miércoles, 21 de septiembre de 2016

DERECHO A DECIDIR O DESEO DE DECIDIR General de División Juan Mateo Castañeyra (R.)

 


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España y no hay más Nación
Se dice que muchos catalanes, aunque no quieren la independencia, si quieren tener derecho a decidir; se dice también, que hay españoles de otros lugares de España, que comprenden y apoyan ese supuesto derecho de los catalanes. Y no me refiero a los partidos políticos, de ámbito regional o nacional que lo apoyan, pues estos no se mueven por creencias sino por votos; me estoy refiriendo a personas, a la “gente”. Y no sé si esas personas son muchas, o no lo son tanto; pero, en cualquier caso, el número es a mi modo de ver irrelevante, porque lo que no es verdad, por mucho que sea el número de los que lo digan o lo piensen, no se convierte en cierto.
Y digo que no tienen razón los que comprenden y apoyan el derecho a decidir, porque, aunque creo:
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¿Cumplimos o rompemos la baraja?
Que la secesión de Cataluña, es contraria al sentido de la historia, al sentido de los tiempos y al sentido común.
Que es mala para España y mala para los que se quieren secesionar.
Que el   independentismo basa sus razones en mitos y mentiras históricas.
Que los sentimientos en contra de odio a España, tienen su fundamento en agravios tan falsos como las pretendidas razones históricas.
Que los “agravios” que dicen que han sufrido por parte de España, han convertido a esa región en una de las regiones más prósperas de España.
Que el sentimiento nacionalista es profundamente egoísta e insolidario.
Que el nacionalismo no tiene nada que ver con el patriotismo.
Que los sentimientos son cambiantes y que se puede pasar del amor a odio y viceversa; y que de la misma forma que se dice que los independentistas se han multiplicado en los últimos años, también en un futuro pueden disminuir, por lo que no se deben tomar decisiones, que por su naturaleza son irreversibles, en función de sentimientos que son cambiantes.
Y a pesar de todo lo anterior:
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Derecho a …
Puedo entender que alguien se sienta independentista y quiera la independencia, aunque no tenga ninguna justificación.
Puedo también entender, que muchos catalanes y otros españoles, crean que Cataluña es una nación; aunque sí lo fuera de verdad, ya sería independiente desde hace muchos años; o bien, como les ocurre a las naciones sin estado que hay por el mundo, hoy estaría sumida en la ruina y en la pobreza, a las que le habrían llevado su lucha por lograrlo. Porque no olvidemos, que las naciones no surgen de alegres manifestaciones en otoño, sino que al igual que ocurre a las personas, su gestación y alumbramiento requieren tiempo, dolor y sangre.
Puedo incluso entender, a los canallas que queman nuestra Bandera y el retrato de nuestro Rey, porque la cobardía, característica principal de los que ejecutan esos actos, conduce a los hombres a las más deleznables acciones.
Puedo entender todo eso, y mucho más; pero, por el contrario, no puedo entender que alguien piense que se tenga el derecho a decidir.
Con el derecho a decidir, así en general, todos podemos estar de acuerdo; y además no sólo se está de acuerdo, sino que todos los españoles y también los catalanes tenemos ese derecho más que adquirido. Es, si de lo general pasamos a lo particular, cuando la cosa ya no está clara. Porque derecho a decidir, ¿el qué y por quién? Es evidente que solo tenemos derecho a decidir, sobre lo que es nuestro y siempre que esa decisión no afecte a los demás. No se puede decidir, por ejemplo, sobre la casa en la que se vive, si la misma es propiedad no solo del que la habita, sino que además tiene otros propietarios; y aunque fuera solo del que la habita, su propietario no puede decidir sobre aspectos que afecten a todos los vecinos de la comunidad.
Y ¿Cataluña es solo de los catalanes? ¿No lo es también del resto de los españoles, que han contribuido con sus impuestos, con su trabajo y con el propio desarrollo de toda nuestra nación, a que Cataluña sea lo que es hoy en día? ¿Es que Cataluña sería lo que es, si hubiera vivido aislada, o si hubiera formado parte de otra nación, de Francia, por no ir más lejos?
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¡España!
Y ¿quiénes son los catalanes? ¿los que viven y trabajan en Cataluña, como dice el estatuto? ¿Y no lo serán también, los que han nacido y vivido y se acaban de marchar por las razones que sean? ¿Y no tienen derecho a serlo los que han trabajado toda su vida allí, aunque hayan nacido fuera? ¿Es que tiene más derecho a ser catalán, el que acaba de empadronarse y de encontrar un trabajo, que el que lleva allí toda la vida trabajando y vuelve a su lugar de origen, cuando le llega la jubilación, aunque deje allí, además de su esfuerzo, parte de su familia?
¿Y acaso no afecta a todos los españoles, y no sólo a los catalanes, que Cataluña sea independiente? ¿Es que no se produciría una importante disminución del PIB y por tanto de la riqueza de todos? ¿Es que no afecta a los sentimientos de todos? ¿Y no le afecta también al resto de los europeos, además de por razones políticas y económicas, por crear precedentes que frustren uniones que costó siglos soldar?
Pero hay además otra cuestión. ¿Hasta dónde llega ese supuesto derecho? ¿Por qué ese derecho no se extiende hacia diferentes provincias y municipios que pudieran a su vez querer independizarse de la región catalana? Ah, dirán los convencidos, porque Cataluña es una nación, y las provincias y municipios no lo son. Pero ¿no tienen alguna provincia o municipio, las mismas razones que Cataluña para ser naciones? ¿Tal vez es cuestión de repetirlo muchas veces?
Si, se podrá decir que muchos catalanes sean o no independentistas, tiene deseo de decidir. E incluso, se podrá comprender por gran número del resto de los españoles, que los catalanes tengan deseos de decidir. Pero eso no quiere decir que tengan derecho. Una cosa son los deseos y los sentimientos y otra cosa son los derechos.
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Constitución
Es una obviedad, pero parece que se nos olvida: el derecho a decidir no existe. Ni aunque la Constitución no lo impidiera. El derecho a decidir es solo un eslogan político, con el que con carácter general todo el mundo puede estar de acuerdo, pero que no resiste el menor análisis cuando se lleva al terreno de los hechos.
Forma parte de una serie de eslóganes, como son el derecho de autogobierno, el derecho de autodeterminación, el queremos votar, o el mandato de los catalanes (y catalanas). Al principio no se hablaba de independencia, que es lo que en realidad se buscaba, pues esta palabra provocaría el rechazo frontal de propios y extraños. Ahora, cuando el lavado de los cerebros, (de propios y extraños) se ha llevado a cabo, ya se puede pronunciar y de hecho se pronuncia cada vez más. Pero lo digan pocos o muchos, el derecho a decidir, no existe. Y, además, no puede existir.
Juan M. Mateo Castañeyra General de División (R.)

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