Proclamación de la II República en la Puerta del Sol de Madrid
El 28 de abril de 1931 mediante un confuso, alejado de cualquier rigor histórico, Decreto de la Presidencia del gobierno republicano se adoptaba una nueva bandera nacional, la tricolor formada por tres bandas horizontales de igual ancho, siendo roja la superior, amarilla la central y morada oscura la inferior.
No era un gesto cualquiera ni un caprichoso decreto. Con ello se izaba una nueva historia de enfrentamientos. Nada como una bandera para diferenciar, distinguir y separar. Muy bien lo sabían los que con tanta urgencia decidieron como primera medida de su sectarismo cambiar el símbolo de la Nación. Poco importaban los errores históricos, la precipitación o el rigor. Se trataba de borrar de un plumazo la historia reciente e iniciar el camino del enfrentamiento: Delenda est Monarchia.

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Nada mejor para ello que una nueva bandera, un símbolo que en lugar de buscar su razón de ser, la unidad y la lucha común por el ideal que representa, buscó desde sus inicios la separación y el enfrentamiento. Por eso y en eso acabó la Segunda República española. Bandera contra bandera.
La historia se repite: Desunión, injerencia extranjera, inutilidad de nuestros dirigentes empeñados solo en su proyección individual y en la de su partido
 A poco que leamos acabamos entendiendo las razones del hartazgo de los españoles ante tanta injerencia externa, individualismo egoísta e inutilidad de nuestros dirigentes empeñados solo en su proyección individual y la de su partido. Es una historia que se repite.
El domingo 24 de mayo de 1931 se encontraba el general Dávila en su despacho de la Capitanía general de Valladolid cuando entraron dos capitanes de su Estado Mayor a darle la enhorabuena al haberse recibido llamada del Ministerio de la Guerra adelantando que el señor Azaña llamaría al general para designarle subsecretario del ministerio de la guerra.
Al poco tiempo se produjo una llamada desde Madrid. Era el comandante Leopoldo Menéndez el que hablaba con el general Dávila adelantándole la propuesta de Azaña e intentando convencerle para que aceptase el cargo.  La contestación del general Dávila fue escueta y rápida.
-Dígale al ministro que no se moleste, tengo ya tomada mi decisión.
Al llegar a su domicilio le dijo a su esposa:
-Azaña me designa subsecretario. Me lo acaban de comunicar.
-Y ¿qué vas a hacer?
-Acabo de formalizar la solicitud de retiro y mañana la cursaré.
-Pero, ¿lo has pensado bien?
General Fidel Dávila
General Fidel Dávila
La mañana del lunes 25 el general Fidel Dávila Arrondo formulaba la solicitud de acogerse a los decretos de retiro voluntario. La celeridad del ministerio de la guerra fue sorprendente y en Decreto del día 28, publicado el 31, aparecía relacionado con siete tenientes generales, ocho generales de división y cuarenta y dos generales de brigada. Se ha hablado mucho de la famosa ley de retiros de Azaña y no volveré sobre ella. Sí quiero recordar algo menos conocido; la opinión del general Franco sobre aquella reforma:
“La ley de retiros no estaba mal proyectada ni era tan mala como se decía en aquella época; tenía el sectarismo de querer apartar de las filas del Ejército a la oficialidad de ideales monárquicos; pero esto no se realizó, pues se retiraron los que quisieron y nos quedamos la mayoría”.
Es discutible. También dijo Franco que si hubiese estado en El Escorial aquel 14 de abril habrían podido cambiar algunas cosas. “A mi me hubiese sido fácil presentarme el 12 0 el 14 de abril de 1931 en Madrid, al frente de los cadetes, e influir, quizá, sobre las circunstancias que determinaron la expatriación de Alfonso XIII”, pero la Academia General Militar que mandaba el general Franco y cerrada por Azaña se había instalado en Zaragoza.
El general Sanjurjo, director de la Guardia Civil se puso desde el primer momento al lado de la República. Contribuyó decisivamente a que pudiera ser proclamada. Las razones, viendo su posterior reacción, no se entienden sí no es por su actitud personal contra el Rey por no haber sido nombrado gentilhombre de S.M. y no habérsele concedido el Toisón de Oro al que se creía merecedor.
No fue el único militar del generalato que por despecho con el Rey en aquellos momentos se sintió más republicano que el mismísimo Azaña. Algo que abriendo y cerrando paréntesis diremos que no fue la única vez que ocurrió en España. Desde poco antes de la muerte de Franco las intrigas por despecho empezaron a ser el pan nuestro de cada día en todo el proceso de la Transición. También entre los militares. Abriremos el paréntesis en otra ocasión.
Analizar la situación de los ejércitos aquel 14 de abril nos llevaría muy lejos. El ambiente se había enturbiado hacía unos años. No era ya una lucha monarquía-república, sino algo más. Recordar Annual, la recuperación del territorio perdido, las Juntas de Defensa, la Dictadura de Primo de Rivera, la sublevación de Jaca y ¡cómo no!, el pacto de San Sebastián, pueden darnos muchas pistas. Pero lo que no podemos, no debemos olvidar, es que el nuevo régimen despreció al ejército, combatió sus tradiciones, humilló a sus mandos y cambió su bandera.
Razones para el descontento: dudosas elecciones, el Gobierno nunca sometió el régimen a referéndum, quema de iglesias y conventos…
Fueron muchos los que, como el general Dávila, pidieron la reserva y no por una única razón. No fueron todos los oficiales monárquicos ni tampoco los únicos que pidieron la reserva. Había muchas razones para el descontento.
La iglesia de los jesuitas en Madrid mientras arde en 1931
La iglesia de los jesuitas en Madrid mientras arde en 1931
Dudosas elecciones, unos comicios bajo sospecha cuyo resultado final fue fruto de la manipulación (las únicas elecciones democráticas de la Segunda República  fueron los comicios de 1933). El Gobierno nunca sometió el régimen a un referéndum. El Pacto de San Sebastián (no lo olvidemos). Y que vamos a decir de la España católica, de la quema de iglesias, conventos e imágenes veneradas durante siglos. Entre el 11 y el 13 de mayo de 1931 más de 200 edificios religiosos fueron saqueados y destruidos ante la absoluta inhibición de las autoridades republicanas.
La Iglesia y el Ejército habían sido señalados como los responsables de todos los males de la nación. Y si importante es lo que se hace, en aquella ocasión fue más importante como se hizo, con la inquina y el revanchismo con el que se hizo.
Efectivamente no todos los oficiales pidieron la reserva, pero desde hacía años el malestar interno hacía mella en los ejércitos.
La llegada de la República no creó un rechazo inicial hacia ella sino una actitud expectante. Había en el pueblo español una ilusión grande. No pasaría mucho tiempo para que aquella ilusión terminase con las palabras de Ortega y Gasset: “No es esto, no es esto”.
En el fondo nadie sabía que era aquello a pesar de la experiencia de la Primera República, la que hizo exclamar a su primer presidente: “Estoy hasta los c… de todos nosotros” (Senyors, ja no agunto mes. Estic fins als collons de tots nosaltres”).
Un grupo de jóvenes portando banderas republicanas / EFE
Un grupo de jóvenes portando banderas republicanas / EFE
Antes de abandonar España el Rey había dicho: “Espero que no habré de volver, pues significaría solamente que el pueblo español no sería próspero ni feliz”.
No fue en felicidad precisamente en lo que se tradujo aquella Segunda República. Lo que pasó después lo había vaticinado SM. Don Alfonso XIII, el pueblo español no era próspero ni feliz.
El republicanismo está hoy en el ideario de Podemos, PSOE y Cs… el PP ni sabe ni contesta
Hoy, 85 años después, este 14 de abril se nos presenta muy lejos de aquella época, aunque hay aspectos que nos recuerdan tiempos pretéritos.
El republicanismo está en el ideario de todos los partidos políticos. Podemos es republicano, el PSOE y Ciudadanos también, el PP ni sabe ni contesta. ¿Entonces? Monárquicos ideológicos no parece que existan. ¿Quién sabe lo que eso significa? ¿Dónde se enseña, se educa, incluso me atrevería a decir se respeta la idea monárquica?, ¿explica, sabe, alguien las razones y beneficios de uno u otro sistema político?
Es un buen momento después de 85 años, Aniversario de la II República, preguntarse por la República que viene, si nadie lo remedia.
Felipe VI, el día de su proclamación como Rey / EFE
Felipe VI, el día de su proclamación como Rey / EFE
Sin duda hay que ganarse la plaza de Rey día a día como en una ocasión dijo Don Felipe, Rey de España.
Pero visto lo visto, cada vez se lo ponen más difícil.