VISUS MILITIS 29 de Octubre 2016
General de Brigada Adolfo Coloma Contreras
No lee mucho el soldado. Bastante tiene con tantos reglamentos, órdenes e instrucciones. Además, lo suyo es la acción o la guarnición. Pero en los ratos que dispone se entretiene con lecturas donde se ve reflejado y comprendido. Lee a Perez Reverte, a Fernandez Flores, a Perez Galdós o a Jean Larteguy, que también gusta de lo que se escribe allende Los Pirineos.
Precisamente, releyendo una lectura de juventud, se reencuentra con un texto que el francés atribuye a Marcos Flavinius, un centurión de la II cohorte de la Legio Augusta, que en carta a su primo Tertulius de Roma le dice:
“Nos habían dicho, al abandonar la tierra madre, que partíamos para defender los derechos sagrados de tantos ciudadanos allá lejos asentados, de tantos años de presencia y de tantos beneficios aportados a pueblos que necesitan nuestra ayuda y nuestra civilización.
Hemos podido comprobar que todo era verdad, y porque lo era no vacilamos en derramar el tributo de nuestra sangre, en sacrificar nuestra juventud y nuestras esperanzas. No nos quejamos, pero, mientras aquí estamos animados por este estado de espíritu, me dicen que en Roma se suceden conjuras y maquinaciones, que florece la traición y que muchos, cansados y conturbados, prestan complacientes oídos a las más bajas tentaciones de abandono, vilipendiando así nuestra acción.
No puedo creer que todo esto sea verdad, y sin embargo las guerras recientes han demostrado hasta qué punto puede ser perniciosa tal situación y hasta dónde puede conducir.
Te lo ruego, tranquilízame lo más pronto posible y dime que nuestros conciudadanos nos comprenden, nos sostienen y nos protegen como nosotros protegemos la grandeza del Imperio. Si ha de ser de otro modo, si tenemos que dejar vanamente nuestros huesos calcinados por las sendas del desierto, entonces, ¡cuidado con la ira de las legiones!”.
¡Cuántos soldados a lo largo de la historia han experimentado sentimientos similares!
Adolfo Coloma
General de brigada (R) del ET
General de Brigada Adolfo Coloma Contreras
No lee mucho el soldado. Bastante tiene con tantos reglamentos, órdenes e instrucciones. Además, lo suyo es la acción o la guarnición. Pero en los ratos que dispone se entretiene con lecturas donde se ve reflejado y comprendido. Lee a Perez Reverte, a Fernandez Flores, a Perez Galdós o a Jean Larteguy, que también gusta de lo que se escribe allende Los Pirineos.
Precisamente, releyendo una lectura de juventud, se reencuentra con un texto que el francés atribuye a Marcos Flavinius, un centurión de la II cohorte de la Legio Augusta, que en carta a su primo Tertulius de Roma le dice:
“Nos habían dicho, al abandonar la tierra madre, que partíamos para defender los derechos sagrados de tantos ciudadanos allá lejos asentados, de tantos años de presencia y de tantos beneficios aportados a pueblos que necesitan nuestra ayuda y nuestra civilización.
Hemos podido comprobar que todo era verdad, y porque lo era no vacilamos en derramar el tributo de nuestra sangre, en sacrificar nuestra juventud y nuestras esperanzas. No nos quejamos, pero, mientras aquí estamos animados por este estado de espíritu, me dicen que en Roma se suceden conjuras y maquinaciones, que florece la traición y que muchos, cansados y conturbados, prestan complacientes oídos a las más bajas tentaciones de abandono, vilipendiando así nuestra acción.
No puedo creer que todo esto sea verdad, y sin embargo las guerras recientes han demostrado hasta qué punto puede ser perniciosa tal situación y hasta dónde puede conducir.
Te lo ruego, tranquilízame lo más pronto posible y dime que nuestros conciudadanos nos comprenden, nos sostienen y nos protegen como nosotros protegemos la grandeza del Imperio. Si ha de ser de otro modo, si tenemos que dejar vanamente nuestros huesos calcinados por las sendas del desierto, entonces, ¡cuidado con la ira de las legiones!”.
¡Cuántos soldados a lo largo de la historia han experimentado sentimientos similares!
Adolfo Coloma
General de brigada (R) del ET
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