sábado, 17 de octubre de 2015

Marcha Verde: el polvorín del Sáhara que certificó el último aliento de la dictadura

ANIVERSARIO

Se cumplen 40 años de la maniobra de Marruecos que acabó con el Sáhara español

Marcha Verde: el polvorín del Sáhara que certificó el último aliento de la dictadura

Marroquíes durante la Marcha Verde.
La maniobra del rey Hassan II de Marruecos para forzar la anexión del territorio saharaui con una marcha pacífica, estuvo inspirada por Estados Unidos y financiada con dinero saudí
Con Franco agonizante, el príncipe Juan Carlos asumió la jefatura del estado en funciones. Viajó a El Alauín con el objetivo de preservar el honor del ejército, aunque sabía que la suerte estaba echada
La Historia puso ante Franco en sus últimos días ante un conflicto peliagudo: la cuestión del Sáhara y el contencioso con Marruecos. Tras el dictamen de la Corte de Justicia de la Haya, contraria a las tesis marroquíes respecto al Sáhara, Hassan IIanunció a última hora del 16 de octubre de 1975 la organización de la Marcha Verde: la manifestación de un millón de marroquíes que penetraría pacíficamente en el Sáhara para exigir su incorporación a Marruecos. Detrás de esa maniobra estaba la asesoría logística norteamericana, el dinero saudí y las presiones de ambos, unidas a las de Francia y a las de la Liga Árabe.
Horas después, el día 17 de octubre, el Consejo de Ministros decidió ceder ante el envite marroquí. La dictadura, en pleno descrédito internacional, no podía llevar adelante el referéndum del Sáhara contra viento y marea. Más aún, el Frente Polisario, portaestandarte de la independencia saharaui, no contaba precisamente con las simpatías de Madrid por sus atentados y secuestros.
Con todo, oficialmente, se seguía apoyando la autodeterminación y Jaime de Piniés, representante de España ante la ONU, declaraba el 20 de octubre que se cumpliría el compromiso de organizar el referéndum en el Sáhara y de rechazar, incluso militarmente, la Marcha Verde.

Días de incertidumbre

El Régimen se debatía en un mar de dudas y presiones. Marruecos, Mauritania y sus patrocinadores apretaban para que abandonara el territorio ante el avance de la Marcha Verde; al tiempo, Argelia y el Comité de Descolonización de la ONU exigían que España mantuviera sus compromisos y llevara al territorio el referéndum de autodeterminación. Y, en pleno temporal, el 28 de octubre, Franco sufrió una gravísima hemorragia estomacal y se abrió paso la idea de que sus días estaban contados.
El 30 de octubre don Juan Carlos hubo de asumir nuevamente la jefatura del Estado en funciones. Se ha dicho que en los amargos meses transcurridos desde su anterior interinidad al frente del Estado había jurado que nunca más volvería a aceptarla, pero volvió a hacerlo, quizá convencido de que esta vez iba a ser definitiva.
Si la situación política resultaba sumamente compleja, no era menor la incertidumbre en la calle, donde se respiraba ese clima de transición al tiempo que se temía una guerra contra el país vecino. Por su parte, el Ejército estaba confuso y nervioso. Los mandos superiores sabían que el Sáhara iba a ser abandonado, pero no podían salir de allí corriendo: debían cubrir las apariencias y, por tanto, a pocos kilómetros de la frontera con Marruecos y en un estrechamiento de la zona practicable para el movimiento de masas, se organizó un campo minado con el propósito de frenar la Marcha Verde a unos pocos kilómetros de la frontera.
Yo había llegado a El Aaiún el 18 de octubre enviado por Cambio 16, a raíz del anuncio de la Marcha Verde. En la capital del Sáhara se vivía una atmósfera enrarecida. Por un lado, los militares, para evidenciar la firmeza de los propósitos españoles, permitieron la presencia de periodistas en el tendido del campo de minas y realizaron numerosas declaraciones sobre las garantías españolas en la salvaguarda de los derechos de los saharauis. Al tiempo se produjeron choques entre patrullas españolas y grupos militares marroquíes infiltrados en el territorio o con guerrilleros del Frente Polisario.
La población local era incapaz de comprender lo que pasaba; por un lado, atendía las consignas del Polisario, por otro, veía cómo sus representantes en las Cortes escapaban a Marruecos; percibía cómo al Sáhara llegaban refuerzos militares al tiempo que en el puerto y el aeropuerto se acumulaban las pertenencias de las familias españolas que se disponían a abandonar el territorio.

Salvar el honor

Y en ese momento, por sorpresa, el domingo 2 de noviembre, a las 11 de la mañana, don Juan Carlos aterrizó en El Aaiún, acompañado por altos representantes de las Fuerzas Armadas y cargos civiles relacionados con el Sáhara. Tras los correspondientes honores militares, todos se reunieron en el cuartel general del Estado Mayor. Allí se expuso la situación en España, los acuerdos del Consejo de Ministros, las presiones internacionales y el propósito final de abandonar el territorio..., pero se salvaguardaría el honor del Ejército: la Marcha Verde no rebasaría la línea minada.
A continuación, don Juan Carlos y su séquito se trasladaron al acuartelamiento del Tercio Juan de Austria, a las afueras de la ciudad. Allí presentó una ofrenda floral a los caídos de la Legión.
Una hora más tarde se reunía en un almuerzo organizado en el Casino Militar con los jefes y oficiales de las fuerzas destacadas en el Sáhara, a los que dirigió unas pocas palabras de ánimo con final sibilino. A las 16.00 horas, Juan Carlos emprendía vuelo de regreso a la Península. La exégesis de su intervención sirvió a los más avisados para concluir que el jefe del Estado en funciones, sabiendo que su entronización sería inmediata, pretendía proteger la imagen del Ejército y ganarse a sus jefes y oficiales -cosa que consiguió-, pero que la suerte del Sáhara ya había sido decidida sin consulta alguna.
Mientras, en Madrid y Rabat, españoles, marroquíes y mauritanos arreglaban los últimos flecos del acuerdo sobre el Sáhara, y el 6 de noviembre la Marcha Verde cruzó la frontera y avanzó hasta la línea minada. Allí les oímos cantar por la noche alrededor de las hogueras, hasta que nos aburrimos y, helados, regresamos a El Aaiún. Cuatro días duró su estancia al norte del campo de minas: el día 9, Hassan II estimó que Marruecos había logrado su propósito y, "sin vencedores ni vencidos", el día 10 los manifestantes comenzaron a regresar a su tierra. El 14 de noviembre se firmó en Madrid la transferencia de la administración del Sáhara Occidental a Marruecos y Mauritania.
Franco murió el 20 de madrugada y horas después el jefe de Gobierno, Carlos Arias, leyó su testamento en el que pedía para don Juan Carlos "el mismo afecto y lealtad que a mí me habéis brindado y le prestéis en todo momento, el mismo apoyo y colaboración que de vosotros he tenido". Así, el príncipe de España cerró aquella segunda interinidad como jefe del Estado para hacerse cargo del trono el 22 de noviembre de 1975 y pilotar la Transición española

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