Ni vencedores ni vencidos, es el mantra que se repite por muchos, cuando se refieren al final de ETA. Lo dicen por supuesto los etarras y su entorno; lo dicen igualmente aquellos que quieren, en una muestra de miseria moral, mostrarse equidistantes para tratar de ganar un puñado de votos. Y también lo dicen personas bienintencionadas, que creen que esa es la mejor forma de afrontar el futuro y cerrar heridas.
La reciente presencia de Otegui en el Parlamento Europeo, invitado por dos partidos políticos españoles, es el intento de vender internacionalmente, el que aquí no ha habido ni vencedores ni vencidos. “Víctimas sin distinciones”, “justa reciprocidad por el cese de la acción armada”, son algunas de sus frases con las que quiere dar por supuesto, que aquí ha habido una guerra que ha quedado en tablas.
Pero aquí no ha habido una guerra; aquí lo que ha habido es una acción terrorista que tenía como objetivo la independencia de una zona de España y la instalación en ella de una república socialista. Este objetivo, aunque obvio y declarado, fue olvidado muchas veces a lo largo de los pasados años, cuando se repetía machaconamente desde el gobierno y desde la prensa, que lo que buscaba el terrorismo era “desestabilizar la democracia”, o “provocar una intervención militar”.
El tener claro las intenciones del enemigo, es fundamental para enfrentarse a él y este ignorar cuál es el objetivo de ETA, trajo bastantes errores en la lucha contra el terrorismo; además de lanzar el mensaje subliminal, de que los verdaderamente peligrosos eran los militares. Pero esa es otra historia.
El objetivo que buscan ahora con el eslogan de que no tiene que haber vencedores ni vencidos, también es obvio, y también a pesar de su obviedad, a veces se olvida, por lo que no está de más el recordarlo.
Cuando se enfrentan dos poderes similares, dos naciones de entidad semejante, puede que queden en tablas. En este supuesto no habrá vencedores ni vencidos, y es posible obtener una paz más o menos precaria; ha habido casos a lo largo de la historia, pocos, pero los ha habido. Y también ha ocurrido más de una vez, que cuando la victoria o la derrota no han sido claras, el que se ha sentido ganador es el que gana, porque los factores psicológicos son fundamentales en la guerra en general y en estos casos en particular.
Pero no ocurre igual, cuando la asimetría entre los enfrentados es muy grande, como ocurre entre una nación poderosa y otra minúscula. Entonces, si el grande no gana claramente, ha perdido, y el pequeño si no pierde claramente, ha ganado. Si el enfrentamiento es entre un estado todopoderoso y una banda terrorista por fuerte y organizada que esta sea, esto es más verdad que nunca, porque en esta lucha los factores psicológicos son mucho más importantes. Es lo mismo que si un hombretón se enfrenta a un chicuelo que le ha dado una patada en la espinilla, y después de un rato y de recibir alguna patada más, no consigue reducirlo totalmente .Es evidente que en ese forcejeo, el chicuelo ha ganado y el hombretón ha perdido.
Por eso, independientemente de las consideraciones morales que por sí solas serían más que suficientes, es indispensable que la sociedad española, busque y tenga que lograr, no la mera suspensión de las actividades terroristas, sino la desaparición total de ETA , sin condiciones de ninguna clase.
Si no se hace así; si el Estado no impone su victoria sin condiciones, se habrá traicionado a los servidores del orden que dieron su vida en esa lucha; a los centenares de víctimas y sus familiares; a los que por decenas de miles tuvieron que dejar sus hogares y emigrar lejos de su tierra; a los que disciplinadamente, cumplimos apretando los dientes ,las órdenes que nos impedían honrar a nuestros muertos; a las miles de familias de posible objetivos de ETA, que durante años tenían que mirar debajo de los coches cuando subían a sus hijos; y a los millones de españoles que confiaban en la justicia. Pero con ser esto grave, muy grave, no es lo peor. Lo peor es que España habrá perdido y la ETA habrá ganado.
Un famoso general del Ejército de los Estados Unidos, tal vez uno de los más ilustres soldados que ha dado esa gran nación, en su despedida en el Congreso de su país, dictaminó: En la guerra, no hay alternativa a la victoria. Parodiándolo podríamos decir: en la lucha antiterrorista, no hay alternativa a la victoria sin condiciones. Y aquí, antes y ahora, esa victoria ha sido más de una vez condicionada.
Juan Miguel Mateo Castañeyra.
General de División (R).
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