Así lucha contra el Daesh la milicia cristiana en la que están integrados varios españoles
Tienen pasado militar, instruyen a las tropas locales y combaten con la minoría cristiana yazidí cerca de Mosul.
En el horizonte se dibuja el desierto iraquí, donde el Daesh ha extendido el terror con rapidez. Los refugiados que logran huir de sus ciudades cuentan historias de muerte y devastación. Las tropas oficiales que combaten a los yihadistas han recuperado parte del terreno arrebatado en los últimos años. Pero es una guerra en las que participan muchos más de dos bandos. Les une la lucha contra el Estado Islámico, pero les separan idioma, cultura e incluso aspiraciones a medio plazo. Entre ellos están las milicias cristianas, en la que ahora están integrados varios españoles. Este es su día a día en el corazón del conflicto.
“El mayor miedo que puedo tener es quedarme sin agua a 48 grados, se me antoja más horrible que ser degollado”, comenta Simón, que en su día formó parte del Ejército español. Advierte del peligro del calor en un escenario en el que apenas hay sombras para protegerse del sol. “En el combate todos los sentidos están ocupados y el miedo se aparca”, añade. Él, junto con otros españoles y acompañados de los peshmerga -combatientes kurdos- participó en la toma de Bashir, uno de los bastiones del Estado Islámico.
Simón -nombre ficticio para proteger su identidad- sigue bajo el mando de los peshmerga, pero con autorización para integrarse en los yazidíes. Esta minoría, de corte cristiana y asentada mayormente entre Siria e Irak, sufrió un exterminio hace dos años, cuando el Estado Islámico acabó con la mayoría de sus miembros. “Las milicias cristianas y yazidíes, además de por su simpatía religiosa, nos atraen por ser las víctimas más perjudicadas de este conflicto”, explica Simón en conversación con EL ESPAÑOL. Él está en el frente de Shinjal; otro combatiente español -legionario-, conocido con el sobrenombre de el cocinero, está entre las localidades de Telles Kuf y Baqoufa.
Los yazidíes están en constante proceso de formación y adiestramiento. Ahí es donde entran en juego las milicias cristianas. “Las fuerzas de autoprotección yazidí cuentan con 7.500 hombres y 500 mujeres”, explica Simón. La presencia de la mujer en estas fuerzas de combate es una de las novedades que han apreciado desde que están integrados en este nuevo frente. Sabían que las mujeres kurdas e iraquíes luchaban contra el yihadismo, pero no habían tenido la oportunidad de luchar con ellas codo con codo.
En las milicias cristianas se escuchan varios idiomas, aunque todos tratan de expresarse en inglés. Cuando conversan con la población local lo hacen a través de intérpretes. “Además de el cocinero y yo, en las dos unidades en las que estamos hay varios españoles más, que no diremos cuántos por reservar su anonimato -explica Simón-. Lo que abundan son los norteamericanos, que son casi la mitad, pero también hay británicos, franceses, un australiano, un coreano y un portugués”.
En los vídeos que comparten en su página de Facebook, los combatientes españoles muestran cómo practican guerrilla urbana con los efectivos yazidíes, les enseñan tácticas y cómo desactivar artefactos explosivos. Otras prácticas militares, no obstante, prefieren no comentarlas “por discreción”. También se les dan clases de inglés: un profesor estadounidense, al que todos llamaban Mr. Lee, falleció allí recientemente y los yazidíes oficiaron un funeral en su memoria. Su cadáver fue enterrado en una fosa común junto a otros cristianos “asesinados por Daesh”.
El paso de colaborar con los peshmerga a los yazidíes refleja ciertas diferencias de los combatientes españoles con los kurdos: “Daesh se ha cebado contra cristianos y yazidíes, en muchos casos con complicidad kurda -comenta Simón-. Y todavía hay poblaciones cristianas y yazidíes bajo Daesh, pero los peshmerga no muestran interés en recuperarlas. Por eso se está formando un ejército yazidí: para defenderse y recuperar sus villas y sus mujeres secuestradas”.
Simón y sus compañeros dejan clara su nacionalidad con una bandera española que cuelga de su habitación. En ella hay grabada un mensaje: “Reinaré en España, ¡viva Cristo Rey!”. En el pecho, una insignia: el Sagrado Corazón de Jesús.
El Ministerio de Exteriores pide a los ciudadanos españoles que no viajen a Irak salvo por motivos de extrema necesidad. Fuentes diplomáticas insisten, además, en que la participación en un conflicto al margen de las decisiones del Gobierno puede constituir un delito. Algunos de los combatientes tratan de eludir cualquier condena amparándose en el derecho a portar armas que reciben al desembarcar en Irak y en su integración en un bando reconocido por la comunidad internacional, los peshmerga kurdos.
“El mayor miedo que puedo tener es quedarme sin agua a 48 grados, se me antoja más horrible que ser degollado”, comenta Simón, que en su día formó parte del Ejército español. Advierte del peligro del calor en un escenario en el que apenas hay sombras para protegerse del sol. “En el combate todos los sentidos están ocupados y el miedo se aparca”, añade. Él, junto con otros españoles y acompañados de los peshmerga -combatientes kurdos- participó en la toma de Bashir, uno de los bastiones del Estado Islámico.
Simón -nombre ficticio para proteger su identidad- sigue bajo el mando de los peshmerga, pero con autorización para integrarse en los yazidíes. Esta minoría, de corte cristiana y asentada mayormente entre Siria e Irak, sufrió un exterminio hace dos años, cuando el Estado Islámico acabó con la mayoría de sus miembros. “Las milicias cristianas y yazidíes, además de por su simpatía religiosa, nos atraen por ser las víctimas más perjudicadas de este conflicto”, explica Simón en conversación con EL ESPAÑOL. Él está en el frente de Shinjal; otro combatiente español -legionario-, conocido con el sobrenombre de el cocinero, está entre las localidades de Telles Kuf y Baqoufa.
Los yazidíes están en constante proceso de formación y adiestramiento. Ahí es donde entran en juego las milicias cristianas. “Las fuerzas de autoprotección yazidí cuentan con 7.500 hombres y 500 mujeres”, explica Simón. La presencia de la mujer en estas fuerzas de combate es una de las novedades que han apreciado desde que están integrados en este nuevo frente. Sabían que las mujeres kurdas e iraquíes luchaban contra el yihadismo, pero no habían tenido la oportunidad de luchar con ellas codo con codo.
En las milicias cristianas se escuchan varios idiomas, aunque todos tratan de expresarse en inglés. Cuando conversan con la población local lo hacen a través de intérpretes. “Además de el cocinero y yo, en las dos unidades en las que estamos hay varios españoles más, que no diremos cuántos por reservar su anonimato -explica Simón-. Lo que abundan son los norteamericanos, que son casi la mitad, pero también hay británicos, franceses, un australiano, un coreano y un portugués”.
Las labores de las milicias
La toma de Mosul es uno de los objetivos prioritarios de la misión. Pero la celeridad del ataque no es una de las prioridades. Hay que elegir el cómo y el cuándo. La liberación de Bashir ya marcó el camino. Y las milicias cristianas, compuestas en buena medida por militares de diferentes partes del mundo, adiestran a las tropas locales en esta determinación.En los vídeos que comparten en su página de Facebook, los combatientes españoles muestran cómo practican guerrilla urbana con los efectivos yazidíes, les enseñan tácticas y cómo desactivar artefactos explosivos. Otras prácticas militares, no obstante, prefieren no comentarlas “por discreción”. También se les dan clases de inglés: un profesor estadounidense, al que todos llamaban Mr. Lee, falleció allí recientemente y los yazidíes oficiaron un funeral en su memoria. Su cadáver fue enterrado en una fosa común junto a otros cristianos “asesinados por Daesh”.
El paso de colaborar con los peshmerga a los yazidíes refleja ciertas diferencias de los combatientes españoles con los kurdos: “Daesh se ha cebado contra cristianos y yazidíes, en muchos casos con complicidad kurda -comenta Simón-. Y todavía hay poblaciones cristianas y yazidíes bajo Daesh, pero los peshmerga no muestran interés en recuperarlas. Por eso se está formando un ejército yazidí: para defenderse y recuperar sus villas y sus mujeres secuestradas”.
Las vías para llegar a Irak
Los combatientes españoles que han llegado hasta el corazón de Irak lo han hecho a través de diferentes vías. Muchos han aprovechado los servicios que ofrece la agencia francesa Dwekh Nawsha, pero también hay quienes han buscado el modo por sus propios medios. Uno de ellos, el cocinero, fue devuelto a España por las autoridades de Turquía, aunque después encontró una ruta alternativa para alcanzar su destino. Todos pagan sus billetes y de ellos depende el armamento con el que combaten: comentan que cuanto mejor sea este, más posibilidades tienen de sobrevivir.El Ministerio de Exteriores pide a los ciudadanos españoles que no viajen a Irak salvo por motivos de extrema necesidad. Fuentes diplomáticas insisten, además, en que la participación en un conflicto al margen de las decisiones del Gobierno puede constituir un delito. Algunos de los combatientes tratan de eludir cualquier condena amparándose en el derecho a portar armas que reciben al desembarcar en Irak y en su integración en un bando reconocido por la comunidad internacional, los peshmerga kurdos.
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