Para ser colgado en un lugar concreto recibe El Greco, recién llegado a Toledo, el encargo de pintar un “expolio” por parte del cabildo de la catedral.
Y nuestro, ya, amigo también “se dio”, con la “Iglesia”; con mayúscula esta vez. Dos años dedicó a pintarlo y el resultado final no satisfizo al cabildo, por falta de “decoro”, con el significado que esta palabra tenía en la España de la Contrarreforma a final del XVI.
No era decoroso, no ya que una variada turba de indeseables (cada rostro un mundo) insultara, apabullara, estrujara y abrumara a Jesús en el momento del despojo, sino que sus cabezas sobresalieran sobre la suya (composición isocefálica inspirada en su formación bizantina). Ni lo era que el esbirro que manipula la cruz le “robara un primer plano”; o que el centurión que “posa” a su derecha lo haga embutido en una armadura renacentista en claro anacronismo. Y sobre todo: no había tres, sino dos Marías en el Calvario según los evangelios canónicos…
Para colmo tampoco hubo acuerdo en la tasación del cuadro según entonces estaba establecido: la parte en representación del autor puso un precio muy por encima al que los representantes del cabildo estaban dispuestos a abonar. Al final, y supongo que por no perder tan importante cliente -cosa que ocurrió- El Greco se avino a cobrar un monto algo superior a lo ofrecido por “la parte contratante”, pero muy inferior a lo estipulado por sus representantes
De todas formas, tan disgustado no estaría el cabildo cuando el cuadro se colgó (y aún sigue, enmarcado en un impresionante escenario de mármoles y bronces) en el lugar para el que se pensó, la sacristía de la SICP.
Fue el primer y último trabajo que El Greco hizo para la catedral. Pero curiosamente fue en el espíritu contra reformista de la Iglesia donde encontraría “el filón” (perdón) para desarrollar el práctico conjunto de su obra. En fin, y me perdone el lector “confundir” picas con alabardas sólo por aquello de la métrica.
EL EXPOLIO (1577-79)
Catedral de Toledo
Es lo más probable que la siguiente obra fuera la “carta de presentación” de los recursos artísticos ante Felipe II de nuestro personaje, al que imagino algo mosqueado por la fría primera acogida en Toledo y derivando sus esfuerzos en la ilusión por decorar El Escorial. Poco sabía que tampoco en este caso su “éxito” fuera para tirar cohetes. De todas formas, el Rey la aceptó, más o menos, y le encargó un nuevo cuadro.
En el que hoy nos ocupa, ni tan siquiera hay acuerdo en el nombre o la motivación que lo movió a pintarlo; pero no se olvidó de retratar junto con sus aliados de la Liga Santa al mismo Rey, deseado futuro mecenas, y a D. Juan, triunfador en Lepanto. Y muchos aspectos en la obra reflejados, están muy a gusto con su manera de entender la pintura
ALEGORÍA DE LA LIGA SANTA (1577-80 )
Monasterio de San Lorenzo de El Escorial
Al ser considerado S. Mauricio como uno de los defensores de la Fe contra la herejía y contar con reliquias del mismo, Felipe II encarga al Greco un cuadro sobre su martirio, destinado al retablo de uno de los altares de la iglesia del Escorial.
En el primero de los planos terrenales sitúa el pintor a S. Mauricio dialogando con sus oficiales sobre la conveniencia o no de obedecer la orden recibida; en un segundo plano, tomada la decisión, representa también en presencia del santo el martirio de la legión.
Sin embargo, el hecho de relegar el martirio a un segundo plano y colocar el momento de la conversación en el más cercano al espectador provocó el rechazo de Felipe II, quien adujo la falta de devoción que a su entender inspiraban las figuras. El resultado, el cuadro fue encargado a otro pintor…, y El Greco terminó su trabajo en El Escorial, perdiéndose su sueño de ser pintor de corte del Rey.
Divido el soneto en dos partes, en los cuartetos hablo (lo haré más veces) sobre su técnica, de tan escasos resultados en este caso, y en los tercetos reflejo el martirio con alguna concesión más a su “maniera” de pintar:
SAN MAURICIO Y LA LEGIÓN TEBANA (1577-80)
Monasterio de San Lorenzo de El Escorial
(Continuará)
Y nuestro, ya, amigo también “se dio”, con la “Iglesia”; con mayúscula esta vez. Dos años dedicó a pintarlo y el resultado final no satisfizo al cabildo, por falta de “decoro”, con el significado que esta palabra tenía en la España de la Contrarreforma a final del XVI.
No era decoroso, no ya que una variada turba de indeseables (cada rostro un mundo) insultara, apabullara, estrujara y abrumara a Jesús en el momento del despojo, sino que sus cabezas sobresalieran sobre la suya (composición isocefálica inspirada en su formación bizantina). Ni lo era que el esbirro que manipula la cruz le “robara un primer plano”; o que el centurión que “posa” a su derecha lo haga embutido en una armadura renacentista en claro anacronismo. Y sobre todo: no había tres, sino dos Marías en el Calvario según los evangelios canónicos…
Para colmo tampoco hubo acuerdo en la tasación del cuadro según entonces estaba establecido: la parte en representación del autor puso un precio muy por encima al que los representantes del cabildo estaban dispuestos a abonar. Al final, y supongo que por no perder tan importante cliente -cosa que ocurrió- El Greco se avino a cobrar un monto algo superior a lo ofrecido por “la parte contratante”, pero muy inferior a lo estipulado por sus representantes
De todas formas, tan disgustado no estaría el cabildo cuando el cuadro se colgó (y aún sigue, enmarcado en un impresionante escenario de mármoles y bronces) en el lugar para el que se pensó, la sacristía de la SICP.
Fue el primer y último trabajo que El Greco hizo para la catedral. Pero curiosamente fue en el espíritu contra reformista de la Iglesia donde encontraría “el filón” (perdón) para desarrollar el práctico conjunto de su obra. En fin, y me perdone el lector “confundir” picas con alabardas sólo por aquello de la métrica.
EL EXPOLIO (1577-79)
Catedral de Toledo
POLÉMICAS
(Soneto)
La luz, esa quietud, el colorido,
el Cordero, la víctima inocente;
el sosiego, la paz, lo trascendente,
la entrega en la su hora del Ungido.
La burla y el escarnio inmerecido,
la chusma, lo soez, lo impertinente;
lo sombrío, el desorden inclemente,
la infame acusación de un fementido.
Un sayón que prepara su tormento,
de las picas presencia amenazante;
un sollozo, un lamento, tres Marías…
Un volver al pasado en su argumento,
una composición desconcertante:
de un coloso, saber, y maestrías.
Es lo más probable que la siguiente obra fuera la “carta de presentación” de los recursos artísticos ante Felipe II de nuestro personaje, al que imagino algo mosqueado por la fría primera acogida en Toledo y derivando sus esfuerzos en la ilusión por decorar El Escorial. Poco sabía que tampoco en este caso su “éxito” fuera para tirar cohetes. De todas formas, el Rey la aceptó, más o menos, y le encargó un nuevo cuadro.
En el que hoy nos ocupa, ni tan siquiera hay acuerdo en el nombre o la motivación que lo movió a pintarlo; pero no se olvidó de retratar junto con sus aliados de la Liga Santa al mismo Rey, deseado futuro mecenas, y a D. Juan, triunfador en Lepanto. Y muchos aspectos en la obra reflejados, están muy a gusto con su manera de entender la pintura
ALEGORÍA DE LA LIGA SANTA (1577-80 )
Monasterio de San Lorenzo de El Escorial
ENIGMAS
(Soneto)
Sueño imperial, o Liga Santa fuera
de un Dux, un Rey y un Papa que en Lepanto
diera a la Cristiandad un triunfo tanto
que al Mundo confirmó en su nueva Era.
O por glorificar, la concibiera,
del Salvador Jesús el nombre santo,
¿o es un Juicio Final?, premio y espanto:
enigmas que en su adentro mantuviera.
Escenas terrenales, Cielo eterno,
por rojos y amarillos vinculados,
y los blancos, azules y carmines.
… De Leviatán, cual puerta del Averno,
por las fauces abiertas, los penados
se adentran del abismo en los confines.
Mauricio, si la historia es cierta, fue el general de una de las legiones del Imperio formada por cristianos egipcios hacia el siglo III. Por negarse a la orden de Maximiliano de ofrendar sacrificios a los dioses romanos la legión fue pasada a cuchillo.Al ser considerado S. Mauricio como uno de los defensores de la Fe contra la herejía y contar con reliquias del mismo, Felipe II encarga al Greco un cuadro sobre su martirio, destinado al retablo de uno de los altares de la iglesia del Escorial.
En el primero de los planos terrenales sitúa el pintor a S. Mauricio dialogando con sus oficiales sobre la conveniencia o no de obedecer la orden recibida; en un segundo plano, tomada la decisión, representa también en presencia del santo el martirio de la legión.
Sin embargo, el hecho de relegar el martirio a un segundo plano y colocar el momento de la conversación en el más cercano al espectador provocó el rechazo de Felipe II, quien adujo la falta de devoción que a su entender inspiraban las figuras. El resultado, el cuadro fue encargado a otro pintor…, y El Greco terminó su trabajo en El Escorial, perdiéndose su sueño de ser pintor de corte del Rey.
Divido el soneto en dos partes, en los cuartetos hablo (lo haré más veces) sobre su técnica, de tan escasos resultados en este caso, y en los tercetos reflejo el martirio con alguna concesión más a su “maniera” de pintar:
SAN MAURICIO Y LA LEGIÓN TEBANA (1577-80)
Monasterio de San Lorenzo de El Escorial
INCOMPRENSIÓN
(Soneto)
Paisajes que como él nadie los viera
escorzos y torsiones, diagonales,
encuadres imposibles, virtuales,
y esa luz que a sus obras confiriera.
La forma de pintar “a la maniera”,
perspectivas que usara, irracionales,
ácidos sus colores e irreales:
¡y su arte, topó con la ceguera!
… Y por ser a la Fe sus hombre fieles
se apresta la legión para el martirio
en trágica y cruel serpentinata:
Son su premio las palmas y laureles,
y entre cadmios y azules de delirio,
en su espera, la Gloria se arrebata.
Félix Torres Murillo Coronel de Infantería (R.)(Continuará)
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