¿Fueron estas las razones por las que, cuando sonó el cornetín de enganche para la División Azul, acudió a las largas filas de quienes querían continuar la lucha contra el comunismo en Europa? Seguramente así fue, si bien no es descartable tampoco la llamada de la patriótica herencia de su padre, activo luchador tradicionalista o la de su abuelo también combatiente años atrás en la tercera guerra carlista junto al General Villalaín.
Apenas tenía 16 años. ¿Cómo logró ser admitido como soldado a esa temprana edad y con esa cara de niño? Una incógnita que desconocemos pero ahí nos encontramos a Antonio como soldado de la 2ªCía Antitanques divisionaria junto a falangistas renombrados de la vieja guardia como Agustín Aznar, Enrique Sotomayor, Dionisio Ridruejo y otros.
De su paso por el campamento de instrucción de Grafenwohr y de la larga marcha a pie atravesando media Europa en el camino hacia el frente, que la División Azul realizó, tenemos noticias aisladas suyas que leemos de lo escrito por Ridruejo en su magnífico libro “mis caminos de Rusia” o en la trilogía que Fernando Vadillo escribió también sobre la campaña en el frente ruso. Ambos recuerdan al “niño” de la compañía siempre sonriente y dispuesto a todo cuanto fuera menester.
“Niño” que apenas un mes después demostraría su sobrada hombría en las sangrientas luchas que iban a tener lugar en Urdanik y en Possad.
Fue en estas localidades donde la División Azul dio la primera medida de su valía como unidad combatiente.
“Ni un paso atrás. El honor de España depende de vosotros” les había dicho Muñoz Grandes, su valiente General. Y vaya que si lo cumplieron.
En Diciembre de 1941 una brutal ofensiva soviética cayó sobre las posiciones de la División Azul. Tras una intensísima preparación artillera, el día 26 por la noche, con una temperatura rondando los 40º bajo cero, ocho batallones soviéticos se lanzaron al asalto cruzando el río Voljov atacando las posiciones españolas en Urdanik. Allí, rotas las líneas de defensa, el flanco derecho de la posición resistió gracias a la defensa tenaz que ofreció un grupo de soldados antitanquistas en el que se encontraba nuestro joven guripa Antonio. Recuperada la posición, tras el audaz y valiente contraataque que lideró el Comandante Román, se encontró el cuerpo de Antonio caído en la defensa. Tenía la cara sonriente y a su lado yacían cinco soldados soviéticos contra los que sin duda había ofrecido una terrible lucha cuerpo a cuerpo.
“Ni un paso atrás había dicho Muñoz Grandes”.
Antonio apenas tenía 16 años. Toda una vida por delante. Con su muerte honró a su patria y a su Ejército. Hoy, cuando los nietos ideológicos de aquellos contra los que se enfrentó pretenden borrar la huella que él y otros cinco mil caídos que reposan en tierras rusas dejaron y cuando los que se supone herederos de la España por la que ellos murieron adoptan un perfil relativista ante su recuerdo, no nos queda más consuelo que recordar aquél emblema que los requetés tenían como norte de su vida en el combate: “ante Dios nunca serás un héroe anónimo”.
Los restos de nuestro divisionario reposan junto a los de otros muchos soldados españoles en el cementerio de Pankovka, un cementerio cristiano y español en Novgorod (Rusia), pero sabemos que desde donde esté se sentirá orgulloso de haber cumplido la orden de su General.
Y termino este recuerdo con el sabor agradable de conocer hoy que uno de los nietos de un guripa de la misma compañía que Antonio, y por tanto su camarada en la lucha por España, ha ingresado en la Academia General Militar. Sangre joven para nuestro ejército que honrará a la heroica División Azul.
Juan Chicharro Ortega. General de División de Infantería de Marina (R.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario