri” ridículo con otras intrascendentes donde participaron algunos españoles siempre a título individual. Nada de extraño puede parecernos esto visto el tratamiento que el actual Museo del Ejército da a la División Azul donde su presencia se diluye hasta extremos absurdos, algo que por lo que a mí se refiere no me asombra pues ese museo parece de todo menos uno de tipo militar; así, y sólo a título de ejemplo, resulta curioso aprender de lo que uno ve en ese museo que en el siglo XX en el ejército español apenas tuvo relevancia – si es que existió – un General que se llamó Francisco Franco. ¡Inaudito! Se dice y alega que eso es debido al cumplimento de la Ley de Memoria Histórica, una ley que prohíbe estudiar la historia “per se”; una ley legal pero en mi opinión no legítima por ser una ley sectaria y contra todo sentido común.
Sucede que, al igual que en muchas culturas donde la tradición se transmite por vía oral, jamás podrán borrar la historia de la División y sus divisionarios pues somos muchos los españoles que no los olvidamos y seguiremos honrándolos y recordándolos y detrás de nosotros nuestros hijos y nuestros nietos. Y todo ello para la vergüenza de muchos.
Escribí hace 6 años, en un artículo que se publicó en la Tercera de ABC, siendo por aquel entonces Comandante General de la Infantería de Marina, y por lo tanto en activo, “que en cualquier caso, yo, responsable de la preparación moral de mis hombres, no dejaré nunca, cuando de autoestimularme se refiera, de recordar al General Muñoz Grandes cuando, con temperaturas gélidas y despreciando los tiros, se acercaba a los llamados «guripas» para charlar con ellos y compartir cigarrillos; no dejaré nunca, cuando de implementar liderazgo entre mis capitanes se refiera, de recordar al Capitán Ordás, que al mando de su compañía atravesó las aguas heladas del río Ilmen con 200 hombres para acudir en socorro de una posición alemana aislada; no dejaré nunca, cuando de animar al heroísmo se trate entre mis tenientes, de recordar al Teniente Galiana Garmilla, quien con desprecio de su vida, cruzó las líneas soviéticas en apoyo de unidades españolas sitiadas; no dejaré nunca, cuando de animar al sacrificio y al cumplimiento de las órdenes recibidas se refiera entre mis suboficiales y soldados, de recordar las penalidades de un sinfín de defensas numantinas cuerpo a cuerpo a menos de 40º bajo cero que soportaron con estoicismo legendario”.
Tras la publicación de este artículo debo decir que si bien nunca fui recriminado formalmente por ello, sí recuerdo haber sido advertido informalmente de haber lindado la ilegalidad por no haber pedido el permiso reglamentario y por poder entenderse que mis líneas apoyaban una tendencia política franquista, lo que contravenía la neutralidad política a la que se debe el militar en activo por ley. Recuerdo igualmente mi respuesta: “si defender y honrar a nuestros soldados que lucharon y murieron heroicamente por España es romper la neutralidad política es que hemos caído en una sinrazón”.
Lo escribí entonces y hoy lo reitero, recordando y honrando además aquí a quienes como representación de los más de 40.000 hombres que allí lucharon contra la tiranía marxista recibieron la laureada de San Fernando: los capitanes Palacio, Ruiz de Huidobro, Massip, al teniente Galiana Garmilla, al Alférez Rubio Moscoso, a los cabos Perez Castro, Generoso Ramos y al soldado Antonio Ponte Anido.
Desde este BLOG, hoy, al cumplirse 75 años de lo que fue una epopeya, yo les rindo mi homenaje y admiración. Su sacrificio no cayó en el vacío y recogemos su antorcha al servicio de nuestra patria. El que otros no lo hagan es su problema, allá ellos y su conveniencia relativista. La historia pasará por encima de ellos; al fin y al cabo nunca podrán estar a la altura moral de los hombres de los que he hablado siquiera sucintamente hoy.
General de División de Infantería de Marina (R.) Juan Chicharro Ortega
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