las amenazas de los cachorros de ETA continúan
El Alsasua vasco: Oñate. Escraches y ollas que simulan explosivos a las puertas del cuartel
El cuartel es objeto de un continuo hostigamiento que goza de total impunidad: este municipio es la evidencia de que el final del terrorismo no ha conllevado el final del acoso terrorista
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Alsasua vuelve a estar de nuevo en el foco informativo. Su cuartel, medio escondido en el monte a las afueras de la localidad y con unas vallas metálicas interminables que se elevan sobre los muros para evitar ataques, encierra un gran simbolismo por estar en el centro de la diana del mundo etarra. Es el máximo exponente del hostigamiento radical en Navarra. Eso en Navarra. En Euskadi, la Guardia Civil también tiene su propio Alsasua: Oñate. En este municipio guipuzcoano de unos 11.000 habitantes, bajo el control de EH Bildu, este cuerpo policial sufre un permanente acoso. Un acoso que supera los límites.
Los hijos de los agentes no pueden celebrar fiestas de cumpleaños porque los compañeros de colegio o amigos les dicen: “No queremos ir a que nos torturen”
A día de hoy, todavía en el cuartel aparecen ollas a presión que simulan las bombas utilizadas por ETA para atentar contra los agentes y sus familiares, y que obligan a intervenir a miembros de la Unidad de Explosivos. No matan, pero hacen explosión en su función amenazadora y humillante. Es el arma de la intimidación que se utiliza ahora que la banda terrorista está inactiva. Y no está exenta de mofas. Pero José Cobo, portavoz de AEGC, llama a no caer en la “ignorancia” con unas acciones que nada tienen de bromas o chiquilladas. “¿Y quién no dice que están probando la capacidad de reacción del cuerpo o están controlando el operativo que se despliega? ETA trabajaba así. Ponía trampas falsas para que los agentes se confiaran”, asevera para dejar constancia de que “no nos podemos fiar”.
ETA asesinó en 2002 en Leiza (Navarra) al cabo Juan Carlos Beiro, de 32 años y padre de dos mellizos de seis años, con una bomba escondida en una pancarta con el anagrama de la banda que el agente se disponía a retirar. En Oñate existe el temor a que un día una de esas ollas metálicas no solo esté cargada de ira. De momento, hay “mucho odio”. La convivencia de la Guardia Civil con la población es “muy dura”. Apenas hay relación. De hecho, muchos agentes no conviven con sus familias en el cuartel para que no pisen las calles. Prefieren alquilar una casa en otra localidad o provincia cercana para ganar en seguridad. Pero hay otros agentes que no pueden permitírselo por dinero. Y su familia paga los platos. Los niños, por ejemplo, no pueden celebrar fiestas de cumpleaños ante la negativa de los compañeros de colegio o amigos a acudir. Como les dicen, “no queremos ir a que nos torturen”. Además, como explica un agente, “cómo se va a mandar a un niño al cuartel si luego queda señalado y es acusado de colaboracionista o de informador”. En este municipio, “a poco que el niño tenga acento, ya todo el mundo sabe que eres el hijo de un guardia civil”.
A día de hoy, todavía en el cuartel aparecen ollas a presión que simulan las bombas utilizadas por ETA para atentar contra los agentes y sus familiares
Oñate es la evidencia de que el final del terrorismo no ha conllevado el final del acoso terrorista. Poco o nada ha cambiado desde que ahora hace cinco años ETA anunciase el fin de su actividad armada. El cuartel sigue siendo objeto de un continuo hostigamiento, que goza de total impunidad. “Lo que pasa aquí es una salvajada”, denuncia de forma gráfica un agente. Ha habido pancartas, pintadas amenazantes, manifestaciones, escraches, maletas a la puerta del cuartel, ollas que simulan explosivos… Todo para atemorizar a la Guardia Civil dentro de la “estrategia de acoso y derribo” instaurada por ETA. “Aquí hay actuaciones amenazadoras como antiguamente, como cuando ETA estaba operativa”, resalta.
La convivencia con la población es “dura”. Apenas hay relación. Muchos agentes no conviven con sus familias en el cuartel para que no pisen las calles
Este escrache se incluye dentro del Fan Hemendik Eguna (día del fuera de aquí), que desde hace años organiza un fin de semana de junio el movimiento Fan Hemendik para lograr mediante la “lucha del pueblo” que los 'txakurrak' (perros) abandonen la localidad en una jornada que incluye un almuerzo, manifestación y conciertos donde se vilipendia a la Guardia Civil. Ante la presencia de los radicales en el cuartel, los agentes se han visto obligados a recluir a los hijos, muchos de ellos niños, en una sala con el volumen de la televisión a tope para que no escuchen los insultos y amenazas procedentes de la calle. “No concebimos ese odio exacerbado a nuestras familias, que no pueden hacer vida con total normalidad por el simple hecho de estar relacionadas con un guardia civil”. En este escenario, los agentes se preguntan: “¿Cómo vamos a involucrarnos en el pueblo?”.
El entorno radical organiza todos los años en junio un escrache a las puertas de las instalaciones de la Guardia Civil con el permiso del Gobierno vasco
Son actuaciones “sistemáticas” que obligan a la Guardia Civil a “seguir en alerta” día a día. No son los años de plomo de los ochenta o noventa, cuando los funerales por los guardias civiles asesinados por ETA se celebraban a escondidas, pero “el problema del terrorismo sigue latente” por toda esa gente violenta que se resiste a dejar atrás el pasado. “La situación en Euskadi y Navarra no ha cambiado. Hay que decirlo bien alto”, asevera Cobo
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