Autor
Tiempo de lectura7 min
Existe una constante contaminación entre realidad y ficción, entre novela negra y crónica social, que ha marcado la historia de la literatura de los últimos dos siglos. La realidad es tozuda y, en muchos casos, resulta más difícil de desentrañar que una novela de Raymond Chandler. A continuación recogemos tres de esos crímenes que aun a día de hoy siguen sin resolverse y que en algunos casos han servido de inspiración para escritores y cineastas.
El misterio de la habitación cerrada (con un mujeriego dentro)
Muchas personas tenían buenos motivos para acabar con la vida de Joseph Bowne Elwell, uno de los grandes jugadores de bridge del siglo XX. A lo largo de los años se labró una buena fama como mujeriego, y entre sus conquistas se contaban algunas de sus estudiantes y unas cuantas de las mujeres más ricas de la alta sociedad neoyorquina. Según relató su secretaria después de su muerte, se había acostado con más de 50 mujeres, “la mayor parte de ellas, casadas”. Casadas presumiblemente con algunos de los hombres más poderosos de la Gran Manzana. Tras su asesinato, la policía llegó a manejar una lista de unos 1.000 sospechosos, que se dice pronto. Ese sí que era el 1% que denuncia Occupy Wall Street.Quizá la clave se encuentre en la copia de la llave que, al parecer, muchas de sus amantes disponían, aunque eso tampoco es capaz de explicar por qué la habitación estaba cerrada desde dentro… Salvo que el asesino se ocultase hasta que llegase la casera y saliese sin ser localizado. Sea como fuere, un hombre confesó en 1921 aunque fue considerado un lunático, y desde entonces, nadie ha sido capaz de resolver el enigma. Ni siquiera los miles de lectores de El crimen de Benson, un superventas de S.S. Van Dine basado en este crimen.
El crimen de la calle Fuencarral
No confundir con El crimen de la calle Bordadores, la película de Edgar Neville. O mejor sí hacerlo, ya que aquella película de 1946 tomó su inspiración de este caso, uno de los más célebres de la historia de España. El 2 de julio de 1888 los vecinos llamaron a la policía tras descubrir el cuerpo en llamas de Luciana Borcino, una viuda pudiente y tan respetada como temida en el Madrid de la época, mientras su sirvienta dormía en una habitación adyacente. Este asesinato se convirtió en uno de los primeros juicios mediáticos de la historia de España, que fue cubierto entre otros por Benito Pérez Galdós.Edgar Allan Poe convirtió el caso de Mary Rogers en una de las primeras historias de detectives
La gran cantidad de confesiones contradictorias de Higinia –que llegó a acusar a Astray– dificultaron la clarificación del caso. Tras dos meses de juicio narrado exhaustiva y vorazmente por la prensa, Higinia es condenada a morir por garrote vil y su cómplice Dolores Ávila, a 18 años de prisión. Finalmente, la criada es ejecutada el 19 de junio de 1890 a los 28 años, ante 20 mil personas. Sus últimas palabras fueron “¡Dolores, catorce mil duros!”, que no hicieron más que acrecentar el misterio.
El extraño caso de la bella Mary Rogers
Esta joven cigarrera de Nueva York se convirtió durante su juventud en una de las mujeres más célebres de la por aquel entonces no tan gran manzana, con unos 320.000 habitantes. La razón no era otra que una belleza indescriptible, que provocaba que algunos hombres pasasen horas en el establecimiento destinándole miradas lascivas y que otras celebridades como los escritores Washington Irving o James Fenimore Cooper desviasen su camino para comprar provisiones en su tienda Por ello, su desaparición durante un par de días en el año 1838 llegó a ser reflejada por los medios locales, aunque no se trataba más que de una invención morbosa. Pero no lo fue su muerte.Otra hipótesis señala a su prometido, que se suicidó apenas tres meses después con una mezcla de alcohol y láudano. A su muerte dejó una nota donde se podía leer “Dios me perdone por mi vida malgastada”. No lo tuvo más claro Edgar Allan Poe, que hizo inmortal la historia de Rogers en El misterio de Marie Roget, una historia corta en la que trasladó la acción a París y sustituyó el Hudson por el Sena, aunque intentaba ser “un riguroso análisis de lo que ocurrió en Nueva York”, en palabras de su propio autor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario