Día 03/10/2015 - 13.06h
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Los agentes implicados en la detención del presunto asesino de la joven de Algete narran las claves de 18 años de trabajo tenaz
El presunto asesino de Eva Blanco, la joven de 16 años vecina de Algete (Madrid) violada y acuchillada hasta la muerte el 20 de abril de 1997, por fin está entre rejas. La Justicia francesa decretó ayer el ingreso en prisión del ciudadano español de origen marroquí Ahmed Chelh Gerj, tras prestar declaración ante el juez del Tribunal de Apelación de Besançon. Delatado por su ADN, el agresor de Eva Blanco fue capturado el jueves en esa localidad del noroeste de Francia, junto a la frontera suiza, donde residía y donde, según los investigadores, llevaba una «vida normal». Casado y con cinco hijos, el hombre de 52 años –tenía 34 cuando perpetró el crimen– no opuso ninguna resistencia cuando los agentes le sorprendieron en la calle, junto a su casa, acusándole de ser el autor del atroz asesinato cometido dieciocho años y medio antes;ahora, al fin, resuelto. No constan otros antecedentes. Está previsto que el miércoles la Justicia francesa autorice su entrega a las autoridades españolas yse espera que sea trasladado a Madrid diez días después. El Ministerio del Interior ha dado instrucciones al país vecino para que agilice todo lo posible los trámites y pueda ser llevado ante la Justicia española cuanto antes.
Búsqueda tenaz
La Comandancia de Madrid de la Guardia Civil era ayer un contenedor de emociones tras una búsqueda infinita, con cien líneas de investigación abiertas y un rastreo tenaz de cualquier pista, siempre contra olvido y, sobre todo, contra el reloj de la prescripción. Las últimas pistas llegaron a sus ordenadores hace una semana en forma de correos electrónicos de ciudadanos que creían conocer nuevos datos, pero que nunca resultaron.
Tampoco el retrato robot elaborado hace unos años coincidía demasiado con el presunto agresor, «de facciones marcadas, ojos hundidos y rostro duro», según los agentes implicados en su detención. Solo el avance de la ciencia, y en concreto, de las minuciosas técnicas de análisis del ADN desarrolladas por el Instituto de Ciencias Forenses Luis Concheiro de la Facultad de Medicina de Santiago de Compostela, han permitido desbloquear el caso. Fue en 2013 cuando los investigadores de la Guardia Civil leyeron en el periódico un artículo sobre los avances técnicos desarrollados en este instituto, al que pidieron ayuda. Enviaron a Galicia los únicos restos biológicos que fueron encontrados en el cuerpo de la víctima, arrojada en un arcén de la carretera M-100 de Algete, en una noche de lluvias intensas que borró casi todas las huellas. Por suerte, y aunque apenas eran «unas micras», el rastro biológico se conservó en buen estado y en enero de 2014 Galicia reveló un dato que ha resultado determinante: el asesino era de origen norteafricano.
El hermato, sin querer, le delató
El equipo de Homicidios localizó entonces el censo de varones de esta procedencia, doscientos, empadronadas en Algete a finales de los noventa. En año y medio han ido contactando con ellos, la mayoría de los cuales colaboró voluntariamente ofreciendo una muestra de saliva. Hasta que llegaron al hermano de Ahmed Chelh, que aún reside en Madrid, aunque fuera del pueblo. El cotejo del código genético coincidía al 98% con la muestra de semen del asesino. Este hito decisivo para la investigación se produjo a mediados de agosto. Los investigadores siguieron el rastro de un segundo hermano, que vive en Málaga, aunque descartaron su implicación, por edad y porque no tenía carné de conducir cuando Eva fue asesinada. El círculo se estrechó entonces sobre Ahmed, contra el que fue dictada una orden de detención, ejecutada el jueves por agentes de la Gendarmerie francesa acompañados por un grupo de la Guardia Civil. La Comandancia de Madrid resolvía así su mayor reto.
Un caso hecho obsesión
Más de un centenar de agentes se han visto involucrados en la investigación, para la que el grupo de Homicidios ha reservado todos sus esfuerzos. Dos de ellos, Joaquín y Juan, han trabajado desde el asesinato, «siempre dándole vueltas, obsesionados», asegura un compañero. Emocionados, rompieron a llorar con los padres de Eva Blanco cuando el jueves acudieron a su casa de Algete a darles la noticia del arresto. «Creían que les llevábamos otra foto, otro dato más irrelevante. Lo peor de todos estos años ha sido no poder ofrecerles una respuesta de quién mató a su hija. A ellos, que nos tienen como su familia», afirma Joaquín, que estuvo presente en el levantamiento del cadáver y que se reconoce obsesionado por la lucha librada frente al reloj de la prescripción. Este agente, de 56 años, lleva treinta y seis trabajando en Homicidios. «Ahora podemos resetear», admite, aliviado.
«Todos hemos soñado cada noche con la detención del asesino de Eva», confirma Rubén Valero, Capitán jefe de la Policía Judicial de Madrid, mientras atiende, uno a uno, a los periodistas que se acercaron al cuartel de Tres Cantos. En un armario del despacho del grupo de Homicidios se guardan los centenares de archivos que ha generado este caso, bautizado como Operación Pandilla. Valero, responsable de coordinación desde 2011, admite ahora que la principal línea de investigación fue «errónea». Desde el primer momento las pesquisas se centraron sobre el círculo más estrecho de la joven. Se interrogaron a los amigos del colegio, los compañeros de trabajo del padre... En vano.
Ahmed no tuvo ninguna relación con la joven, más allá de que era vecino del pueblo y, como muestra de su sangre fría, permaneció allí hasta que en 1999 dejó España para recalar en Francia. «El caso más difícil de resolver es cuando no existe ninguna vinculación entre el asesino y la víctima», corrobora el oficial, que ayer fue recibido junto al resto de compañeros de la Comandancia por el ministro del Interior, Jorge Fernández, quien en una recepción con los padres de Eva anunció condecoraciones por el «éxito institucional» firmado por la Guardia Civil.
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