
Si hacemos referencia al 28 de abril como fecha histórica,probablemente a muy pocos les evocará algún hecho. Sin embargo, es una de los momentos más importantes en nuestra historia, puesta al día como aquél, pero del año 711, su rumbo cambió para siempre y se marcó el comienzo de lo que hoy día somos como país.

Una vez iniciada la invasión, en tan sólo quince años, es decir, en el año 726, los musulmanes habían ocupado toda España, Portugal y parte del sur de Francia. Curiosamente, y este es otro dato al que volveremos, diversos historiadores consideran como un factor determinante que facilitó la ocupación la grave crisis demográfica que afectaba por entonces al reino visigodo.

Más de mil trescientos años después, Europa se enfrenta a una situación que podemos considerar comparable. Es cierto que no hay ejércitos invasores como entonces. La ocupación o colonización toma otras formas pero, al igual que hace trece siglos, el panorama que domina el lado europeo está protagonizado por la división. El predominio de los intereses personales, nacionales o partidistas convierte una vez más a la vieja Europa en una codiciada pieza fácil de cobrar. Y lo más grave es que esa falta de unión ha hecho mella, no sólo entre las diferentes naciones, sino también dentro de cada una de éstas, con amplios sectores que reniegan de sus raíces, de su identidad y de todo aquello que les ha llevado a ser lo que hoy son. Y para tener un claro ejemplo de ello sólo hemos de volver la mirada a nuestra amada España. No creo que sea necesario citar ni a nada ni a nadie para saber a qué me refiero.
También en aquella ocasión hubo quien, a pesar de la evidencia de lo que estaba sucediendo, miró hacia otro lado, no le dio importancia, e incluso confió que la nueva situación favorecería sus intereses. Y cuando por fin, el devenir de los acontecimientos mostró a las claras lo que estaba sucediendo, fue demasiado tarde, tan tarde que el sacrificio de los que cayeron tratando de impedir lo ya inevitable, incluyendo al propio Rey, fue tan heroico como inútil.
Lo que sucedió después ha sido referido anteriormente. En poco más de quince años, el invasor se había hecho con el dominio de la totalidad de la Península Ibérica, con la inestimable ayuda de la grave crisis demográfica que atravesaban entonces los reinos cristianos.

Si nos fijamos, se están reproduciendo las mismas circunstancias que en la época a la que hemos hecho referencia al comienzo. Por un lado, la falta de unidad, la prevalencia de intereses particulares, la desconfianza entre las diferentes naciones y la traición, todo ello unido a la pérdida de valores y la renuncia a nuestras raíces. Y por otro, la crisis demográfica que nos sitúa como entonces en clara desventaja ante nuestro oponente.

(Laureano Martín Pérez)
No hay comentarios:
Publicar un comentario