No resulta fácil para el soldado, como para ninguno de sus compatriotas, aceptar con normalidad las muchas inquietudes y preocupaciones ocasionadas por la actuación de los que tienen la obligación de evitar la incertidumbre en que está sumida España sin que se vislumbre su final. Y mala gracia tiene acudir al chascarrillo de que toda situación por mala que parezca siempre es susceptible de empeorar.
Así ha ocurrido el pasado fin de semana, en el que además del bochorno de la incertidumbre política mencionada, España ha tenido que soportar un año más la manifestación independentista organizada por los representantes de España en la Autonomía de Cataluña, que desoyendo e incumpliendo la Ley manipulan desde posiciones oficiales la voluntad de todos los catalanes mientras lo permite la Autoridad responsable de evitarlo.
Si estas conductas ocasionan el indignado asombro del conjunto de los españoles, aunque su hastío les haga parecer indiferentes, el soldado se queda estupefacto cuando contempla, en un flash televisivo de no más de dos segundos, al máximo representante de las Fuerzas Armadas en la Comunidad, asistir a un acto previo, junto a los organizadores del aquelarre independentista donde se quemaron la Bandera de España y fotografías de S.M. el Rey.
De haber sido la primera vez, sería comprensible que su buena voluntad hubiera sido sorprendida, pero si sucede después de una situación similar en el Ayuntamiento donde quitaron el busto del Rey y en otra ocasión admitir una entrevista en una televisión independentista, la presencia en este tercer acto no tiene una explicación aceptable. Ni la Disciplina, si no va unida a otras virtudes como el Honor y la Lealtad, puede justificar ciertos actos.
Es importante que se reciba este comentario como crítica a la difícil situación a la que tiene que enfrentarse una milicia laminada por la política y a la que no se debía haber llegado por no ser bueno para nadie. Cada Institución tiene su cometido que debe ser respetado por las demás, especialmente el de las Fuerzas Armadas por su condición apolítica.
Emilio Pérez Alamán Teniente General (R.)
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