Novedades de temporada, viejas tabernas, comedores exóticos... Seleccionamos 10 restaurantes abiertos en verano que bien merecen una visita... o dos
Ensaladilla rusa, en El Quinto Vino.
El cuarto restaurante abierto por Sandro Silva y Marta Seco (Ten con ten, El Paraguas...) apuesta por la fusión de los sabores americanos y asiáticos. Abrió sus puertas a principios de julio y en pocas semanas sus libros de reserva se han vuelto locos. El espacio, obra de Lázaro Rosa-Violán, es uno de los más cuidados de Madrid: maderas, plantas por todas partes, pavos reales decorativos estratégicamente situados, ladrillo visto... La oferta culinaria, sofisticada pero de estilo indefinible, se sustenta en varios pilares: espetos malagueños, horno tandoori típico de la India, parrilla argentina... casi siempre en raciones pensadas para compartir. Para empezar, ensalada de mango con aguacate o los corazones de palmito fresco; después, samosas indias como si fueran nems vietnamitas, espeto de carabinero, hummus de feijoada; por último, moqueca de pescado con verduras y leche de coco o bife de La Pampa. La oferta se completa con una gran oferta de cócteles y con una sala de jazz. Promete ser una de las sensaciones de la temporada.
La terraza de Arzábal, en el Museo Reina Sofía.
Si las mesas altas de la acera de Menéndez Pelayo eran una parada más que recomendable y solicitada entre los gourmets capitalinos, los 700 metros cuadrados de jardín que Iván Morales y Álvaro Castellanos han habilitado en el Museo Reina Sofía no tienen comparación posible. Un agradable jardín botánico con cenador acristalado, parrilla a medida, zonas chill out y comedor... En ambos espacios, la carta es similar: las especialidades tradicionales, elaboradas con producto de primera y con un twist de vanguardia propias de esta pareja. Sirvan de muestra, la ensaladilla, el salmorejo, las croquetas de la casa, los espetos, las gambas al ajillo, los huevos rotos, el steak tartare y otros caprichos culinarios como las siempre buenas conservas de Ramón Franco. Carta de vinos acorde y buena oferta de destilados prémium.
3. La Candela Restó. Amnistía, 10. Cierra domingos y luns.
A dos pasos de la pasos del Teatro Real y de la plaza de Oriente, La Candela Restó, un restaurante que comenzó su andadura en la sierra madrileña y que ya hace algunos años se trasladó al centro de la capital, ofrece una cocina radical creativa que no deja a nadie indiferente. La carta (o mejor, 'no carta', como dicen aquí) depende de lo que Samy Alí, el cocinero, ponga en la oferta de los tres menús degustación que solo le entregan al comensal al finalizar la experiencia. Siempre hay aperitivos, principales y postres, y para que el lector se haga una idea, mencionaremos algunos platos (lo cual no quiere decir que estén disponibles si acuden al restaurante): esferificación de leche de tigre, sopa de miso de cocido madrileño, chipirón Tailandia con chorizo semi ahumado de León o el plato llamado 'Sublimar un pichón' (la pechuga marinada, sellada y servida en una caja con maderas humeantes; el resto, en un rulo en guiso de setas y vino tinto). Una gran experiencia.
La terraza de Los Galayos, en la Plaza Mayor.
Taberna popular, ilustrada y lustrosa, con cierto deje andaluz, dirigida por Luis Roldán. La ensaladilla rusa, las cremosas croquetas de la señora Esperanza o el montadito de pringá son argumentos más que suficientes para volver una y otra vez a esta castiza tasca de la zona de Tetuán. Pero además, la oferta se renueva constantemente para dar paso a los diferentes productos de cada temporada, ya sea unos pimientos a la navarra o un pollo escabechado. También, chicharrones, puntas de espárragos, diferentes cortes de ibérico, berenjena con salmorejo, anchoas con piparras y tomate triturado... Y una oferta de vinos, con más de un centenar de referencias de todas las denominaciones españolas y buena parte de extranjeras, con especial querencia por los vinos de Jerez. Trata amable y profesional comandado por Juan Roldán, hermano del patrón. Cuenta con una pequeña barra para un tapeo rápido e informal o para amenizar la espera.
5. Los Galayos. Botoneras, 5. No cierra.
Una de las mejores opciones gastronómicas en los alrededores de la Plaza Mayor. Fundada en 1894, esta institución mesonera madrileña está dirigida por los hermanos Granda (Fernando, Miguel y Alicia). Su interior, repleto de pasillos, salones y recovecos, luce clásico pero acogedor, con un pequeño mostrador para picar algo rápido y diversos comedores castellanos (sin olvidar, claro, las dos terrazas: una en la mismísima plaza; otra, en la calle Botoneras). Entre sus fundamentos culinarios, puntillitas con huevos de corral y juliana de pimientos o trigueros empanados y acompañados de alioli y cebollino. Si busca bocados más enjundiosos, lomos de merluza, chuletón de lomo de buey a la piedra o la joya de la corona: cochinillo asado a la segoviana con patatas panaderas y pimientos de Padrón. Además, postres caseros (ojo a la tarta de queso) y carta de vinos escogida. Por cierto, ni un turista despistado en sus mesas: aquí se come, y se come muy bien.
El comedor japonés de Hattori Hanzo.
Aunténtica representación en Madrid de una clásica taberna japonesa o izakaya. En este espacio, situado en una de las calles traseras de la Gran Vía, muy cerca de Malasaña y de la moderna zona de TriBall, se apuesta por los bocados de inspiración nipona y las brochetas asadas en barbacoa japonesa o robata. La barra, repleta de detalles japoneses, sirve de preámbulo a un comedor cuyas mesas están hundidas, de forma que al sentarse en el suelo no es necesario doblar las piernas. ¿Y de comer? Hakata black ramen (intenso caldo tonkotsu con tallarines, huevo, salsa de ajos y cerdo tierno o pastel de pescado); pulpo a la llama glaseado con kimchi; okonomiyaki (masa elaborada con harina, conocida como la tortilla japonesa, a la que se le añade ingredientes como panceta marinada, pulpo y gambas...), dumplings de cerdo casero, bollo bao al vapor con langostino tigre... De beber, cervezas japonesas como Kirim o Asahi.
7. Lakasa de César Martín. Plaza del Descubridor Diego de Ordás, 1. Cierra domingos y lunes.
Sin duda, la del restaurante de César Martín y Marina Lanuay ha sido una de las reaperturas más esperadas de la temporada. Tras las dos décadas largas que Martín lleva dedicado a la mesonería madrileña, su restaurante por fin se adapta a lo que él siempre había deseado. Y claro, eso se nota en la cocina, que alcanza unos niveles de refinamiento, delicadeza y frescura como antes nunca había sucedido. Ubicado unas manzanas más allá del ya extinto comedor de Raimundo Fernández Villaverde, en el corazón de Chamberí, en este nuevo comedor se ofrecen raciones, medias raciones, copas, medias copas... Casi cualquier cosa para que sea el propio comensal el que se prepare un tremendo menú degustación sobre la marcha. Por ejemplo, los clásicos buñuelitos de idiazábal, fiambre de callos, salmorejo con sardinas marinadas, chipirones a la plancha, manitas de cerdo rellenas de rabo de toro, tartar de corzo, mejillones bouchot... La presencia de Marina cada vez más notable, desde la selección de quesos de maison Antony hasta la oferta de vinos, pasando, por supuesto, por el servicio de sala. Como dice su eslogan... "el lugar donde quieres volver".
Marina Lanuay y César Martín en su nuevo comedor.
El proyecto personal del gallego Manuel Domínguez que desde hace más de una década viene reclamando de los gourmets capitalinos. Y vaya si lo ha conseguido... En la última reforma del comedor, en la planta a pie de calle, Domínguez eliminó la pesadez de una sala demasiado estirada con una barra y algunas mesas altas para comer en plan casual y dejó el sótano para los ágapes más formales. Y la oferta culinaria va, claro, en consonancia: ambiciosa, bien pensada, a base de tapas y raciones, producto puro, solidez galaica y recetas creativas. Lo mejor es dar carta blanca al chef y entonces llegarán a la mesa cosas tan interesantes como el salmón ahumado y marinado en miso con crujiente de tinta de calamar, la sopa de ají de gallina con zamburiña y torreznos de bacalao o lomo de venado con puré de castaña y cuscús de frutos rojos. En la barra, en cambio, el mejor pulpo a feira de Madrid, bravas de langostinos, ensaladilla rusa...
9. Puertalsol. Puerta del Sol, 10. No cierra.
Alberto Chicote en los cielos. Y no, no es que hayan santificado al popular chef y conductor del programa Pesadilla en la cocina, es que éste ha elegido el kilómetro cero de Madrid (en concreto, la quinta planta del edificio de El Corte Inglés de Sol) para montar su nuevo restaurante. Con vistas al reloj que nos da los años y a la comercial calle Preciados, el chef del añorado NoDo ha creado una tasca de cocina tradicional en la que se rinde homenaje a la tradición tabernaria de la ciudad. Sore la mesa, chuletillas de cordero lechal, secreto ibérico con chimichurri, cola de atún a la brasa con refrito de ajos y perejil... Además, ensaladas (de tomate rosado con cebolleta y aceite de oliva), tapas (gildas, croquetas, torrezno frito), escabeches y ahumados. El espacio cuenta con salón interior, una barra de zinc como las de toda la vida y una preciosa terraza.
Manuel Domínguez, en primer plano, en la barra de Lúa.
Los propietarios de Punto MX (Roberto Ruiz, María Fernández y Martin Eccius) crearon hace ya un par de años esta antojería mexicana en el Gourmet Experience de El Corte Inglés de Serrano, en la séptima planta. El interiorismo del espacio lleva la firma de Eugenio Caballero (ganador de un Oscar por la dirección artística de la película 'El laberinto del fauno'): una barra sinuosa con azulejos que parecen escamas, una estructura que emula el esqueleto de un reptil, tonos verdes, ocres, lámparas doradas, detalles en neón... Entre los platillos, el clásico guacamole con totopos de maíz, el aguachile verde de langostinos, taco ibérico de cochinillo y corteza o el Machete 1,2 k, un costillón de res norteño tatemado a las brasas y laqueado con salsa de chiles. Para beber, una divertida y original selección de cócteles en la que el mezcal y el tequila gozan de gran protagonismo
No hay comentarios:
Publicar un comentario