Rafael Dávila Álvarez. General de División (R.)
El sábado día 28 de mayo se celebra el Día de las Fuerzas Armadas. Aprovechando esta celebración conviene recordar que la razón del militar, guste o no, es la guerra, la preparación para el combate. Hay mucha gente confundida, entre ellos incluso militares, que creen que los ejércitos están para otra cosa.
Calificamos eufemísticamente las misiones de nuestros soldados con semántica intencionada y ambigua. Pregunten a los 137.000 militares españoles que desde 1989 han sido desplegados en medio centenar de operaciones sufriendo más de 160 bajas. Valor, honor y mucho dolor. No siempre se ha sido justo con el reconocimiento que esos soldados merecían. Sabían dónde estaban y cómo las condiciones en las que desarrollaban su misión eran de guerra, de una guerra peor que cualquier otra, donde la muerte no pocas veces se acercaba sonriente disfrazada de bondadoso y pacífico paseante.
A pesar de ello, ellos, que han vivido experiencias duras y de riesgo, son capaces de aceptar y cumplir su deber hasta morir. Su testimonio lo guardan humildemente en su recámara.
Decía Ortega y Gasset: ‹‹Las legiones romanas, y como ellas todo gran ejército, han impedido más batallas que las que han dado››.
La paz no se consigue solo haciendo desaparecer la guerra. Es necesario erradicar la violencia. El fin de las armas no es otro que la paz. Un ejército está más cerca de la paz que de la guerra. Pero el efecto disuasorio de un Ejército no se consigue con ejércitos falsos que se dedican a otros menesteres distintos de la guerra, del combate, asumiendo misiones que no les corresponden y olvidando su misión fundamental. No debemos engañarnos.
El Papa acaba de animar a Europa a trabajar por la Paz y ha definido la situación actual como una guerra mundial a trozos.
Debemos defender nuestros valores compartidos incluso con la guerra. No se escandalicen, no lo he dicho yo, aunque también, sino Obama, Premio Nobel de la Paz
No hay comentarios:
Publicar un comentario