jueves, 20 de octubre de 2016

ETA SIGUE VIVA Y UTILIZA LOS PROCEDIMIENTOS CONSTITUCIONALES QUE TANTO DESPRECIAN

las amenazas de los cachorros de ETA continúan

El Alsasua vasco: Oñate. Escraches y ollas que simulan explosivos a las puertas del cuartel

El cuartel es objeto de un continuo hostigamiento que goza de total impunidad: este municipio es la evidencia de que el final del terrorismo no ha conllevado el final del acoso terrorista
Foto: Cadena humana que rodeó el cuertal de Oñate en 2015. (Covite)
Cadena humana que rodeó el cuertal de Oñate en 2015. (Covite)
La agresión a dos guardias civiles fuera de servicio y sus parejas en Alsasua ha dado voz al grito silencioso en este cuerpo de que el hostigamiento no ha cesado. No hay tiros, no hay bombas, pero las amenazas de los cachorros de ETA continúan. “Venimos diciendo desde hace mucho tiempo que el odio no ha cambiado”. El brutal ataque en la localidad navarra da consistencia a la permanente queja-advertencia de la Asociación Española de Guardias Civiles (AEGC) sobre la situación que vive en Euskadi y Navarra la Benemérita, que es objeto de pintadas, movilizaciones, escraches y otro tipo de actos amenazantes dentro del acoso radical.
Alsasua vuelve a estar de nuevo en el foco informativo. Su cuartel, medio escondido en el monte a las afueras de la localidad y con unas vallas metálicas interminables que se elevan sobre los muros para evitar ataques, encierra un gran simbolismo por estar en el centro de la diana del mundo etarra. Es el máximo exponente del hostigamiento radical en Navarra. Eso en Navarra. En Euskadi, la Guardia Civil también tiene su propio Alsasua: Oñate. En este municipio guipuzcoano de unos 11.000 habitantes, bajo el control de EH Bildu, este cuerpo policial sufre un permanente acoso. Un acoso que supera los límites.
Los hijos de los agentes no pueden celebrar fiestas de cumpleaños porque los compañeros de colegio o amigos les dicen: “No queremos ir a que nos torturen”
A día de hoy, todavía en el cuartel aparecen ollas a presión que simulan las bombas utilizadas por ETA para atentar contra los agentes y sus familiares, y que obligan a intervenir a miembros de la Unidad de Explosivos. No matan, pero hacen explosión en su función amenazadora y humillante. Es el arma de la intimidación que se utiliza ahora que la banda terrorista está inactiva. Y no está exenta de mofas. Pero José Cobo, portavoz de AEGC, llama a no caer en la “ignorancia” con unas acciones que nada tienen de bromas o chiquilladas. “¿Y quién no dice que están probando la capacidad de reacción del cuerpo o están controlando el operativo que se despliega? ETA trabajaba así. Ponía trampas falsas para que los agentes se confiaran”, asevera para dejar constancia de que “no nos podemos fiar”.
ETA asesinó en 2002 en Leiza (Navarra) al cabo Juan Carlos Beiro, de 32 años y padre de dos mellizos de seis años, con una bomba escondida en una pancarta con el anagrama de la banda que el agente se disponía a retirar. En Oñate existe el temor a que un día una de esas ollas metálicas no solo esté cargada de ira. De momento, hay “mucho odio”. La convivencia de la Guardia Civil con la población es “muy dura”. Apenas hay relación. De hecho, muchos agentes no conviven con sus familias en el cuartel para que no pisen las calles. Prefieren alquilar una casa en otra localidad o provincia cercana para ganar en seguridad. Pero hay otros agentes que no pueden permitírselo por dinero. Y su familia paga los platos. Los niños, por ejemplo, no pueden celebrar fiestas de cumpleaños ante la negativa de los compañeros de colegio o amigos a acudir. Como les dicen, “no queremos ir a que nos torturen”. Además, como explica un agente, “cómo se va a mandar a un niño al cuartel si luego queda señalado y es acusado de colaboracionista o de informador”. En este municipio, “a poco que el niño tenga acento, ya todo el mundo sabe que eres el hijo de un guardia civil”.
A día de hoy, todavía en el cuartel aparecen ollas a presión que simulan las bombas utilizadas por ETA para atentar contra los agentes y sus familiares
Oñate es la evidencia de que el final del terrorismo no ha conllevado el final del acoso terrorista. Poco o nada ha cambiado desde que ahora hace cinco años ETA anunciase el fin de su actividad armada. El cuartel sigue siendo objeto de un continuo hostigamiento, que goza de total impunidad. “Lo que pasa aquí es una salvajada”, denuncia de forma gráfica un agente. Ha habido pancartas, pintadas amenazantes, manifestaciones, escraches, maletas a la puerta del cuartel, ollas que simulan explosivos… Todo para atemorizar a la Guardia Civil dentro de la “estrategia de acoso y derribo” instaurada por ETA. “Aquí hay actuaciones amenazadoras como antiguamente, como cuando ETA estaba operativa”, resalta.
 
Desde 1999, estas instalaciones han sido objeto de una veintena de actos de acoso para exigir su marcha del pueblo. Las cifras las dio el pasado año la consejera de Seguridad, Estefanía Beltrán de Heredia, en el Parlamento vasco, donde tuvo que comparecer tras una interpelación por la negativa de su departamento a prohibir un escrache 'abertzale' a las puertas del cuartel. “No es nada nuevo”, aseveró para justificar la autorización dada en 2015 a la cadena humana organizada por un grupo de la izquierda 'abertzale' que rodeó las instalaciones de la Guardia Civil.
La convivencia con la población es “dura”. Apenas hay relación. Muchos agentes no conviven con sus familias en el cuartel para que no pisen las calles
Este escrache se incluye dentro del Fan Hemendik Eguna (día del fuera de aquí), que desde hace años organiza un fin de semana de junio el movimiento Fan Hemendik para lograr mediante la “lucha del pueblo” que los 'txakurrak' (perros) abandonen la localidad en una jornada que incluye un almuerzo, manifestación y conciertos donde se vilipendia a la Guardia Civil. Ante la presencia de los radicales en el cuartel, los agentes se han visto obligados a recluir a los hijos, muchos de ellos niños, en una sala con el volumen de la televisión a tope para que no escuchen los insultos y amenazas procedentes de la calle. “No concebimos ese odio exacerbado a nuestras familias, que no pueden hacer vida con total normalidad por el simple hecho de estar relacionadas con un guardia civil”. En este escenario, los agentes se preguntan: “¿Cómo vamos a involucrarnos en el pueblo?”.
El Alsasua vasco: Oñate. Escraches y ollas que simulan explosivos a las puertas del cuartel
La presidenta de Covite, Consuelo Ordóñez, y las integrantes de esta asociación Laura Martín y Concepción Fernández se congregaron a las puertas del cuartel para hacer frente a los radicales en 2015.
La presidenta de Covite, Consuelo Ordóñez, y las integrantes de esta asociación Laura Martín y Concepción Fernández se congregaron a las puertas del cuartel para hacer frente a los radicales en 2015.
El movimiento Fan Hemendik se rodea de un aparato de propaganda que utiliza las redes sociales para promover los actos de acoso a la Benemérita, en los que han llegado a participar concejales de EH Bildu. Así, para publicitar los escraches, han realizado vídeos previos que han mostrado a un grupo de 'olentzeros' depositando carbón a las puertas del cuartel o a guardias civiles animados a quienes se ridiculiza al ritmo de la canción de Egurra Ta Kitto, que clama en reiteradas ocasiones 'txakurra, kampora' (perro, fuera). Para este 2016, realizaron tres parodias animadas diferentes. Asimismo, este colectivo tiene en su perfil de YouTube algunos 'flashmob' contra este cuerpo policial, en los que incluso participan niños. En alguno de ellos se canta “coge la maleta, vete a tu pueblo, hijo de puta, txakurra kampora”.
El entorno radical organiza todos los años en junio un escrache a las puertas de las instalaciones de la Guardia Civil con el permiso del Gobierno vasco
Son actuaciones “sistemáticas” que obligan a la Guardia Civil a “seguir en alerta” día a día. No son los años de plomo de los ochenta o noventa, cuando los funerales por los guardias civiles asesinados por ETA se celebraban a escondidas, pero “el problema del terrorismo sigue latente” por toda esa gente violenta que se resiste a dejar atrás el pasado. “La situación en Euskadi y Navarra no ha cambiado. Hay que decirlo bien alto”, asevera Cobo

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