Se acaban de hacer públicos los regalos institucionales que durante el año 2015 recibió la familia real española. Un total de 326 regalos modestos y en su mayoría entrañables con más valor sentimental que otra cosa. Pero la curiosidad y el morbo popular esperaban descubrir las joyas de la corona. Habría que encontrarlas en otros lugares menos institucionales que resultan bastante más opacos pero desapercibidos para la gran mayoría.
Aquí, en La Zarzuela, los regalos siempre han sido humildes pero hechos con el fervor del que se honra más dando que recibiendo. Por ello siempre han sido acogidos y valorados como se merecen.
Hace ya unos cuantos años los barones Thyssen-Bornemisza enviaron a los reyes un regalo navideño. Como es preceptivo, el regalo es registrado en las dependencias correspondientes de protocolo antes de ser enviado a su destinatario. La reina debía estar enterada y pendiente del envío del obsequio navideño. Preguntó al ayudante de servicio por el mismo y este inició las pesquisas para seguir el rastro del obsequio. Efectivamente había tenido entrada en palacio como figuraba en la relación de entradas y salidas de los controles de acceso. ¿Pero dónde estaba el regalo? En registro nada sabían. Bien es cierto que eran fechas navideñas y los permisos habían dividido por dos el personal de las distintas dependencias y el trabajo por la tarde era más relajado de lo habitual. El receptor podía estar de vacaciones. Nadie dudaba de que el regalo estaba en alguna dependencia ¿pero dónde? Pasaba el tiempo y los nervios afloraban. Llamadas telefónicas, preguntas… me parece, yo creo…, nada.
En registro solo una persona dio una posible pista. Allí había una caja fuerte en la que se guardaban las cosas más delicadas por lo que se pensó que al ser un regalo de tal importancia el que lo anotó y registró podría haberlo guardado allí. ¿Quién tenía la llave de aquella caja fuerte? No viene ahora al caso sino la solución del mismo.
Desde su domicilio llegó el poseedor de la llave de aquella caja fuerte y ante la presencia de todos los que estaban tras la pista se dispuso a abrir la caja no sin antes avisar de que allí no se había guardado ningún regalo. Su cara y actitud hacían sospechar algo extraño. Pero no quedaba otra solución. Había que abrir la dichosa caja fuerte.
Empotrada en la pared, pequeña, algo profunda, nadie diría que allí se podría esconder un tesoro.
¡Sorpresa! No estaba vacía pero su contenido estaba ya usado. Un jamón empezado, casi acabado, y una botella de vino de Rioja más vacía que llena adornaban el interior de aquella española y real caja fuerte.
¡Viva España!, faltó decir a los congregados alrededor del misterio. Del regalo de los barones nada de nada. La explicación del funcionario fue sincera: las fiestas de Navidad y un brindis entre todos; vino y jamón. Aquello eran los restos del frugal brindis… por Sus Majestades sin duda.
Al final una inspección por aquella dependencia descubrió sobre la mesa un paquete de libros de arte dirigidos a SM. la reina. Era el regalo de los Thyssen-Bornemisza.
Para celebrar el descubrimiento creo recordar que el jamón y el vino pusieron fin a esta historia del regalo Real.
Siempre ocurre. Creemos que detrás de lo protegido, una caja fuerte o las almenas de un palacio, hay algo más allá de la rutina de los normales mortales. El final es una historia por todos conocida:
‹‹Una vez terminado el juego, el rey y el peón vuelven a la misma caja››.
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
Aquí, en La Zarzuela, los regalos siempre han sido humildes pero hechos con el fervor del que se honra más dando que recibiendo. Por ello siempre han sido acogidos y valorados como se merecen.
Hace ya unos cuantos años los barones Thyssen-Bornemisza enviaron a los reyes un regalo navideño. Como es preceptivo, el regalo es registrado en las dependencias correspondientes de protocolo antes de ser enviado a su destinatario. La reina debía estar enterada y pendiente del envío del obsequio navideño. Preguntó al ayudante de servicio por el mismo y este inició las pesquisas para seguir el rastro del obsequio. Efectivamente había tenido entrada en palacio como figuraba en la relación de entradas y salidas de los controles de acceso. ¿Pero dónde estaba el regalo? En registro nada sabían. Bien es cierto que eran fechas navideñas y los permisos habían dividido por dos el personal de las distintas dependencias y el trabajo por la tarde era más relajado de lo habitual. El receptor podía estar de vacaciones. Nadie dudaba de que el regalo estaba en alguna dependencia ¿pero dónde? Pasaba el tiempo y los nervios afloraban. Llamadas telefónicas, preguntas… me parece, yo creo…, nada.
En registro solo una persona dio una posible pista. Allí había una caja fuerte en la que se guardaban las cosas más delicadas por lo que se pensó que al ser un regalo de tal importancia el que lo anotó y registró podría haberlo guardado allí. ¿Quién tenía la llave de aquella caja fuerte? No viene ahora al caso sino la solución del mismo.
Desde su domicilio llegó el poseedor de la llave de aquella caja fuerte y ante la presencia de todos los que estaban tras la pista se dispuso a abrir la caja no sin antes avisar de que allí no se había guardado ningún regalo. Su cara y actitud hacían sospechar algo extraño. Pero no quedaba otra solución. Había que abrir la dichosa caja fuerte.
Empotrada en la pared, pequeña, algo profunda, nadie diría que allí se podría esconder un tesoro.
¡Sorpresa! No estaba vacía pero su contenido estaba ya usado. Un jamón empezado, casi acabado, y una botella de vino de Rioja más vacía que llena adornaban el interior de aquella española y real caja fuerte.
¡Viva España!, faltó decir a los congregados alrededor del misterio. Del regalo de los barones nada de nada. La explicación del funcionario fue sincera: las fiestas de Navidad y un brindis entre todos; vino y jamón. Aquello eran los restos del frugal brindis… por Sus Majestades sin duda.
Al final una inspección por aquella dependencia descubrió sobre la mesa un paquete de libros de arte dirigidos a SM. la reina. Era el regalo de los Thyssen-Bornemisza.
Para celebrar el descubrimiento creo recordar que el jamón y el vino pusieron fin a esta historia del regalo Real.
Siempre ocurre. Creemos que detrás de lo protegido, una caja fuerte o las almenas de un palacio, hay algo más allá de la rutina de los normales mortales. El final es una historia por todos conocida:
‹‹Una vez terminado el juego, el rey y el peón vuelven a la misma caja››.
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
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