No es la primera vez que me dedico a don José. Comenzaré manifestando que se trata de una de las personas que más he admirado siempre, porque es un hombre de honor, un hombre con carisma, un hombre que da la cara. Si lo traigo a colación a esta Tribuna es debido a su condición de Alférez de Complemento y Cabo de Honor de La Legión; contando, entre sus abultadas condecoraciones, con tres grandes cruces militares, esto es la Gran Cruz del Mérito Militar, la del Mérito Aeronáutico y la del Mérito Naval. Se trata de la misma persona que nos dedicó hace pocas fechas una tierna,conmovedora y elocuente semblanza. Me refiero a don José Utrera Molina.
Naturalmente, en estas páginas no voy a hablar de política, porque no procede, pero sí reconocer que tuvo una brillante carrera política: gobernador civil de tres provincias españolas (Ciudad Real, de 1956 a 1962, en que pasó a desempeñar lo propio en Burgos –donde quien narra arribaría poco tiempo después, coincidiendo con el mandato de don Federico Trillo-Figueroa y Vázquez, padre del otrora ministro de Defensa, como primera autoridad gubernativa; y de capitán general de la VI Región Militar estaba don Tomás García Rebull-; y desde Castilla la Vieja, aquel mismo año de 1962, pasaría don José a hacerse cargo del Gobierno Civil de Sevilla, hasta 1969, en el que, de alguna manera, *conquista* Madrid. Entre otros altos cargos sería subsecretario y ministro por dos veces. Pero de toda su dilatada trayectoria, yo me quedo con la etapa de gobernador civil de Sevilla, sencillamente porque fue *mi gobernador*, y aunque llegase a ministro por partida doble, mi corazón lo “degrada” a gobernador, porque todo lo que tenga que decir de él lo hago con conocimiento de causa, como, por ejemplo, afirmar que se trata del mejor gobernador civil que hemos tenido en Sevilla.Cuando don José llegó acá, el que suscribe se encontraba en el ecuador del Bachillerato, sin tener decidido nada de su futuro, que rondaba el ingreso en la AGM, o en la Universidad, o, incluso, en preparar unas oposiciones al Banco de España, o Ministerio de Obras Públicas. Desde Alemania, donde me encuentro, leo diariamente en el diario ABC, edición digital, naturalmente, la cadena de alusiones que se están produciendo en su favor; y si todos hablamos de él, con decoro literario, yo no voy a ser menos, porque hablar bien de una persona de su talla y tipología, es hablar de cariño y con cariño. Porque decir aquí lo que estoy diciendo, no son líneas apologéticas, sino realistas.
Considera nuestro protagonista que Sevilla (donde tenía familia su esposa, doña Margarita) es el paisaje que mejor le sonríe, quien nunca apartó de su alma sus juramentos; y me refiero a un hombre que luchó contra la intolerancia, catástrofes –inundaciones- y falta de viviendas, que creó barriadas, llevó la luz y el teléfono a muchos pueblos, y atendió en su despacho quejas, ruegos y súplicas. Puestos a dar detalles sobre él, también procede aludir, en el terreno folclórico, a la inauguración oficial de la primera misa flamenca, la tarde del 29 de Junio de 1968, día de San Pedro y San Pablo, por entonces festivo, en la parroquia de San Pablo; ante un insoportable calor “de ley”, que hace que probablemente no se le haya olvidado todavía. Una persona muy fiel a él sería su subordinado e incondicional Manuel Martel Ramírez (Sevilla, 1929-2001), en cuyo archivo personal, una vez fallecido, aparecieron numerosas fotos de don José, cuya viuda manifestó a este articulista que todo quedaría igual que hasta ahora, “como lo dejó Manolo”. Recuerdo su acostumbrada oratoria, con adecuada modulación, sus numerosas publicaciones, en particular su libro “Sin cambiar de bandera”. Ejemplo de oratoria para cultivar, así como su estilo literario, que tantas veces he admirado, como frases exquisitas en sus textos, como la que dice: “No es lo mismo ejercer de prudente que presumir de astuto”; que utilicé ocasionalmente, apostillando, por mi parte, sin pausa: “la frase no es mía, sino de un gran gobernador civil que tuvimos en Sevilla, aunque algunos ya no se acuerden”.
“El silencio del envidioso está lleno de ruidos”, dice KhalilGibran. Pues hace aun pocos años al general Merry, héroe de la guerra de Marruecos, le quitaron en Sevilla la avenida que llevaba su nombre; saliendo al encuentro de los irresponsables (articulista incluido) buen número de personas; recordando la historia como transcurrió, que parece que ignoraban quienes decidieron eliminarle su nombre del nomenclátor. Ahora parece ser que le toca el turno a don José. Han tenido que esperar que cumpla 90 años para obsequiarle con esta cabronada. Basándome, de alguna manera, en la logística, se me ocurre añadir que, en parte, “no hay mal que por bien no venga”, y me explico : El degradante gesto político soportado de eliminación y permuta de título a una vía pública, ha puesto de relieve la cadena de adhesiones y solidaridad a favor de don José, después de tantos años. Y por si fuera poco, también le han retirado la Medalla de Oro de la Diputación de Sevilla, concedida en 1969, por la gestión de viviendas, debido a la riada ocurrida tan solo un año antes de su llegada, que hizo que la ciudad se hallara inmersa en una cadena de problemas y calamidades inmenso. Nuestro personaje ha comentado: “voy a recurrir. Es una injusticia. Me ha dolido mucho. Si yo era bueno hace 47 años, ¿ por qué voy a ser malo ahora ?”. Naturalmente, en sus manifestaciones la Constitución le ampara. Resulta lógico pensar, pues, y odia a todo aquel que del rencor ha hecho su medio de vida.
Deseo reivindicar con fuerza esta despedida, ante un hombre con proyección, de carácter cercano y emocional, de equilibrio racional, y que seguirá estando presente, a pesar de no haber contado jamás con un canal en Youtube, o una cuenta en Twitter, aunque no me imagino yo a don José metido en estas cosas.
FRANCISCO JOSÉ GONZÁLEZ DEL PIÑAL JURADO
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