El desastre de la Felicísima Armada
Entre los agrestes acantilados y bellas costas de Irlanda late la leyenda de los pecios españoles que naufragaron durante el desastre de la Felicísima Armada.
El Gran Grin que fue empujado por el temporal embarrancando frente a la isla de Clare. Más de 200 hombres se ahogaron, mientras que el centenar que sobrevivieron, comandados por Don Pedro de Mendoza, se convirtieron en prisioneros de D. Roe O’Malley. Al sur de los acantilados de Moher, la llamada en gaélico Tuama na Spainteach (“la tumba de los españoles”), donde la tradición asegura están enterrados los náufragos del naufragio del San Esteban y el San Marcos, ajusticiados sin clemencia por Boetius Clancy, representante de la corona inglesa en Clare. O en el Condado de Kerry, escenario de la lucha contra los elementos del San Juan de Portugal comandado por Juan Martínez de Recalde y el San Juan Bautista bajo las ordenes de Marcos de Aramburu. Los cuáles sobrevivieron a la galerna del 21 de septiembre y lograron volver a España. Menos fortuna tuvieron el San Juan de Fernando Horra y el Santa María de la Rosa. Este último, según Aramburu, “se hundió con toda la gente, sin que escapase persona ninguna” y que daría origen a una de las leyendas más fabulosas relacionadas con la Armada: el fabuloso tesoro del Santa María. Todavía hoy contado en los pub irlandeses. O el naufragio junto a las playas de Steedagh Strand donde se desintegraron el Lavia, El Juliana y el Santamaría de Visión punto de arranque de la fantástica historia del capitán Cuéllar… entre otros.
Sabías que… la figura de Francisco de Cuéllar, integrante de la Felicísima Armada y autor de la Carta de uno que fué en la Armada de Inglaterra y cuenta la jornada, en la que narra “su naufragio en las costas irlandesas y su lastimoso viaje a través de la parte norte de la isla, su llegada a Escocia y posteriormente a Flandes donde redacta la carta” en Octubre de 1589. Es una de las pocas referencias escritas sobre la historia de Irlanda del siglo XVI que se conservan hoy en día. Y se ha convertido en un referente para el estudio de las costumbres y forma de vida irlandesas del momento.
30.000 hombres y 125 “castillos sobre el agua” (como los llamaban los ingleses) bajo el almirantazgo de Don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, Capitán General del Mar Océano, habían partido en Mayo de 1588 rumbo a Flandes para embarcar a los temibles tercios españoles. Quiénes por ese entonces estaban combatiendo ferozmente la sublevación de las Provincias Unidas. El objetivo era derrocar a la monarquía “hereje” inglesa por orden de Felipe II. Su Majestad Católica, no tenía tanto intención de invadir Inglaterra, sino más bien de ayudar a establecer de nuevo un monarca católico en la isla. Pero las malas condiciones climatológicas y la resistencia inglesa obligaron a la Felicísima Armada a desistir de tal empresa. El 21 de agosto de 1588, la Felicísima Armada dejó atrás las islas Orkney para adentrarse en el Atlántico Norte. “Hasta ese momento la Armada había sido un costoso fracaso pero en modo alguno un desastre”, afirman los historiadores Colin Martin y Geoffrey Parker en su libro La Gran Armada. Efectivamente, 112 barcos permanecían indemnes. Hasta que los vientos huracanados que ese otoño de 1588 azotaron Irlanda salieron al paso de la armada española. El resultado fueron 24 naufragios y la pérdida de miles de vidas, una tragedia que tuvo lugar en algunos de los lugares más bellos de Irlanda su escenario.