Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
No se habló de España. ¿Alguien sabe cuántas veces se nombró la palabra España durante el debate de investidura? Pocas, muy pocas.
Representantes de lo disperso, sacamuelas de antaño ajenos a su verdadera función. Intereses creados. Facciones que patrullan en pandilla vigilando sus fronteras de codicia. ¿Dónde queda España? ¿Cuándo se habla de España?
Reconozcamos, como ya hicimos, al candidato en su alegato señalando el verdadero problema que nos lastra hasta el hundimiento: la unidad de España. Pues ni para eso se cita a España. País, Estado, Autonomías, Comunidades… ¡No! y ¡no! ¡España!
Cada uno viene a hablar de su parcelita exigiendo a España, que ni nombran, la independencia y el dinero. Quizá sea al revés; ya no me acuerdo, aunque recuerdo muy bien lo del dinero y el intercambio de cromos. Fronteras de codicia mientras fuera, en España, se suda la gota gorda por sacar adelante a España. A la económica y a la otra, a la España de verdad. Claro que esos son los de a pie, los representados.
Es justo y necesario españolizar el Congreso de los Diputados. Recobrar su carácter español ahora perdido. No creo que sea mucho pedir. Los que allí hablan representan a los españoles, aunque alguno prefiera ser marciano.
Sí, como decía, es necesario emprender la tarea de españolizar el Congreso de los Diputados y enseñar a Sus Señorías que no representan a una marca ni a un producto. Tampoco allí se va a parcelar, ni el espíritu ni el terreno. España es su objetivo y debería ser su obsesión. Su unidad. España no está en venta por parcelas.
Me queda la duda de no haber sido lo suficientemente claro en mi petición, así que, por si caso, por si no he repetido alto y claro el nombre de mi Nación, España, la de todos, representantes y representados, voy a repetirlo una vez más:
¡Viva España!
¡Uf! Que a gusto me he quedado.
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