Cuando Rommel ayudó a la yihad: el ISIS hace bombas con las minas olvidadas en el Sáhara
Cerca de 17 millones de explosivos siguen enterrados en el desierto egipcio, casi todas reliquias de la batalla de El Alamein. Un potencial mortífero que no ha pasado desapercibido para los yihadistas
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Ya en 2004 se detectó que varias bombas usadas por extremistas para acabar con la vida de 34 personas en un 'resort' de Taba, en el Sinaí (otro desierto en la Península del mismo nombre pero a orillas del Mar Rojo, al este del país) habían sido fabricadas con chatarra bélica de la IIª Guerra Mundial. Desde entonces, ha sido una práctica común que se ha acrecentado con la afiliación al Estado Islámico del grupo terrorista egipcio, Ansar Beit Al Maqdis, arraigado en la Península, y también al otro lado de la porosa frontera de Egipto con Libia. Allí donde las arenas movedizas sembradas de minas, hacen de la depresión de Qattara una barrera prácticamente infranqueable, salvo para los hombres del desierto, que, tras sentirse olvidados durante generaciones por el Gobierno central, no dudan en volver sus ojos al lucrativo y peligroso negocio de extraer ellos mismos los residuos y venderlos al mejor postor.
Y no se puede decir que el abastecimiento vaya a terminar pronto. Hay 16,7 millones de bombas en una extensión de 2.480 kilómetros cuadrados. El 22% del territorio de Egipto. El Gobierno, con el apoyo de Naciones Unidas y una inversión de 1,8 millones de euros, pretendía limpiar la zona e implementar un plan que incluía la construcción de una nueva El Alamein, la emblemática población en la que se vieron las caras la espontaneidad del alemán Erwin Rommel, el Zorro del Desierto, y la eficacia disciplinada del británico Bernard Montgomery. En este rincón de África los aliados consiguieron su primera gran victoria sobre el eje italo-alemán. El Alamein marcaría el rumbo de la contienda al acabar con las aspiraciones nazis de hacerse con el norte de África. Hubo más de 80.000 bajas entre muertos y heridos.
El proyecto de limpieza en las últimas décadas era ambicioso, pero de esos casi 17 millones de minas, en tres años, entre 2007 y 2010, apenas se limpiaron 130 kilómetros cuadrados y 300.000 artefactos. El 5% del total. El Ejército asegura que desde 1981 se han eliminado casi 3 millones. Promete que en tres años se habrá limpiado el desierto, pero ya en 2010 se hablaba de un plazo de 4 años, hasta 2014 para terminar la limpieza, así que el plazo parece cuanto menos, poco realista.
La nueva vida de las temibles minas antitanque
Ahora, donde Rommel fracasó, el ISIS va poco a poco conquistando terreno. Se han producido al menos 10 denuncias del Ejército egipcio de que los terroristas estarían usando las viejas minas para fabricar sus propios artefactos explosivos, según ha declarado en un artículo reciente de Newsweek Fathy El-Shazly, responsable del proyecto de desarrollo y descontaminación de la costa noroeste desde su inicio.En 2010, El Shazly explicaba a esta corresponsal que el 2,5% de las minas del desierto egipcio son antipersona. Las antitanques, mucho más mortíferas, son casi 10 veces esa cantidad. Y las preferidas por el Estado Islámico para componer sus nuevos artefactos, según ha relatado ahora a Newsweek. Lo demás son restos de mortero, balas y munición aérea de gran calibre.
Una medida que poco o nada beneficiaba a la población local, herederos sin título de tierras que acababan expropiadas y cedidas a grandes empresas que también tenían y tiene puestos sus ojos en las aguas turquesas que bañan el lugar donde el mortal desierto de El Alamein acaba. La empresa promotora del turismo del Gobierno vendió los terrenos a la emiratí Emaar (que levantó el edificio más alto del mundo, Burj Dubai, en el emirato del mismo nombre). Así, sólo esas zonas de ocio o negocio han quedado libres de minas en los últimos años. Salvo por aquellas de las que el Estado Islámico está dando una segunda vida.
La revolución de 2011, cuyo quinto aniversario celebraron los egipcios en enero de este año, abrió un paréntesis en el que casi todo quedó interrumpido, salvo las víctimas, que siguieron perdiendo piernas, ojos, vida. Ahora, muchos se llevarán las manos a la cabezo al ver el supermercado pirotécnico a merced de quien lo quiera usar y que se extiende por casi un cuarto del territorio de Egipto. Las minas del Ejército de Hitler aún no han causado sus últimos muertos
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