Santander ata en corto a sus jefes: un 30% menos de salario y en siete días... sin chófer
La presidenta del Banco Santander quiere que sus máximos colaboradores conduzcan solos, sin ayuda de chófer, y les ha rebajado un 30% el salario en los dos últimos años
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Los 21 ejecutivos que forman parte del primer nivel de dirección del Banco Santander seguirán disponiendo de coche de empresa, pero tendrán que conducirlo ellos mismos, como cualquier hijo de vecino. Una situación novedosa que ha motivado cierta sorpresa en la sede madrileña de la entidad, aunque solo sea por el ‘peligro’ que puede suponer la incorporación de tan ilustres banqueros al parque automovilístico de la carretera de La Coruña. Algunos de los afectados tienen apolillado desde hace tiempo el carné de conducir y deberán ahora demostrar la pericia al volante después de muchos años acostumbrados a hacer el viaje en el asiento de atrás, pegados al teléfono móvil, sin reparar en las incomodidades del tráfico en la capital.
A partir de ahora, los únicos privilegiados que, aparte de la presidenta, trabajarán con la asistencia de chófer en la primera entidad bancaria del país serán el consejero delegado, José Antonio Álvarez, y los dos vicepresidentes ejecutivos, Rodrigo Echenique y Matías Rodríguez Inciarte. Ni siquiera el secretario general y del consejo, Jaime Pérez Renovales, antiguo número dos de Soraya Sáenz de Santamaría en el Gobierno del Partido Popular, y que fue recuperado por el banco hace un año como flamante fichaje de la propia Ana Botín, será exonerado de un protocolo orientado a eliminar la imagen secular de opulencia y relumbrón que define a la aristocracia financiera en España.
La presidenta del Banco Santander quiere que los primeros directivos asuman también los sacrificios del ajuste que exige el cambio del modelo de negocio
Ana Botín considera que los tiempos han cambiado definitivamente para la banca en nuestro país y quiere que el liderazgo del Banco Santander sirva también para proyectar una transformación cultural de amplio calado dentro de la organización y con fuerte resonancia en todo el sector financiero. La presidenta considera que la entidad no puede ser ajena a los ajustes y ha transmitido a sus principales colaboradores que también ellos deben asumir la parte correspondiente de los sacrificios que se están exigiendo de forma generalizada a todos los demás empleados. De ahí la necesidad de asumir algunas actuaciones de apariencia testimonial, pero que transmiten un cierto mensaje de equidad y ayudan a cerrar filas dentro de la estructura corporativa.
La pérdida del coche de empresa no es más que el corolario del recorte que Ana Botín viene llevando a cabo en los niveles más altos de dirección desde que tomó las riendas del Banco Santander en septiembre de 2014, tras el fallecimiento de su padre, Emilio Botín. Tan solo dos meses más tarde, se produjo la sustitución de Javier Marín por José Antonio Álvarez como consejero delegado, y a raíz de ese momento la nueva presidenta ha ido imponiendo su marchamo personal dentro de la entidad, adoptando una serie de decisiones trascendentales que ella misma ha ensalzado como la consecuencia de “un nuevo equipo con nuevas ideas”.
Con este mensaje se transmitió a los mercados la ampliación de capital de 7.500 millones de euros que Banco Santander efectuó en enero del pasado año, y que sirvió como contrapunto de una estrategia diferente sin mayor apego a los compromisos históricos que condicionaban los movimientos dentro de la entidad. El equilibrio de poder ejercido a través del célebre aforismo que hablaba del Santander como “un banco donde hay un Botín al que obedecen muchos botones” ha sido sustituido por un modelo de dirección más participativo, donde la nueva jefa al mando ha ido situando a ejecutivos de probada experiencia y, eso sí, de su entera confianza.
La reestructuración ha supuesto la salida de 380 trabajadores en el centro corporativo de Boadilla del Monte y de 1.000 empleados de la red de oficinas
El liderazgo de Ana Botín adquirió carta de naturaleza en junio del pasado año cuando el Banco Santander culminó la simplificación de su estructura corporativa, con la consiguiente reducción de la ‘sagrada’ alta dirección. El número de divisiones pasó de 15 a 10 y las direcciones generales disminuyeron en casi una cuarta parte. El efecto automático de estos cambios ha sido una disminución de costes salariales dentro de la cúpula ejecutiva de un 24% a lo largo de 2015, a lo que hay que añadir otro 6% vía disminución de retribuciones durante el presente ejercicio de 2016.
La reestructuración se ha llevado por delante cerca de 500 oficinas de las 3.500 que tenía el Banco Santander, si bien el objetivo ahora es abrir nuevas sucursales especializadas en servicios de asesoramiento al cliente, hasta alcanzar un tercio del total de la red bancaria en el plazo de dos años. El proceso de transformación del Banco Santander no ha hecho más que empezar, y aunque los primeros directivos tengan que hacer en adelante el camino sin ayuda de conductor, Ana Botín está dispuesta a servir como guía de la reconversión que, del primero al último, deberán asumir más pronto que tarde los principales grupos bancarios del país.
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