La protesta no ha tardado en extenderse
Las manifestaciones de policías ponen a Hollande contra las cuerdas
Quinto día de manifestaciones por todo el país de la policía francesa, harta de la impunidad de los violentos y de la falta de medios. Hollande ha declarado ya que recibirá a sus representantes.
Carlos Esteban
Sábado, 22. Octubre 2016 - 15:21
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Francia es un país que hace política en la calle al menos desde 1789, y lo hace a lo grande. Ya sean las revueltas de inmigrantes en las banlieues, las marchas estudiantiles contra la reforma laboral o la 'Manif pour tous' en defensa de la familia natural, ninguna protesta callejera que se precie dura en el país vecino un solo día o se produce en una sola ciudad. La manifestación de la policía, cuyo detonante fue un ataque con cócteles Molotov en disturbios en una barriada parisina que ha dejado a un agente en estado crítico, no es excepción en esto.
Cuando Francia estornuda, todo Occidente se resfría, y hay razones para temer que las protestas en el país vecino puedan tener repercusiones a ambos lados del Atlántico, porque la presión que sufren los cuerpos de seguridad es muy similar.
Solo tenemos que citar las tensiones de la policía en Madrid y Barcelona con sus propios mandos municipales, que parecen ponerse sistemáticamente del lado de quienes se enfrentan a los agentes, o el de Estados Unidos, donde recientemente una agente se dejó apalizar por un traficante de drogas negro hasta acabar en el hospital por miedo al destino que le esperaría si usaba el arma
El espectáculo es llamativo, policías vigilando a policías en las marchas, y la situación, explosiva. En un momento tan sensible, con el gobierno de François Hollande en permanente contestación callejera y el temor siempre a flor de piel de nuevos ataques terroristas, la peor pesadilla para el ejecutivo es, precisamente, tener a la policía descontenta.
¿Qué importa quién gobierne, quién dicte las leyes, si las incumples y nadie te detiene? Sin las fuerzas del orden, todo poder es ilusorio, y la policía francesa tiene la sensación de llevar demasiado tiempo siendo 'el malo de la película' social y de tener en contra al propio Gobierno, que parece ponerse siempre del lado de quienes les atacan y desprecian, contando con su disciplina a toda prueba.
Pero todo tiene un límite.
La primera manifestación tuvo como escenario los Campos Elíseos en el centro de París el pasado lunes por la noche, con unos quinientos agentes protestando. "Estamos hartos de oír que un colega ha vuelto a ser atacado", comentaba un oficial a la cadena de televisión BFM TV. "Y, sobre todo, tenemos la sensación de no contar con el respaldo del Gobierno".
Christophe Rouget, del sindicato policial SCSI, coincide: "Es comprensible la indignación de agentes que trabajan en áreas conflictivas y no ven decisiones políticas para cambiar la situación sobre el terreno".
La protesta no ha tardado en extenderse. Tras París, Marsella, Niza, Caen, Tours. Y se suman hasta cuarenta servicios del cuerpo.
En esta última ciudad, en Tours, se ha puesto el dedo en la llaga más dolorosa de la protesta: la impunidad de las 'zonas prohibidas', los cada vez más numerosos barrios o incluso ciudades enteras donde la policía apenas puede entrar y donde la ley nacional prácticamente no rige, salvo la que llega en forma de prestaciones sociales y subsidios.
Estas 'zonas prohibidas' son un quebradero de cabeza para Francia, pero también para Suecia, Bélgica, Alemania y otros países de la UE, que ven cómo el poder efectivo del Estado pierde terreno dentro de sus propias fronteras.
La consigna oficial con estas zonas -como, en Tours, Sanitas- es la de no hacer nada, se quejan los policías manifestantes. “En el Sanitas de Tours o en la Rabière Joué, nos reciben a pedradas o con cócteles Molotov”, declara a la prensa un agente. “Hay orden de no hacer nada, de abandonar la zona y volver cuando se haya restablecido la calma”.Cuando Francia estornuda, todo Occidente se resfría, y hay razones para temer que las protestas en el país vecino puedan tener repercusiones a ambos lados del Atlántico, porque la presión que sufren los cuerpos de seguridad es muy similar.
Solo tenemos que citar las tensiones de la policía en Madrid y Barcelona con sus propios mandos municipales, que parecen ponerse sistemáticamente del lado de quienes se enfrentan a los agentes, o el de Estados Unidos, donde recientemente una agente se dejó apalizar por un traficante de drogas negro hasta acabar en el hospital por miedo al destino que le esperaría si usaba el arma
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