#reportajesEC
LA GRAN FAMILIA DELservicio exterior
De las películas de James Bond a los anuncios de Ferrero Rocher, la vida de los diplomáticos ha sido siempre un sinónimo universal de glamour, lujo y privilegios. Bajo el prisma irritado de la crisis, esa fascinación se ha ido transformando en indignación.
Apenas se les cobran impuestos, no pagan ni las multas de tráfico, disponen de altos complementos salariales y viven en mansiones rodeados de ayudantes. Para muchos, constituyen la sublimación del mito del funcionario.
Texto: Ángel Villarino / Alfredo Pascual
Formato: Pablo López Learte / Daniel Muñoz / Laura Jiménez
Programación: Antonio Esquembre
Datos: Daniele Grasso / Jesús Escudero
Apenas se les cobran impuestos, no pagan ni las multas de tráfico, disponen de altos complementos salariales y viven en mansiones rodeados de ayudantes. Para muchos, constituyen la sublimación del mito del funcionario.
Texto: Ángel Villarino / Alfredo Pascual
Formato: Pablo López Learte / Daniel Muñoz / Laura Jiménez
Programación: Antonio Esquembre
Datos: Daniele Grasso / Jesús Escudero
1. Mamá, quiero ser diplomático
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Markel Bilbao-Maté quería ser diplomático. Aprendió inglés y francés, cursó Ciencias Políticas y un master en Relaciones Internacionales. Y en 2007 se plantó en la Escuela Diplomática de Madrid. “Entré a preguntar y me trataron como a un loco. No me dieron ninguna información y me invitaron a marcharme”.
En España, dice, empezar una carrera diplomática sin padrinos es una excentricidad. Markel recuerda semanas haciendo consultas y llamando a gente, hasta llegar a la conclusión de que su único camino era matricularse en la escuela universitaria de una institución “privada y católica”, el San Pablo CEU.
“Al menos cuando yo lo hice, en 2007, sólo existía esa escuela en todo Madrid para opositar al cuerpo. Prepararse sin ayuda es una locura porque el temario no está definido, es muy extenso y vago, no hay manuales y hay miles de detalles que alguien te tiene que explicar. También hay preparadores privados, pero son diplomáticos a los que tiene acceso quien conoce a gente del gremio. Mi único camino era pagar los 400 euros mensuales del CEU”.
La mayoría de los diplomáticos consultados para este reportaje consideran esta percepción exagerada. En un blog alojado en la página web del Ministerio de Exteriores, el cónsul Jorge Mijangos (actualmente en Brasil) asegura que “en contra de falsas leyendas, ser funcionario diplomático está al alcance de todo el mundo”. Dice que la convocatoria es “pública y abierta”. “Solo tienes que encerrarte en una habitación, estudiar como si fuera un trabajo no pagado durante 4 ó 5 años, aprender los idiomas, formarte en escritura y juntar todo ello para tratar de convencer al tribunal”.
"En España empezar una carrera diplomática sin padrinos es una excentricidad"
Markel insiste en que es eso lo que hizo durante cinco años de su vida, pero nunca llegó a superar las primeras pruebas. “Yo estudiaba mucho, imagino que como todos mis compañeros. Los diplomáticos que venían a formarnos decían que el proceso era duro pero que, una vez dentro, nos podríamos dedicar a vivir la vida. Esa era su charla motivacional. Nos decían que ya tendríamos todo el tiempo del mundo para nuestras aficiones, para pintar, escribir libros, viajar, acudir a fiestas y banquetes...”.
Examen tras examen, Markel recuerda la misma escena en los pasillos, mientras esperaba su turno para examinarse. “Llegaban los miembros del tribunal y se paraban a hablar cariñosamente con algunos opositores, mandaban recuerdos para sus parientes o amigos, preguntaban por temas personales. Era indignante. Ni siquiera sentían necesidad de disimular”.
"En las oposiciones españolas no existe el anonimato como medida para evitar favoritismos, algo que sí está a la orden del día en otros países"
En 2012, Markel tiró la toalla, cursó su segundo master y se trasladó con su mujer a Washington DC. Tres meses después estaba trabajando en el Congreso, en el despacho del demócrata Pete Gallego. “Y a los ocho meses me hicieron fijo, funcionario del Congreso de los Estados Unidos. Resulta que conseguí en menos de un año lo que en España me resultó imposible”, recuerda.
Las oposiciones a la carrera diplomática constan de cuatro pruebas, todas ellas eliminatorias. Como sucede en otros muchos puestos de la administración española, la decisión corresponde a un tribunal presidido por los propios funcionarios del cuerpo. En España no existe el anonimato para evitar favoritismos, algo que sí está a la orden del día en otros países.
“En España las evaluaciones rara vez son anónimas. Incluso las pruebas por escrito se leen después delante de un tribunal, lo que permite conocer la identidad del opositor. En la carrera diplomática, el único ejercicio anónimo es el test inicial que se volvió a introducir en 2013 tras haber sido eliminado en 2004. En contraste, en los países con pocas sospechas de corrupción, como Finlandia, hay mucha preocupación por el anonimato”, dice Manuel Bagues, profesor de la School of Economics de Helsinki.
Además de un experto en el cuerpo funcionarial español, Bagues es autor de un ambicioso estudio que trata de ilustrar el nepotismo con el enfoque más científico posible. El trabajo analizó los expedientes de 40.000 candidatos a los cuerpos del Estado para llegar a la conclusión de que los aspirantes con familiares “dentro” tienen tasas de éxito significativamente superiores al resto (más de un 100% de media). El caso de los diplomáticos es el segundo más abultado (149%), sólo superado por los abogados del Estado (205%).
Markel admite que en la última de las oposiciones a las que se presentó no aprobó ningún familiar directo de diplomáticos
Las ventajas, ilustra Bagues, aumentan en aquellas pruebas donde los opositores se enfrentan a un tribunal. “La tasa de aprobados de los opositores con parientes en el cuerpo diplomático es mayor en los ejercicios no anónimos (orales o escritos) que en los tipo test”, dice.
"Solo tienes que encerrarte en una habitación, estudiar como si fuera un trabajo no pagado durante 4 ó 5 años"
Bagues cree que hay algo mucho más grave en el proceso de selección, un factor que intensifica el elitismo del cuerpo. “La oposición exige memorizar un elevado número de temas muy específicos y esto supone una barrera de entrada a quienes no disponen de una situación económica holgada. Es también un enorme coste para la sociedad porque la selección no se basa en el potencial sino en el conocimiento memorizado”, explica.
Frente a la visión crítica, decenas de diplomáticos en activo consultados aseguran que el favoritismo en el proceso selectivo, más propio de otras épocas, ha disminuido y ahora mismo los tribunales se preocupan por elegir a los mejores candidatos. “La situación no es diferente a la de las universidades, por ejemplo, y las embajadas están repletas de gente que entró sin conocer a nadie, solo estudiando y esforzándose”, insisten.
Markel admite que en la última de las oposiciones a las que se presentó no aprobó ningún familiar directo de diplomáticos. O casi: “Se iban a suspender las oposiciones de manera indefinida por la crisis y creo que no querían escándalos. Ahora, quien sí aprobó fue una sobrina carnal de Rajoy (María Mercedes Millán Rajoy)”.
2. Un negocio familiar
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El caso de Millán Rajoy, a cuyo padre, diplomático también, le definen como “un embajador personal de Rajoy en Bruselas”, es sólo un grano en el desierto de la diplomacia, siempre bajo la sombra de la endogamia y el nepotismo. Basta un repaso por la lista de los principales embajadores para reparar en que los linajes se perpetúan al calor del servicio exterior. Aguirre de Cárcer, De Arístegui, Gómez-Acebo, De Lojendio, Sebastián de Erice, Calvo-Sotelo, Giménez-Arnau, Pan de Soraluce… familias que están en la memoria de todos los españoles y que también les representan en el extranjero.
Las señales de endogamia están tan presentes que solo falta incluirlas en la heráldica. Sirva como ejemplo Nuño Aguirre de Cárcer, considerado uno de los padres de la actual diplomacia española. Próximo a los postulados norteamericanos, ha sido embajador en Bélgica y Finlandia, es padre de Miguel y Rodrigo Aguirre de Cárcer y García del Arenal, embajadores de Eslovaquia y Croacia respectivamente.
Las señales de endogamia están tan presentes que solo falta incluirlas en la heráldica
Algo semejante sucede con los Alabart Miranda, apellido que acumula siete puestos de embajador en dos generaciones. El patriarca, Manuel Alabart Miranda, fue designado en Perú, mientras que Manuel Alabart Fernández-Cavada, su hijo mayor, ha ocupado las embajadas de Guinea Ecuatorial, Malasia, Argentina y Arabia Saudí antes de recalar en México, su actual destino.
"En realidad hay un grupo del partido popular y otro neutral, no mucho más"
Resulta paradigmático el caso de la embajadora en Malasia, María Bassols Delgado, casada en primera instancia con Alfonso Tena García, embajador en Vietnam, del que se divorció para contraer matrimonio con otro embajador, Rafael Conde de Saro, que ocupaba la delegación en India hasta 2010.
Miguel Ángel Vecino, diplomático en activo, identifica este problema como el mayor que afecta al servicio exterior. “Existe endogamia en sentido estricto y también en otro más amplio, lo que llamaríamos amiguismo. Y ese amiguismo conduce a un posterior clientelismo, es una espiral inacabable en la que solo pierde España”.
"Surge un amiguismo salvaje en el que nada importa la experiencia o la cualificación de los profesionales"
Este funcionario, con categoría de ministro plenipotenciario de tercera, considera que la meritocracia apenas ha existido en la historia de la diplomacia española. Según su versión, apenas duró veinte años, “entre el comienzo de la democracia y el nombramiento de José de Carvajal Salido como subsecretario de Asuntos Exteriores”, en la primera legislatura de Aznar. “A partir de ese momento caen las estructuras creadas, se dejan de respetar las reglas y surge un amiguismo salvaje en el que nada importa la experiencia o la cualificación de los profesionales”, dice Vecino.
"Lo que más importa en el proceso de admisión es la carta de recomendación"
Con la estructura cayó el poder de las viejas dinastías en favor de los cargos políticos ('los Manines', el círculo de cercanos a Carvajal, son mencionados en varias ocasiones) y de nuevas familias como los Carderera o los Díez-Hochleitner. Y también por los que son políticamente afines al gobierno de turno: “En realidad hay un grupo del Partido Popular y otro neutral, no mucho más”, dice un diplomático entre risas.
Fuentes de Asuntos Exteriores sostienen que el ministerio “está repleto de becarios y jóvenes profesionales que harían un buen trabajo”, pero que su carrera está limitada por la ausencia de padrinos. Vecino coincide con esta versión. Escucha el caso de Markel con los ojos entrecerrados, como quien ha visto demasiadas veces la misma película: “Lo que más importa en el proceso de admisión es la carta de recomendación. Es verdad que te juzga un tribunal, pero la carta es lo que más se mira; así hemos entrado todos, yo el primero. Pero, ¿qué pasa con los que no la tienen? Los hay muy buenos en el ministerio que no van a ningún sitio, porque no tienen recomendación”, confiesa.
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3. Palacios públicos
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La fachada se construyó con ladrillos de Bailén (Jaén), los azulejos del patio se trajeron de Sevilla, y las persianas, de Barcelona. Para la residencia del embajador español en Washington, encargada al arquitecto Rafael Moneo, no se escatimaron gastos. Las obras empezaron en 1999, con un presupuesto inicial de 8,4 millones de dólares.
No habían pasado ni diez años y el edificio estaba ya “en estado de ruina funcional”, necesitando reparaciones urgentes valoradas en cerca de 4 millones de dólares. Hay goteras en algunas habitaciones y grietas en los muros. El asunto es grave y lleva años en los tribunales, donde el ministerio persigue que sean los constructores y el propio Moneo quienes paguen la factura.