miércoles, 10 de agosto de 2016

MONTE ARRUIT Enrique Vidal de Loño. General de División (R.)

 


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Monte Arruit
Escribo estas líneas a caballo de los últimos días de julio y los primeros de agosto.  Fue en esta horquilla de tiempo cuando, hace 95 años, en el antiguo Protectorado de España en Marruecos, un contingente de soldados españoles vivió la triste odisea de Monte Arruit, que se puede considerar el último capítulo de los trágicos acontecimientos conocidos como Desastre de Annual.
El 22 de julio de 1921 se había iniciado la retirada de Annual. Esa mañana, la columna abandonó el campamento, comenzando la penosa marcha por Izumar y Ben Tieb, hasta llegar a Dar Drius. El día 23 la retirada continuó, cruzando el cauce del río Igan,  siempre con el heroico apoyo de los jinetes del Alcántara, hasta alcanzar Batel y Tistutin, donde quedaron refugiados y cercados durante cinco días. En la madrugada del 29 de julio se marchó hacia Monte Arruit. Cuando la columna llegó a poca distancia de su puerta,  fue hostilizada duramente por los cabileños rebeldes, resultando enormemente dramática la entrada en la posición.
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La posición de Monte Arruit. El honor y el valor de un sacrificio
Ya dentro de Monte Arruit, algo más de 3.000 soldados -los supervivientes de la retirada, mas quienes ya guarnecían la posición- quedaron sometidos a un penoso asedio, que duró doce largos días, en los que no cesaron de recibir intenso fuego y asaltos del enemigo, que fueron  rechazados bravamente. Había que ir a traer agua fuera de la posición, pero las aguadas resultaban sangrientas, al estar completamente batidas por el enemigo. La dureza de las condiciones de aquel cerco, cada vez con más heridos, más muertos, en unas condiciones de un patetismo atroz, resulta muy difícil de imaginar en toda su extensión y en todo su horror. Sin embrago, durante esos doce días, los defensores de Monte Arruit, agotados hasta el extremo, exhaustos, casi espectros, se comportaron con un coraje, una abnegación y un heroísmo encomiables, resistiendo lo indecible, con honor y bravura, en medio de increíbles penalidades.
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El general Navarro 2º Jefe de la Comandancia de Melilla
Al final, no quedaba ni una gota de agua, ni víveres, ni medicinas, ni casi municiones.  Ni fuerzas, ni esperanzas. Estaban abandonados a su suerte. Lo único que continuaba era el intenso fuego enemigo. Y la sed espantosa. La resistencia era insostenible. El general Navarro, autorizado por sus superiores, parlamentó con los notables moros. Se pactaron unas condiciones. Se acordó que se entregaría el armamento y que los españoles saldrían libres, siendo escoltados hasta la misma Melilla. Era el 9 de agosto de 1921. Hace ahora 95 años. Se preparó todo para actuar según lo convenido. Se organizó el transporte de los heridos. El general -herido en una pierna y apoyado en un bastón- y un pequeño grupo fueron conducidos por los jefes moros a las inmediaciones de un edificio próximo. Y en ese momento se produjo la traición. Hordas de rifeños irrumpieron en la posición y comenzaron a disparar contra las tropas, agotadas, desarmadas e indefensas. Algunos que todavía no habían entregado el armamento, se defendieron con arrojo hasta morir. La matanza fue cobarde, salvaje, vil. Una verdadera carnicería. Muy pocos consiguieron escapar. Y simultáneamente, el pillaje y el saqueo. El general Navarro y unos cuantos más fueron apresados y llevados a Axdir, el feudo de Abd el Krim. Allí se les fueron uniendo prisioneros de otras posiciones, hasta sumar alrededor de 500, de los que sobrevivieron unos 300, que serían liberados 18 meses después, tras un largo y penoso cautiverio.
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Cadáveres en Monte Arruit
En el campo de Arruit quedaron esparcidos los cadáveres de más de dos mil seiscientos soldados españoles. Algunos de ellos mutilados y con muestras de haber sido cruelmente torturados. Allí permanecieron, insepultos, hasta que dos meses más tarde, las tropas españolas que a finales de octubre reconquistaron la posición, se encuentren con el dantesco y macabro cuadro. Identificaron a los que pudieron y a todos les dieron cristiana sepultura. Se hizo en una fosa común con una única cruz, la que fue conocida como la Cruz de Monte Arruit. Años más tarde los restos fueron trasladados al Panteón de los Héroes del cementerio de Melilla, donde reposan en la actualidad. Un poema de Goy de Silva resalta allí  que “…no hay en la tierra templo funerario de mayor emoción que esta tumba gloriosa…”
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Goicoechea y Abd el Krim Negociación liberación prisioneros
La Historia es una gran maestra, si se estudia desapasionadamente y se tiene el ánimo presto a aprender. La guerra en el Protectorado de España en Marruecos es rica en enseñanzas. Dentro de ella, del derrumbamiento de la Comandancia General de Melilla, de sus causas y de sus consecuencias, se pueden obtener muchas lecciones. En todos los niveles: táctico, operacional y estratégico. Y también en el político; muchas e importantes. Lo cierto es que los trágicos acontecimientos sucedidos durante la retirada de Annual constituyeron, sin lugar a duda, un verdadero desastre. Cuando en unos pocos días un ejército tiene cerca de ocho mil muertos, pierde el control de todo el territorio que se había ido ganando a lo largo de años y queda al borde del colapso total, los hechos no pueden calificarse de otro modo. Hubo errores; muchos y graves; de lo contrario, no hubiese ocurrido el desastre. Y hubo dejaciones; en todos los niveles, no sólo en el de las tropas que estaban sobre el terreno; desde allí hasta los altos despachos, hubo desidias imperdonables. En aquel turbión de acontecimientos, hubo, por desgracia, conductas viles y deshonrosas. Pero no olvidemos que también las hubo heroicas. Y mucho. Lo que ocurre es que las dimensiones de la tragedia y la magnitud de los errores las dejaron en un segundo plano. Pero en este escrito quiero resaltar que, en medio de aquel drama, hubo muchos que supieron cumplir con su deber de manera ejemplar. Y merecen nuestro recuerdo.
En los últimos años de mi vida militar activa he tenido el privilegio de poder hablar de algunos de estos héroes en varias ciudades españolas. Y ahora aprovecho la amable hospitalidad que me brinda el blog del General Dávila para también escribir sobre ellos. Hoy lo hago sobre los mártires de  Monte Arruit. Pero hay muchos más. Espero poder seguir ayudando a recordarlos. Es, sencillamente, una cuestión de gratitud a su generosidad.
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Toque de Oración
Solía terminar aquella charla sobre lo héroes de Annual resaltando que, en los acuartelamientos e instalaciones militares, se finaliza el día con el arriado de la Bandera  y el toque de oración en recuerdo de los soldados que dieron su vida por España. Este homenaje a los que “con su sangre la empresa rubricaron y con su esfuerzo la Patria engrandecieron” también tiene lugar en muchas ceremonias militares. Lector: cuando tenga ocasión de presenciar alguno de estos emotivos toques de oración, humildemente le sugiero que, desde el silencio de su corazón, eleve la suya, o al menos tenga un recuerdo hacia aquellos soldados que, en circunstancias difíciles, actuaron con honor y dieron su vida por la Patria. Quizás desde allá arriba, con su deber cumplido con creces, aquellos héroes agradezcan también la oración, el recuerdo y el noble reconocimiento de sus compatriotas.
Enrique Vidal de Loño
General de División (R.)

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