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Hay un vídeo que muestra a Fikri entrando en la trituradora para sacar su pez espada. Se escuchan las voces de la gente que se ha ido arremolinando en torno a este pescador indignado. De repente, rompe el griterío y uno comprende que algo espantoso ha ocurrido. También hay fotos del cadáver en el interior de la máquina de triturar basura. Hay vídeos de cómo los bomberos lo sacan rodeados por una multitud que lo ve y lo graba todo.
Estas fotos y estos vídeos están incendiando el Rif y buena parte del norte de Marruecos. Desde Nador hasta Marrakech y Fez, las manifestaciones de protesta por la muerte se han venido sucediendo. La indignación ha llegado hasta Tánger, el gran núcleo de desarrollo del norte, y Casablanca, la capital económica del país. En Alhucemas, una ciudad de 60.000 habitantes, los taxistas pararon en solidaridad con el pescadero muerto. Los pescadores no salieron a faenar. Ha habido varias concentraciones, grupos de gente enfurecida pero pacífica. En algunas han ondeado las banderas tricolores de los imazighen, "los hombres libres", llamados en español bereberes. No ha habido episodios de violencia.
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Durante siglos, los bereberes se resistieron a los intentos de dominación extranjera. Entre 1921 y 1927, las cabilas del Rif y la Yebala –dos grandes regiones del norte– libraron una lucha sin cuartel contra los españoles liderados por un jefe de nombre inolvidable: Abd el Krim. No fue el único. Antes, otros señores de la guerra, como El Raisuni y El Mizián, trataban de imponer su autoridad por encima de la del sultán y las potencias europeas –sobre todo España y Francia– que ejercían el protectorado en Marruecos. Este detalle es importante. Los bereberes, cuya lengua es el tamazigh y no el árabe, combatieron no solo contra los europeos, también contra el poder del Rey. Así ha sido durante décadas. Entre octubre de 1958 y febrero de 1959, la pobreza y el olvido de esta región provocaron una revuelta que el rey Mohamed V sofocó movilizando a un ejército de más de veinte mil hombres que desembarcó en Alhucemas y Tánger. Al frente de las tropas estaban el príncipe Muley Hasán, que sería después Hasán II, y el terrible general Ufkir. En lugar de avanzar por tierra y enfrentarse a la resistencia rifeña, bombardearon los pueblos y los aduares donde los rebeldes se refugiaban. Vencieron, pero no convencieron. El Rif fue castigado durante décadas con el atraso y la falta de inversiones. En 1984 los disturbios volvieron a sacudir la región desde Alhucemas hasta Tetuán y Alcazarquivir. Una manifestación en Nador en enero de aquel año fue disuelta a base de ametrallamientos. Hubo en torno a mil muertos. En 1990 estallaron revueltas del pan en Nador y Tetuán. En el Rif, las protestas se reprimen, pero el descontento no se aplaca. Por eso, en estos días, muchos recuerdan los disturbios de febrero de 2011 al calor de las Primaveras Árabes. El Rif fue uno de los lugares donde las protestas de aquel año tuvieron mayor seguimiento.
Sería injusto soslayar que el rey Mohamed VI ha tratado de reconciliarse con el Rif. Su primer viaje como monarca fue a esta región, y es cierto que las inversiones han aumentado. Sin embargo, la corrupción y la arbitrariedad de los poderes públicos siguen golpeando a los rifeños. Aún hoy, el mejor hospital entre Nador y Taza es el de Melilla, y eso explica la cantidad de partos de urgencia que se atienden en él. Para muchos jóvenes de la región, el contrabando o el tráfico de hachís son las únicas alternativas a la falta de horizonte, el paro y la precariedad, agravados por la corrupción. En torno a la muerte de Fikri se alza la sombra de la mafia del pescado en el puerto de Alhucemas. Dicen que si un vendedor no compra a las personas indicadas, su mercancía es confiscada y destruida.
El atroz final de este vendedor ambulante de pescado triturado en un camión de basuras ha encendido la hogra, la indignación ante el desprecio que sufren los pobres débiles a manos de los poderosos. Es una categoría importante para comprender qué está sucediendo y valorar cómo pueden evolucionar los acontecimientos. Fue la hogra lo que movilizó a los tunecinos conmocionados por la muerte de Buazizi. Fue ella la que sacó a las calles a miles de egipcios contra Mubarak. Es ella la que ahora sacude el Rif.
Si se siguen manteniendo las condiciones económicas y sociales, estas protestas podrán reprimirse o agotarse, pero vendrán otras. La desesperación y la indignación son fuerzas movilizadoras muy poderosas, y en el Rif se vienen sufriendo desde hace mucho tiempo.
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