
El largo camino recorrido en estos casi cuarenta años, ha transformado la vida de los españoles y no siempre, ni en muchos aspectos, a mejor. No creo necesario enumerarlos y lo que pretendo en esta reflexión es dar mi opinión sobre sus causas y entre ellas, para mi la principal, está la educación, mejor dicho la no adecuada educación.

Por el contrario, para alcanzar sus objetivos, lo fundamental era enseñar los principios de su doctrina o creencia, advirtiendo e instruyendo sobre lo que se debe hacer o decir para actuar correctamente con una idea, la del instructor, es decir adoctrinar no educar.
Aunque la respuesta por parte de los interesados sea negar la mayor, el éxito alcanzado por el sistema, a la vista de la aptitud, actitud y el comportamiento del producto obtenido, nos deja claro que aquellos que comenzaron su enseñanza básica con la primera ley de educación de la transición y la siguieron con sus sucesivas actualizaciones, sin importar de que Gobierno, han llegado a su esplendor político mucho más adoctrinados que educados. Desde luego su éxito es realmente una victoria pírrica para España, de cuya recuperación no me atrevo a vaticinar aunque tiemblo por mis nietos.
No es mi intención analizar una por una las siete leyes de Educación que se han aprobado en estos treinta y tantos años, pero es importante recordar que, quitando la primera de 1980 gobernando la UCD, otras cuatro han sido fruto del PSOE y las dos redactadas por el PP no llegaron a ponerse en práctica pese a tener en ambas ocasiones mayoría absoluta.

Por lo tanto es evidente que las leyes de educación/adoctrinamiento promulgadas en la Democracia han sido impuestas todas por la izquierda y siempre con la escasa o nula acción del PP, si bien sus leyes LCE y LOMCE incluían la C de calidad (poca tendrían las otras), pero dada la energía característica del partido, en ninguna ocasión fue capaz de llevarlas a efecto.
Nos encontramos pues, con dos generaciones cuyas enseñanzas han sido obra de ideólogos cuya finalidad era y es demonizar el Régimen de Franco sin paliativos. Pero al achacar al mismo todo lo realizado por España a lo largo de su Historia, nuestra Nación era, como dejó claro el Presidente Rodríguez Zapatero, algo cuestionado y cuestionable. A tenor de tal doctrina se dislocó la responsabilidad de la educación de los españoles en las Comunidades Autónomas con la consiguiente falta de sentimiento nacional y todas sus tremendas consecuencias.

No se puede olvidar que un intenso adoctrinamiento y una mala educación, solo puede dar lugar a una ciudadanía sin criterio y fácil de ser dirigida por una tiranía dirigente, con independencia del nombre que se dé al sistema de gobierno
Por eso, los dirigentes de una Democracia auténtica tienen que determinar y distinguir sin reservas cuales son las cuestiones de Estado en las que solo debe primar el interés nacional.
La educación es una de ellas, sino la primera.
Termino con una anécdota a modo de ejemplo: Corría el año 1994. La Agrupación Madrid de la Brigada Paracaidista estaba desplegada en Bosnia, todavía con paracaidistas del Sistema Militar Obligatorio. Nos fue a visitar el Presidente del Gobierno D. Felipe Gonzalez y con cierta preocupación, preguntó por el espíritu de los soldados en cuestiones de amor a la Patria, espíritu de sacrificio, entrega, etc.
La contestación era fácil y fue directa: Aunque los paracaidistas era un caso especial porque eran voluntarios entre la Tropa de reemplazo, aquellos soldados llegaban con 19 años, llenos de resabios sin que nadie les hubiera hablado de tales valores, ni en casa ni en la escuela y además machacados por los movimientos de objeción que promovían los partidos de izquierda, cosa que en los nueve meses de “mili” era imposible corregir y transmitir dichos valores en profundidad. Por ello considerábamos que era muy importante que los mismos tenían que ser enseñados en los colegios y centros de formación.

La respuesta del Presidente fue tan demoledora que terminó la conversación sobre el tema:
“¿¿Y de donde saco yo profesores para que enseñen esas cosas??”
Sin comentarios.
Emilio Pérez Alamán Teniente General (R.)
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