viernes, 11 de noviembre de 2016

LA MUERTE NO ES EL FINAL General de Brigada (R.) Adolfo Coloma Contreras

 


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La muerte no es el final
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Panteón de los héroes-Melilla
Comenzábamos este mes de noviembre con dos fechas muy significadas en el calendario cristiano y popular: La fiesta de Todos los Santos y el Día de los Difuntos. Ocasiones propicias para revivir la piedad que heredamos de nuestros padres y visitar a nuestros ancestros en los cementerios. Los militares también lo hacemos adecentando los panteones propios y ofreciendo a los que allí están enterrados nuestra oración y nuestro grito ¡PRESENTES! reafirmando nuestra creencia de que siguen con nosotros. Pero en cualquier caso son estas ocasiones más que oportunas para reflexionar sobre ese hecho inefable, la única certeza comprobable de la que no se puede dudar: antes o después, de una manera o de otra, hemos de morir. La muerte pone fin a nuestra existencia tal como la conocemos. Sin embargo, es obvio que la religión, las creencias propias ofrecen un gran consuelo ante este hecho trascendental y de manera singular a los que profesamos la fe cristiana que, lo manifieste o no la constitución, es abrazada por una mayoría de españoles.
Y no es cuestión baladí, pues se refleja hasta en el idioma. Si tomamos en consideración los idiomas que nos son más próximos, el inglés y el francés, rápidamente nos damos cuenta que emplean un único verbo para referirse a dos estados que no necesariamente significan lo mismo: ser y estar. Los verbos  inglés “to be” y  francés “etre”, se utilizan indistintamente para referirse tanto a situaciones que se prolongan en el tiempo como para las que son más temporales. En español, no sucede lo mismo. Como es bien sabido utilizamos el verbo ser cuando tratamos de situaciones que denotan permanencia en el tiempo. Así, decimos yo soy militar, soy español etc. Por el contrario, empleamos el verbo estar para situaciones o acciones más bien temporales: estoy bien, estoy en Madrid.
Pero hay una excepción, yo diría importante excepción. Decimos en español “estoy muerto” y no “soy muerto” cuando la muerte se nos presenta como un estado permanente. La explicación a esta cuestión, yo la encuentro en el sentido cristiano de la vida que ha alumbrado nuestro propio idioma.  Los cristianos entendemos la muerte como un estado transitorio (estar) que precede a esa vida eterna donde podamos “ser” felices con Cristo. Y es por eso que cuando despedimos a un compañero perdido le cantamos:
“En tu palabra confiamos
Con la certeza que tú
Ya le has devuelto  la vida
Ya le has llevado a la luz”

Cada cual se enfrenta a su destino de acuerdo a su propia formación, creencias y valores. Por eso las manifestaciones ante el dolor, el peligro, la incertidumbre, el miedo o la muerte, son puramente individuales. Cada cual es libre de manifestarlas a su manera ¡faltaría más!  Es verdad por otra parte, que colectivos que han de enfrentarse a plazo fijo al riesgo cierto de perder la vida, se entrenan para ello. No se nace sin miedo, pero se puede ejercitar el dominio frente a él. Se hace mediante el entrenamiento, exponiendo al individuo y a la unidad completa a sensaciones, esfuerzos, sorpresas; en definitiva sometiéndoles a un riesgo calculado que obligue a cada individuo a dominarse a sí mismo y a pensar y reaccionar en provecho del grupo, incluso en circunstancias cuasi extremas que se asemejen a la realidad. Y desde luego,  complementado tales prácticas mediante un conjunto de ritos colectivos que refuerzan la serenidad y determinación del individuo ante el peligro y que lo hace más generoso y fuerte mediante la afirmación del “espíritu de unidad”
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Patrulla de Operaciones Especiales
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F-18 en pleno vuelo
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Submarino
No somos ni mucho menos los únicos, pero los militares sabemos bastante de esto. No hay que acudir a las misiones que realizamos, actualmente en el exterior, que por suerte o por desgracia solo son conocidas o recordadas cuando alguien se deja en ellas el pellejo. Las técnicas, los materiales, los ejercicios que realizamos continuamente nos exponen a ello. “entrenamiento duro, combate sencillo” o “más vale perder unas gotas de sudor en el campo de entrenamiento que litros de sangre en el campo de batalla”  son dos de nuestros axiomas. Desde el más simpe de los ejercicios en el que una parte de una escuadra avanza por delante de las bocas de los fusiles de los compañeros que les cubren por el fuego, pasando por el fuego de la artillería que silba sobre nuestras cabezas,  los vuelos rasantes de helicóptero rozando la copa de los árboles para no ser detectados, los lanzamientos en paracaídas, de noche con armamento y un equipo que apenas deja a uno moverse, la escalada militar, que es mucho más que un simple deporte o la desactivación de artefactos explosivos; por no hablar de volar a bordo de una bomba volante por encima de la velocidad del sonido o navegar casi a ciegas a 90 metros de profundidad bajo la superficie del mar; son algunos de los ejemplos que nos sirven para ilustrar  estos temas.
Y esos riesgos se ven sin duda incrementados por el afán de superación individual que nos lleva a solicitar el “puesto de mayor riesgo y fatiga”. Hace unos días fallecía de un colapso cardíaco el Capitán de Caballería Sergio Barreda Peñas mientras realizaba la prueba de esfuerzo con su unidad, un escuadrón del Regimiento Montesa 3 en Ceuta. Soldado hecho desde suboficial, con casi veinte años de servicio a sus espaldas y cuatro misiones en el extranjero. No quiso Dios llamarle cuando prestaba sus servicios en Kosovo o en Líbano, sino en Ceuta, plaza que había solicitado voluntariamente, tal vez porque desde allí “se vigila mejor el muro” y mientras se instruía con su escuadrón. Vaya también para él el reconocimiento y homenaje de los componentes de este blog, colaboradores y estoy seguro que todos los lectores.
¡Capitán Sergio Barreda Peñas!:
¡PRESENTE!
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Despedida del capitán Sergio Barreda Peñas
O, como es tradicional en el arma de Caballería
¡ESTÁ!
La muerte es pues una certeza. Puede sobrevenir de múltiples formas: enfermedad, accidente o simplemente o por el propio deterioro. Lo que diferencia colectivos como los militares es la aceptación del plus de riesgo que el oficio de las armas lleva consigo, que ni es gratuito ni busca la remuneración. Es un riesgo que se afronta con alegría, decisión y responsabilidad, como un servicio a la colectividad, a la propia unidad y a la nación entera. Por eso y solo por eso, los soldados ensalzamos al que la muerte le llega con ocasión de un acto del servicio. Por eso y solo por eso, cuando muere uno de los nuestros, en vez de desearle que descanse en paz – que también- respondemos todos a coro ¡PRESENTE! es la forma de expresar ante su cadáver y ante la unidad entera, familiares y amigos, que sigue y seguirá siendo de los nuestros, que la muerte no es el final.
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Ante el panteón de la Legión en el cementerio de Melilla
Adolfo Coloma Contreras
General de Brigada (R) del Ejército

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