En contra de dicha teoría y aún a riesgo de ser tachado de “conspiranóico”, como es la forma habitual de acallar cualquier argumento que no sea el permitido, expondré la mía en unas pocas líneas con el fin de compartirlas con quienes las lean.
Es Historia que en España hubo un cambio del Régimen Monárquico impopular por uno Republicano realizado de forma un tanto irregular, nada parecido a lo democrático y que llevó consigo acciones puramente revolucionarias de destrucción de todo lo relacionado con el Sistema anterior, pese a lo cual dicho cambio se aceptó inicialmente a la espera de su adecuado funcionamiento.
Sin embargo, al no producirse dicha circunstancia y ante la desmembración de la Nación, la entrega sumisa de sus responsables al comunismo internacional y el absoluto caos en la convivencia entre españoles, se produjo un alzamiento nacional, no solo militar, que desgraciadamente se convirtió en una larga y desastrosa Guerra Civil en la que obtuvieron la victoria quienes defendían la España heredera de su Historia, cerrando el paso a las ideologías que habían pretendido por todos los medios lo contrario.
Consecuencia de tales acontecimientos se inicia un Régimen autoritario en España, donde se había ganado una guerra pero no había llegado la paz. Lo que unido a la Guerra Mundial hizo que se alargara durante más de cinco años la propia posguerra.
Finalizada la Gran Contienda, contando entre los vencedores al paladín del comunismo derrotado en España, ésta padeció el aislamiento internacional y la demonización del Régimen hasta que, descubiertas las intenciones del otro lado del telón de acero, se comienza a contemplar a España como un aliado importante en la Guerra Fría, consiguiendo su reconocimiento internacional como miembro de pleno derecho de las Naciones Unidas (1955). La nueva situación permite el inicio del desarrollo español en todos los campos excepto en el político, donde eran muchos los que no perdonaban haber perdido los objetivos que perseguían al ser derrotados en la guerra.
A partir de entonces los enemigos internos y externos que pretendían recuperar la España de los años treinta, al no ser posible hacerlo por la fuerza de las armas, como se intentó de forma más romántica que eficaz con el “maquis”, comienzan “el proceso” para acabar con el Régimen que se lo impedía. Así se inician las fases de la operación, según mi criterio.
La fase previa, conviviendo con el Régimen, empieza con la “infiltración” de movimientos de izquierdas, socialista y comunista, que se concentran especialmente en la Universidad en los años 50 y a los que se unen otros de carácter católico como el Frente de Liberación Popular (FLP, o los Felipes), de donde saldrían numerosos altos cargos políticos de los incipientes partidos de la transición. Por supuesto la infiltración se extiende a otras Instituciones como la laboral/sindical, incluso a las mismas Fuerzas Armadas a través de la UMD, cuyos componentes descubiertos fueron detenidos, juzgados , condenados, más tarde indultados y condecorados finalmente por el Gobierno Socialista.. ¿Por qué?
Complemento indispensable en esta fase previa era la aparición de grupos violentos que con sus acciones asesinas desestabilizarían la vida normal en detrimento del sistema (aquello de que unos mueven el árbol para que otros recojan las nueces). Destaca como más importante la banda terrorista ETA, que llevaría a cabo el asesinato del Almirante Carrero, de forma tan incomprensible como difícil de entender si no se contempla la existencia de una compleja conspiración para evitar toda posibilidad de continuidad del Régimen y permitir la ejecución de las siguientes fases del proceso.
Fallecido el Jefe del Estado, se inicia la transición, facilitada sin duda, por las infiltraciones ya mencionadas en la fase previa junto con los apoyos externos necesitados. A los no protagonistas, los ciudadanos, se les convence con facilidad y habilidad. Se confiaba en slogans como “habla pueblo habla” y “libertad sin ira, libertad” y sobre todo, con la oferta de una reforma anhelada mayoritariamente y confirmada por refrendo popular de la Ley con el nombre propio de, que parecía excluir una ruptura que solo deseaban los que no querían más que la revancha para recuperar lo perdido 40 años antes.
En cambio, se aprobó una ley electoral que facilitaba la partitocracia `por encima de los intereses generales y que ha llevado a España a la fase en que hoy nos encontramos. La falta de claridad constitucional y la confusa organización territorial de las Autonomías ya anunciaban la ruptura de la Unidad expresada en la propia Constitución.
Estas cuestiones pueden considerarse una importante fase inicial en el “proceso antiespañol”. Para su logro sin problemas, era preciso laminar la única Institución que en aquel momento podía dificultar la importante amenaza a la Unidad de España, sus Fuerzas Armadas. Los sucesos del 23 de Febrero de 1 981, con más sombras que claros, junto a las medidas políticas acometidas a partir de entonces, lograron evitar dicho obstáculo y superar aquella primera fase.
Los acontecimientos posteriores parecían frenar aquel impulso inicial y orientar la marcha hacia el “proceso español” en el normal desarrollo democrático esperado.
Sin embargo, el 11 de Marzo de 2004 los españoles sufrimos el más sanguinario de los atentados sufridos en Europa, a pesar de ello todavía se desconocen cual fue el motivo y el autor intelectual de aquella barbarie. Lo que si es cierto es que supuso un nuevo punto de inflexión en el “proceso”, comenzando con gran fuerza una nueva fase “antiespañola”, iniciándose sin razones aparentes la condescendencia con los terroristas, legalizando grupos proetarras como partidos políticos y permitiendo su participación en todas las Instituciones sin límites.
También, a partir del Gobierno posterior al 11-M los movimientos secesionistas incrementaron sin reservas sus acciones contra la Unidad de España, incumpliendo sin pudor, no solo leyes sino sentencias firmes, sin encontrar una acción firme del Poder Ejecutivo y con la inexplicable ausencia del Poder Judicial.
Por último, la corrupción descontrolada de partidos políticos han propiciado la aparición de grupos de indignados y partidos que ahora llaman populistas, pero cuya ideología, procedimientos y medios con los que justifican sus fines, son más que conocidos.
Todo ello, como se ha podido comprobar a lo largo de los meses transcurridos sin Gobierno, está acelerando el proceso que sus antecesores comenzaron antes de que nacieran los que ahora preparan el asalto para retrotraernos a tiempos indeseables por conocidos con la pasividad o complicidad del resto como agravante.
Emilio Pérez Alamán Teniente General (R)
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