Combatieron junto a Estados Unidos en la Guerra de Vietnam. Cuarenta años después del final del conflicto, resisten en la selva olvidados por casi todo el mundo.
El documental 'El ejército perdido de la CIA' cuenta su lucha.
Hang Lin lucha en una guerra que oficialmente terminó hace 40 años. Dice que de mayor le gustaría ser médico, pero de momento patrulla y monta guardia con un kalashnikov casi de su misma estatura. «Mataron a mi abuelo. Cogí su fusil y empecé a disparar. Sólo veía fogonazos [...] Había muertos por todas partes», relata un niño que no tendría por qué saber cómo funciona el mundo. Sobrevivir, sin embargo, es lo primero que aprende cualquiera en el campamento hmong de Laos. Allí cada día en pie cuenta como una victoria.Sólo los más viejos del lugar recuerdan el día exacto en el que sus vidas cambiaron para siempre. Fue el 30 de abril de 1975, cuando Estados Unidos abandonó Saigón a la carrera ante el avance de las tropas norvietnamitas. Con el ruido de los helicópteros de evacuación se despidió del sudeste asiático la mayor potencia militar del mundo. Un millón de combatientes y 2,5 millones de civiles habían perecido en dos décadas de enfrentamiento armado.
Entre las víctimas anónimas de la Guerra de Vietnam está el pueblo hmong, la etnia de origen chino que combatió junto a los norteamericanos en la clandestinidad. El reportero David Beriain retrata el sufrimiento de esta minoría, olvidada por casi todo el mundo, en El ejército perdido de la CIA. Se trata de la primera entrega de Clandestino, la nueva serie de grandes documentales del canal Discovery MAX, y se estrenará este martes por la noche.
Los hmong ya sufrían discriminación y tenían fama de buenos guerrilleros cuando la Agencia Central de Inteligencia les empezó a reclutar sobre el terreno en la mayor operación encubierta de su historia. En Laos, país declarado neutral que acabó convertido en otro frente de la Guerra Fría, estas fuerzas indígenas ayudaron a atacar la ruta de suministros comunista y a rescatar pilotos de Washington caídos. Una colaboración contra un mismo enemigo que les salió cara.
En 1971, el ejército hmong ya estaba formado mayoritariamente por menores de 16 años y mayores de 45. La metralla había laminado a las generaciones intermedias. Tras la retirada yanqui, su situación no hizo sino empeorar. Los hmong fueron abandonados por la Administración estadounidense debido al carácter no oficial de sus actividades.
Las autoridades laosianas persiguieron y masacraron a muchos de ellos. A algunos los enviaron a campos de reeducación de los que no volvieron. Otros lograron escapar a Tailandia. Y los menos consiguieron asentarse en Estados Unidos después de recibir de la ONU el estatus de refugiados políticos.
Pero hubo un grupo que decidió no rendirse y ocultarse en la jungla. En los años 60, dicho batallón fantasma sumaba 50.000 milicianos. En los 90 seguía teniendo 10.000. Desde entonces, ha sido diezmado con armas químicas, ha sufrido tortura y se le ha intentado exterminar como si fuese una plaga.
Como los maquis
En la actualidad el ejército perdido no llega al centenar de efectivos, aunque en el campamento hmong -un punto ciego en el espesor de la selva- aquellos con capacidad para manejar un arma de fuego tal vez sean bastantes menos.
«Ésta es una historia con muchos iconos: el fantasma de la Guerra de Vietnam y de los que fueron dejados atrás. Cuenta mucho de los conflictos y los hechos que han ocurrido en la segunda mitad del siglo XX y que han configurado el mundo tal cual es», admite de entrada Beriain, quien junto a Sergio Caro (fotografía) y Roberto Fraile (filmación) ha afrontado «el mayor desafío nuestras vidas»: un viaje al corazón de las tinieblas para conocer de cerca a unos hombres y mujeres silenciados por los gobiernos y los cronistas oficiales. O, quizá, el relato del final de una civilización.
«A veces no sabíamos si lo que pretendían llevándonos hasta allí era que planteásemos una llamada de auxilio o dejar testimonio», se pregunta el reportero navarro. «Es como si hubiésemos tenido la oportunidad de entrevistar -y perdón por la comparación- a los últimos maquis: son pocos, no le importan a nadie y el mundo puede ignorarles sin mucho problema. Este documental no es una reivindicación de su causa política ni de su lucha, sino una muestra de cómo la Historia puede ser muy cruel y tragarse pueblos enteros por lo que decidieron hacer en un momento determinado, y cómo el precio de esas decisiones las acaban pagando los hijos de quienes las tomaron y los hijos de sus hijos».
Beriain y sus compañeros presentan en dos horas de película la odisea silenciada de un grupo étnico al que Clint Eastwood ya dio visibilidad en su película Gran Torino. Para ello, se trasladaron en primer lugar a Estados Unidos. En la capital del Imperio entrevistaron a John Prados, analista militar especializado en Seguridad Nacional e Inteligencia. Desde allí localizaron a Jack Jolis, un ex oficial de la CIA que accedió a compartir su experiencia como responsable de la Operación Rascal (Gamberro), desarrollada a principios de los 70.
«Sustituí a un oficial que había sido herido y estuve en Laos medio año», explica Jolis en España horas antes de la presentación del documental, en el que da la cara para ofrecer detalles de su misión ultrasecreta. «Mi trabajo consistía en reclutar civiles hmong, jóvenes o viejos, darles un entrenamiento básico y equiparles con radiobalizas camufladas en hojas o piedras para que pudieran usarlas tras las líneas enemigas. Ellos deambulaban por allí y cuando veían una concentración de vehículos, municiones o tropas, dejaban caer estos dispositivos. Yo recibía la señal, recogía a mi equipo en la zona y tan pronto como tenía la seguridad de haberlo extraído, avisaba a la fuerza aérea del lugar donde procedía esa señal. Era una labor efectiva y simple, de bajo coste y alto rendimiento», explica este nieto de pontevedrés que sigue conservando un buen nivel de castellano.
- ¿Para alguien como usted puede resultar peligroso hablar de una operación 'top secret' incluso 40 años después?
- Si lo fuera, no estaría aquí. Pero ya no hay mucho que esconder. Es mi pequeña aportación para ayudar a los hmong a sacar su historia a la luz.
«¿Por qué ahora?», cuestiona Beriain. «Se les acaba el tiempo», resume Gymbay, uno de los dos niños de la guerra ya adultos que se ofrecieron como intérpretes y guías. Incluso poniendo sus vidas en peligro.
«Ganarse la confianza de las personas a las que les pides que te cuenten su historia es parte fundamental de lo que hacemos. Normalmente, son personas que no han tenido buenas experiencias con la prensa. Nosotros solemos decir que las primeras labores son de desminado, por las minas que a veces dejan atrás malas prácticas periodísticas. Además, las personas somos como los perros: nos olemos. Tienes que ser capaz de decirle a la persona que tienes enfrente que ese pedazo de vida que ha vivido es importante para ti».
Beriain contextualiza El ejército perdido de la CIA en un hotel madrileño de cuatro estrellas. Difícil encontrar un entorno menos familiar para alguien que por su oficio convive con personajes al otro lado de la ley (guerrilleros, traficantes, ecoterroristas...) o en zonas de alto riesgo (de Bagdad a Fukushima). La frente del primer periodista español en entrevistar a los talibán en suelo afgano se arruga con forma de Y mientras habla. Lo hace con entonación de voz en off y pausas muy marcadas, como cuando admite que ya en 2009 elaboró un borrador de este último proyecto.
Más de un lustro después, Udon Thani, en la frontera de Tailandia, fue la puerta de entrada en Laos para los autores del documental. Llegaron fingiendo ser turistas para evitar ser detectados por la contravigilancia. Al cabo de unos días, recibieron instrucciones de la red de apoyo hmong conocida como Black Birds (Pájaros negros) para citarse de nuevo con Gymbay y su compatriota James. Los dos activistas acabaron cruzando al país vecino de forma ilegal por el río Mekong; los periodistas pasaron por la aduana sin problemas.
Bombas y sanguijuelas
Comenzó entonces la «batalla de resistencia física y mental» que les llevaría ante el presidente Her y los descendientes del ejército perdido. Seis días de marcha a pie hasta el santuario hmong por un barrizal lleno de sanguijuelas. Sin descanso. Con hambre, sed y sueño. Amenazados en todo momento por un posible encontronazo con soldados del otro bando, algo que estuvo a punto de suceder.
«Para tener un problema allí hubiese bastado con que alguien se torciese un tobillo», enfatiza Beriain. «En el fondo, se trataba de romper el cerco de un ejército para encontrarnos con las personas a las que ese ejército quiere cazar. Eso, evidentemente, es un riesgo. Pero es que incluso en el caso de haber sufrido un accidente y tener que pedir ser rescatados, eso hubiese terminado con nosotros en la cárcel, porque ya había pasado antes. Un colega consiguió estar con los hmong y a la salida del país fue detenido. Le quitaron el material y fue condenado a 15 años de prisión. No los cumplió por la presión internacional, pero sus guías sí permanecieron 12 años privados de libertad».
La travesía por la jungla dejó varias imágenes impactantes: una granada de mortero transformada por los hmong en una piñata letal y las lágrimas al llegar al destino y descubrir, en chozas construidas con cuatro palos y unos plásticos, al risueño Shang Lin o al documentalista Xai Yang Lee. «Hay momentos en la vida de un reportero en los que separarse de las emociones es imposible», confiesa Beriain, desbordado anímicamente ante la cámara. «Lo más duro que tiene este trabajo, más que entrar en la selva y caminar durante días, es sobrevivir a tu propia mediocridad. La historia es grande y tú eres pequeño. Sientes un privilegio muy grande por ser testigo y, al mismo tiempo, sientes la responsabilidad de hacerle justicia a una historia así».
A pesar de la llamada a la solidaridad, el porvenir del pueblo hmong en Laos está seriamente amenazado. Se intuye que después de 40 años de exilio y lucha por su identidad, lo que le aguarda es más dolor.
- Con su experiencia, ¿diría que el fantasma de la Guerra de Vietnam sigue vivo?
- No creo que permanezca en el subconsciente colectivo estadounidense ni nada parecido. Es un problema político. A mi juicio, salir así de Vietnam, Laos y Camboya fue un terrible error. Todo viene de ahí. Ya hemos visto lo que ha sucedido en Irak recientemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario