Sólo cinco personas conocen la receta de Jägermeister. La fórmula del octogenario licor alemán que triunfa entre los jóvenes se guarda con tanto celo como la de Coca-Cola. Nicole Gütte, una de las privilegiadas sabedoras, cuenta que la llave de la habitación con los 56 ingredientes está en manos de un único sujeto. "Ni siquiera los trabajadores de la empresa Mast-Jägermeister SE conocen el orden en el que se combinan las hierbas, que se seleccionan con el máximo cuidado siguiendo la composición original", desvela en la sede central de la corporación, ubicada en Wolfenbüttel, ciudad de unos 53.000 habitantes en Baja Sajonia (Alemania).
El secretismo es tal que móviles y grabadoras son requisados antes de acceder a las mecanizadas instalaciones donde se fabrica la bebida que se utilizó como anestésico durante la Segunda Guerra Mundial. Tampoco se pueden hacer fotografías, salvo si las distribuye la propia compañía. Por supuesto, hace falta un permiso previo. Y si se excede con el interrogatorio le remitirán a la confidencialidad. No en vano, desde esta genuina cuna del Jäger y otras dos embotelladoras separadas por apenas unos kilómetros salen las 89.000.000 de botellas que se venden al año en 117 países.
"Cada segundo se consumen 97 chupitos en el mundo", afirma Vicens Bisbal, embajador de la marca en España, donde el consumo se ha disparado. A pesar del reinado del gin-tonic, ya es el cuarto mercado, por detrás de Estados Unidos, Alemania y Reino Unido. Completan el top 10 Italia, Hungría, Canadá, República Checa, Francia y Austria, por este orden. ¿Cómo una etiqueta germana que se mantiene fiel al origen de una empresa familiar consigue ser el octavo espirituoso más vendido, y primero si acotamos a licores? ¿De qué manera ha logrado ese extraño equilibrio entre tradición y modernidad?
El inventor, que también era aficionado a la botánica, tenía un amigo químico que le ayudó a hacer posible la existencia del licor a partir de hierbas, especias, frutos y raíces. Para conseguir un sabor tan característico, ese medio centenar de ingredientes que aún hoy se mantienen impenetrables se seleccionan individualmente en su laboratorio, remodelado en 2008. "El jengibre viene de África, el anís de China y el azafrán, que es el más caro, se trae de España y de Irán", asevera Nicole Gütte.
En caso de que los componentes "pasen los exámenes", se pesan con precisión y el maestro destilador se encarga de crear las diferentes mezclas secas. A continuación, se produce el proceso de maceración en frío, que consiste en su combinación con alcohol y agua durante varias semanas para licuar los sabores y extraer los compuestos aromáticos. Esas mezclas forman una base de Jägermeister a la que se deja madurar durante un año en 400 grandes barricas de roble que se almacenan en la bodega de Wolfenbüttel.
Ni siquiera esta fase se deja al azar. Constantemente se comprueba el sabor y las cualidades del líquido. Cuentan hasta con un aparato de última generación para analizar que no haya contaminaciones. 365 días después, y una vez filtrado para retirar los botánicos sólidos, el producto final viaja a través de unos tubos a la bomba mezcladora, donde se mezcla con agua pura, alcohol y una mezcla de azúcares caramelizados y líquidos. Antes de distribuirse las botellas en camiones cisterna han pasado un total de 383 pruebas de calidad.
Pero no fue hasta los años sesenta cuando este tradicional remedio contra la tos y los problemas digestivos, dado el origen natural de sus hierbas, que surgió en 1935 y se popularizó entre las tropas nazis, dio el salto al otro lado del charco. "En Estados Unidos fue una locura a partir de los noventa", reconocen desde la marca.
A España tardó un poco más en llegar, aproximadamente hace una década. Y se produjo la paradoja de que un licor de hierbas, que tradicionalmente se posiciona entre consumidores de avanzada edad, tuvo su público objetivo entre los 18 y los 39 años. Lo hizo introduciéndose a través de tribus urbanas -los llamados modernos hipster en bares de Malasaña- y apoyando festivales de música alternativa con Jägermusic. "La marca ha creado muy buenas relaciones con bandas emergentes de muy variados estilos".
"Es una aberración", opina el bartender alemán Anton Roidir, quien sugiere otras combinaciones "más interesantes que abran su fuerza aromática para convertirlo en un trago redondo". Por ejemplo, con soda, ginger ale, zumo de limón o de naranja. "Como es un trago complejo, repleto de matices, tiene infinidad de aplicaciones en el mundo de la coctelería". Propone sustuir los espirituosos por Jäger en las tradicionales recetas para el Old Fashioned, el Negroni o el Martini Espresso.
El perfect serve interno sigue siendo, en cambio, helado. "El auténtico sabor se disfruta en frío, a menos 20 grados centígrados, directamente del congelador", recomienda Vicens Bisbal. Por eso la marca cuenta con dispensadoras únicas en el sector, las Tap Machines, creadas en 1993 para garantizar que el licor se sirva a la temperatura óptima directamente de su botella. "Tenemos más de 130.000 repartidas por el mundo".
Hay algo más en lo que Jägermaister fue pionera antes de convertirse en la bebida de moda. Su magnífica estrategia de mercadotecnia, impulsada por uno de los herederos de la familia, Günter Mast, le llevó a ser la primera marca en patrocinar a un equipo de fútbol, el Eintracht Braunschweig alemán. Supuso un antes y un después: hasta entonces estaba prohibido por ley. El acuerdo se fijó por 100.000 marcos anuales.
Tampoco dejó indiferente la campaña Yo bebo Jägermeister porque..., en la que aparecían personajes anónimos, pero también conocidos. Bill Clinton continuaba el lema con un "Mónica sopló todos mis asuntos". "Fue un éxito porque duró más de 30 años". Ahora siguen la senda de la revolución con el primer corto animado hecho con tatuajes. En Alemania tienen su propia calle, bar y hotel -sólo entran amigos de la marca-, todos ellos en Wolfenbüttel, donde nació el licor.
El secretismo es tal que móviles y grabadoras son requisados antes de acceder a las mecanizadas instalaciones donde se fabrica la bebida que se utilizó como anestésico durante la Segunda Guerra Mundial. Tampoco se pueden hacer fotografías, salvo si las distribuye la propia compañía. Por supuesto, hace falta un permiso previo. Y si se excede con el interrogatorio le remitirán a la confidencialidad. No en vano, desde esta genuina cuna del Jäger y otras dos embotelladoras separadas por apenas unos kilómetros salen las 89.000.000 de botellas que se venden al año en 117 países.
"Cada segundo se consumen 97 chupitos en el mundo", afirma Vicens Bisbal, embajador de la marca en España, donde el consumo se ha disparado. A pesar del reinado del gin-tonic, ya es el cuarto mercado, por detrás de Estados Unidos, Alemania y Reino Unido. Completan el top 10 Italia, Hungría, Canadá, República Checa, Francia y Austria, por este orden. ¿Cómo una etiqueta germana que se mantiene fiel al origen de una empresa familiar consigue ser el octavo espirituoso más vendido, y primero si acotamos a licores? ¿De qué manera ha logrado ese extraño equilibrio entre tradición y modernidad?
El origen del trago
Jägermeister, maestro cazador en alemán, remite a los bosques -de ahí el color verde de su botella- y a la caza, la gran pasión de su creador, Curt Mast. El logotipo, la imagen de una cabeza de ciervo coronado por una cruz, hace referencia a San Huberto. Según esta leyenda, un noble que perseguía al venado más hermoso, incluso en los días santos, desistió de su actitud para dedicarse a ayudar a los necesitados tras posar un crucifijo entre la cornamenta del animal. Así se convirtió en el patrón de los cazadores y, por esta razón, Mast quiso honrarlo en su precinto tras hacerse cargo de la empresa de vinagres de su padre, Wilhelm, fundada en 1878.El inventor, que también era aficionado a la botánica, tenía un amigo químico que le ayudó a hacer posible la existencia del licor a partir de hierbas, especias, frutos y raíces. Para conseguir un sabor tan característico, ese medio centenar de ingredientes que aún hoy se mantienen impenetrables se seleccionan individualmente en su laboratorio, remodelado en 2008. "El jengibre viene de África, el anís de China y el azafrán, que es el más caro, se trae de España y de Irán", asevera Nicole Gütte.
En caso de que los componentes "pasen los exámenes", se pesan con precisión y el maestro destilador se encarga de crear las diferentes mezclas secas. A continuación, se produce el proceso de maceración en frío, que consiste en su combinación con alcohol y agua durante varias semanas para licuar los sabores y extraer los compuestos aromáticos. Esas mezclas forman una base de Jägermeister a la que se deja madurar durante un año en 400 grandes barricas de roble que se almacenan en la bodega de Wolfenbüttel.
Ni siquiera esta fase se deja al azar. Constantemente se comprueba el sabor y las cualidades del líquido. Cuentan hasta con un aparato de última generación para analizar que no haya contaminaciones. 365 días después, y una vez filtrado para retirar los botánicos sólidos, el producto final viaja a través de unos tubos a la bomba mezcladora, donde se mezcla con agua pura, alcohol y una mezcla de azúcares caramelizados y líquidos. Antes de distribuirse las botellas en camiones cisterna han pasado un total de 383 pruebas de calidad.
De Wolfenbüttle al mundo
Como es lógico, una gran parte de esas botellas se quedan en Alemania. Es el 22% del mercado. En el pasado, la familia Mast había elaborado varios licores de producción local, pero se decantó por la monomarca, más importante que el producto. Es una bebida en sí misma. Uno puede pedir ginebra a secas o nombrar más de un centenar de etiquetas. Jägermeister sólo hay una.Pero no fue hasta los años sesenta cuando este tradicional remedio contra la tos y los problemas digestivos, dado el origen natural de sus hierbas, que surgió en 1935 y se popularizó entre las tropas nazis, dio el salto al otro lado del charco. "En Estados Unidos fue una locura a partir de los noventa", reconocen desde la marca.
A España tardó un poco más en llegar, aproximadamente hace una década. Y se produjo la paradoja de que un licor de hierbas, que tradicionalmente se posiciona entre consumidores de avanzada edad, tuvo su público objetivo entre los 18 y los 39 años. Lo hizo introduciéndose a través de tribus urbanas -los llamados modernos hipster en bares de Malasaña- y apoyando festivales de música alternativa con Jägermusic. "La marca ha creado muy buenas relaciones con bandas emergentes de muy variados estilos".
Un marketing revolucionario
Ahora que ya tienen un segmento fiel, están preparados para explicar qué hay detrás del nombre que ningún español pronuncia bien (se dice Llegarmaister, no Llaguermeister). Los 35 grados de alcohol obligan a la marca a ser cuidadosos con los mensajes. El hecho de estar ligado a la juerga hace que este licor dulce de color oscuro se inscriba en grandes noches de borrachera y de olvido. Un grupo de Facebook da fe de ello. Sin embargo, sus portavoces inciden en el consumo responsable y no quieren oír hablar del Jägerbomb, la mezcla con bebida energética."Es una aberración", opina el bartender alemán Anton Roidir, quien sugiere otras combinaciones "más interesantes que abran su fuerza aromática para convertirlo en un trago redondo". Por ejemplo, con soda, ginger ale, zumo de limón o de naranja. "Como es un trago complejo, repleto de matices, tiene infinidad de aplicaciones en el mundo de la coctelería". Propone sustuir los espirituosos por Jäger en las tradicionales recetas para el Old Fashioned, el Negroni o el Martini Espresso.
El perfect serve interno sigue siendo, en cambio, helado. "El auténtico sabor se disfruta en frío, a menos 20 grados centígrados, directamente del congelador", recomienda Vicens Bisbal. Por eso la marca cuenta con dispensadoras únicas en el sector, las Tap Machines, creadas en 1993 para garantizar que el licor se sirva a la temperatura óptima directamente de su botella. "Tenemos más de 130.000 repartidas por el mundo".
Hay algo más en lo que Jägermaister fue pionera antes de convertirse en la bebida de moda. Su magnífica estrategia de mercadotecnia, impulsada por uno de los herederos de la familia, Günter Mast, le llevó a ser la primera marca en patrocinar a un equipo de fútbol, el Eintracht Braunschweig alemán. Supuso un antes y un después: hasta entonces estaba prohibido por ley. El acuerdo se fijó por 100.000 marcos anuales.
Tampoco dejó indiferente la campaña Yo bebo Jägermeister porque..., en la que aparecían personajes anónimos, pero también conocidos. Bill Clinton continuaba el lema con un "Mónica sopló todos mis asuntos". "Fue un éxito porque duró más de 30 años". Ahora siguen la senda de la revolución con el primer corto animado hecho con tatuajes. En Alemania tienen su propia calle, bar y hotel -sólo entran amigos de la marca-, todos ellos en Wolfenbüttel, donde nació el licor.
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