
Gracias a una investigación del Centro de historia y Cultura Militar de Melilla hemos sabido que la bota de vino fue un día pieza reglamentaria del equipo del soldado español. En concreto este pequeño y añorado odre destinado a mantener frescos y en sazón nuestros caldos, fue declarada de utilidad para el Ejercito de Cuba en tiempos de la Reina Regente Dña. Maria Cristina, poco antes de la pérdida de la Isla. Habrá quien achaque a tal decisión la precipitación de los acontecimientos y habrá también quien piense que la famosa bota de vino llegaba demasiado tarde.

Y sin necesidad de remontarnos a la Guerra de Cuba, hemos comprobado la tremenda evolución en el vestuario, en el equipo y alimentación de las tropas en campaña y en maniobras. Allá por los años setenta, Hacíamos de todo, pero hay que reconocer que sin un equipo adecuado al esfuerzo que se nos exigía. Observen si no esta foto, seguro que les resulta evocadora. Frente a la vieja tienda cónica (que ya había acogido a los soldados en los blocaos del Rif) con sus colchones de borra sobre


En realidad, no es solo el equipo del soldado lo que ha cambiado, es el propio Ejercito. Y lo ha hecho al compás de los cambios sociales, que son como la evolución de las especies. Evolucionan unas independientes de otras aunque alguna tenga la hegemonía lo que no significa que necesariamente lo hagan bien. De lo contrario, no habría caído el Imperio Romano o habría durado mucho más nuestro Siglo de Oro.
Pero volviendo al tema que nos ocupa, hemos de reconocer el enorme esfuerzo y el avance que ha experimentado el equipo del soldado. Y no solo el equipo, sino la gestión del mismo. Desde las largas filas frente al almacén de prendas esperando que te llegaran una gorra o unos calzoncillos de tu talla al sistema de gestión actual en el que seleccionas informáticamente las prendas que necesitas, con la talla adecuada, y en un plazo de tiempo razonable las recibes, empaquetadas individualmente y expedidas a tu nombre, en el almacén básico de equipamiento de tu cuartel.

Y si nos referimos a los alojamientos en campaña, sucede tres cuartos de lo mismo. De la tienda cónica, o su coetánea la tienda parque, hemos pasado con pasmosa facilidad a los corimecs (contenedores). En efecto, durante décadas estuvimos acostumbrados a las necesidades de campaña derivadas de los ejercicios y maniobras en suelo nacional, necesariamente cortas y en nuestro propio clima. Cuando en el año 1993, Unidades de La legión desplegaron en bosnia Herzegovina lo hicieron con su equipo de dotación. En las Navidades el ministro del ramo fue a visitar a nuestros soldados y se encontró en Jablanica a los legionarios durmiendo sobre cartones para aislarse del frío suelo en tiendas de campaña cuyas lonas flameaban agitadas por los recios vientos del Valle del Neretva, plantadas e un terreno cubierto con dos palmos de nieve. Aquello marcó un antes y un después. Hoy en día nuestros soldados despliegan en campamentos semipermanentes, en edificios alquilados o en containers especializados para cocina-comedor, alojamientos, oficinas o aseos.
Cierto que todos estos avances se han realizado al compás de los de otros ejércitos “de nuestro entorno”, como se suele decir. Y también es cierto que tales desarrollos aumentan considerablemente las cargas logísticas y engrosan los costes de los despliegues. Pero convendrán conmigo que es lo menos que se merecen nuestros soldados a tenor de la lejanía, la duración y las difíciles condiciones en las que tienen que desempeñar sus operaciones.

A veces de estas páginas, nos mostramos en desacuerdo con algunos derroteros a los que se ven sometidos nuestras Fuerzas Armadas, basándonos en nuestra preparación, conocimientos y experiencias, pero también nos agrada señalar los éxitos cuando son eficaces y continuados, como el caso que nos ocupa, el equipamiento de nuestros soldados y unidades.

Adolfo Coloma Contreras
General de Brigada (R) del Ejercito
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